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Jughead asintió y le sonrió. —Pero te tengo aquí conmigo y ahora todo es diferente—

—¿Diferente?— Preguntó Betty con ilusión, temblando tras la pequeña ráfaga de viento que los afectó.

Jughead la miró atentamente. —Betts... La temperatura aquí en Riverdale a estas horas es más baja de lo que crees. Vamos adentro, de ninguna manera permitiré que te enfermes—

Betty asintió, aún temblando. —Me parece una buena idea, sí está haciendo bastante frío aquí afuera—

—Vamos— Dijo Jughead, poniéndose de pie y tomando la mano de la ojiverde.

Betty lo acompañó al interior de la mansión y miró todo a su alrededor con una sonrisa, todo estaba exactamente igual a como estaba cuando se fue.

Le traía tantos recuerdos...

—Ven, siéntate— Pidió Jughead, guiándola hasta un sofá y sentándose a su lado. —Oye... ¿Qué pasa? Estás muy rara—

Betty tomó aire y volvió a mirarlo con una sonrisa. —No es nada. Es solo que... Nada ha cambiado desde que me fui al parecer. Excepto... Tu—

—¿Yo?— Preguntó Jughead, mirándola atentamente. —¿A qué te refieres?—

—Es que cuando te conocí eras tan... Tan frío, tan estricto... Tan... Tan... Sin sentimientos... Pero con el tiempo supe que no eras así. Juggie... ¿Tu llegaste a sentir algo por mi? ¿Aun sientes algo por mi?— Le preguntó.

Jughead tomó aire y tomó las manos de la chica. —Betts... Yo... Lo que sentía por ti era tan fuerte y tan nuevo para mí que simplemente no supe cómo reaccionar. Cuando me besaste perdí el control, entre en pánico. Pero... Tenías solo dieciséis años y yo tenía veinticinco—

—Pero eso no me importaba— Contestó Betty. —Yo te quería, Jug. Aún te quiero—

—Es que eras demasiado joven y la razón por la que te protegía era porque me recordabas a mi hermanita— Admitió. —Eras una niña, me sentía como un depravado cuando me di cuenta de que te estaba mirando con otros ojos. Por eso siempre te respeté, nunca te toqué cuando eras aún una chiquilla—

Betty sonrió levemente y posó una mano en su mejilla. —Estoy segura de que todo eso lo hiciste porque de verdad te importo—

—Claro que me importas, mucho— Aseguró Jughead, mirándola a los ojos.

—Y ya no es necesario que tengas ese tipo de remordimiento por verme con otros ojos, ya crecí y no soy esa dulce niña de antes— Aseguró Betty, sentándose a horcajadas sobre el y besándolo efusivamente.

Jughead tomó el rostro de la rubia entre sus manos y la besó con fuego, pasión y descaro total mientras sus lenguas se buscaban con desesperación.

El fuego empezaba a calentar sus cuerpos, ella sentía un calor crecer en su vientre y el sentía como la tensión se acumulaba entre sus piernas.

Al separarse de aquel fogoso beso, se miraron a los ojos con la poca iluminación de la luz tenue de la casa y sonrieron.

—En tu habitación estaremos más cómodos— Murmuró Betty, acariciando el rostro del ojiazul.

Jughead sonrió y plantó un beso en su frente. —¿Estás segura, pequeña?—

—Si es contigo estoy más que segura— Respondió Betty, sonriéndole.

Jughead se puso de pie con ella en sus brazos y así subió las escaleras mientras la besaba con lentitud, pero también pasión.

Así lo hicieron hasta que llegaron a la habitación del ojiazul, en dónde el la dejó sobre la cama con cuidado, le quitó los zapatos, le levantó la remera, le quitó los finos pantalones que traía y el se separó para quitarse la camisa.

Cuando la tuvo solo con el sostén y con bragas frente a él, volvió a ella y empezó a besar su cuello, haciéndola suspirar del placer.

Mientras seguía besando y chupando su cuello, puso sus manos en la espalda de la rubia y quitó su sostén para empezar a chupar sus pechos, provocando que ella jadeara, complacida.

Bajó aún más sus besos hasta llegar a la parte baja de su abdomen y jugó con el borde de sus bragas para mirarla a los ojos.

Ella estaba agitada, llena de deseo por el y eso lo llenaba de satisfacción.

Él retiró lentamente las bragas de la ojiverde, pero lo que hizo fue introducir lentamente un dedo dentro de ella, sintiéndola mojada y luego introdujo el otro, masajeando en círculos y con cuidado.

Ella empezó a gemir y a mover sus caderas ante los movimientos de los dedos del chico dentro de ella mientras él volvía a besar su cuello y pechos.

Cuando sacó sus dedos de ahí, se separó para quitarse los pantalones y los interiores, sacó un condón del cajón de la mesita de noche y se lo colocó para volver a la cama, encima de ella y posicionarse en su entrada.

—¿Estás lista?— Le preguntó, mirándola atentamente, con la respiración agitada.

Betty asintió, agitada y con las mejillas rojas. —Hazme tuya, Juggie—

Él sonrió y en ese momento empujó lentamente dentro de ella, penetrandola y soltando un profundo suspiro al mismo tiempo que ella gemía y se aferraba con fuerza a su espalda.

El empezó a entrar y salir de ella con cuidado, aumentando la velocidad de a poco mientras los gemidos de la chica endulzaban su oído y hacían crecer más sus niveles de excitación.

El sentía que se estaba perdiendo dentro de ella mientras ella cerraba los ojos con fuerza, se aferraba con fuerza a su espalda y las lágrimas bajaban por sus mejillas del placer tan intenso que estaba sintiendo.

Y cuando ella sentía que no podía más, obtuvo su liberación y ese potente orgasmo puso sus piernas a temblar mientras el ojiazul se liberaba en el condón que estaba usando.

Después de obtener su clímax, ambos se quedaron en la cama, abrazados, recuperando sus fuerzas mientras Jughead regaba pequeños besos en la cabeza de la rubia y ella acariciaba su torso desnudo.

—Recuerdo cuando no podía dormir y para no tener pesadillas dormía contigo— Recordó Betty con una sonrisa, mirándolo.

Jughead sonrió y besó su mejilla. —Y por alguna razón amanecíamos abrazados sin darnos cuenta. ¿Te quedas aquí ésta noche, Betts?—

Betty suspiró, mirándolo. —No puedo. Mañana tengo que trabajar y ya debo ir a ver a mi gato—

Jughead asintió, acariciando su mejilla. —Me lo debes para otro día. Vamos a levantarnos y te llevo a casa—








 Vamos a levantarnos y te llevo a casa—

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Amamos lo hot entre ellos 🔥🔥🥰😈

03:26am y aún en chamba, amaneceré en chamba 💀

Samy ❤️

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