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Betty y Jughead se habían ido otra vez a la cabaña que estaba fuera de Riverdale para pasar su noche de bodas mientras su gato y su pequeña hija estaban con sus abuelos y tía en la mansión.
¿Y qué iban a hacer en su noche de bodas? Pues claro que no era necesario preguntar.
—Ahh Juggie... Si... Así... Más...— Gimió la ojiverde, apoyada sobre sus codos en la cama mientras su esposo le daba y le agarraba el cabello.
—Demonios Betts... Eres tan caliente...— Gruñó el ojiazul, penetrándola sin piedad, más duro y más profundo. —¿Así? ¡Habla!— Tiró de su cabello.
—¡Si, si! ¡Ay si Juggie, asi...!— Gimió fuerte, cerrando los ojos con las lágrimas mojando la cama.
Ella apretó fuerte las sábanas mientras sentía que se aproximaba el mejor orgasmo de su vida y con un gemido que pareció un grito finalmente obtuvo su liberación, sus piernas y paredes internas temblando mientras que Jughead soltaba todo dentro de ella, en la cima del clímax.
Ya era el cuarto orgasmo de la noche y Betty y Jughead se tumbaron en la cama, cansados, ella encima de él y con sus respiraciones totalmente fuera de control.
Se miraron, soltaron una risa y se besaron con cariño y más pasividad, totalmente desnudos bajo las sábanas.
—Te amo, Elizabeth Jones— Confesó Jughead, acariciando su mejilla.
Betty sonrió y dejó otro pequeño beso en sus labios. —Te amo Jug. Aún no creo que seas mi esposo. Siempre soñé con encontrar a la persona ideal, casarnos, tener una familia... Gracias a ti ya tengo todo eso y aún más. Eres el hombre que amo Jug—
Jughead soltó una risa. —Perdon amor, es que no hicimos las cosas en el orden correcto. Primero tuvimos una hija y un año después nos casamos—
Betty rió y volvió a besar sus labios. —El orden no afecta el producto. Te amo Juggie, eres el amor de mi vida—
—Tu eres el mio— Contestó el ojiazul. —Me esperaste cinco años. Eso sí es amor. También me diste una hija y estaré eternamente agradecido. Solo que me debes al varoncito—
Betty sonrió. —Tal vez... Lo pensaré. Entonces... ¿Ya recargaste para otro round?—
Jughead sonrió con maldad y se colocó encima de su esposa, besándola con furor y con ganas. —Prepárate. Te haré tener tantos buenos orgasmos que sentirás que estás en otro mundo—
