En la tarde, Betty iba llegando a la mansión cuando Jughead daba vueltas por la sala, furioso por el problema que le había causado Reinaldo.
Había que estar más alertas que nunca, todos podrían estar en peligro.
—Hola— Saludó Betty, entrando a la sala de estar con una dulce sonrisa.
Jughead se giró a mirarla. —¿Les dijiste a tus amigos que se reunieran aquí?—
—Primero que nada, se dice hola o buenas tardes y si, mis amigos accedieron a venir aquí el viernes— Contestó Betty.
Jughead rodó los ojos. —Como sea... Entonces el viernes no hagan mucho escándalo por favor— Pidió, dándole la espalda.
Betty lo miró con una ceja alzada. —¿Estás bien?—
—No son tus asuntos— Contestó Jughead, cortante. —¿No tienes alguna tarea o algo así?—
—Si, voy a bañarme y después hago mis tareas— Avisó Betty, retirándose sin más.
Jughead soltó un profundo suspiro y se sentó sobre uno de los sofás de la sala, sintiendo que sus nudillos y sus manos ardían por las heridas que tenía ahí gracias a sus arranques de ira.
Betty fue a su habitación, tomó una ducha con agua a temperatura ambiente y luego bajó a la sala con un cuaderno, un libro y una cartuchera de lápices.
Cuando vió a Jughead sentado en ese sofá, mirando sus nudillos lastimados, ella dejó sus útiles sobre otro pequeño sofá y cuando se acercó hizo una mueca de horror al ver aquellas heridas.
—Jughead...
—Cállate, no viste nada— La interrumpió Jughead, sin mirarla.
—Pero estás herido— Le recordó.
—Me han pasado cosas peores, niña. Vete a hacer tu tarea— Exigió el pelinegro.
—Pero no puedes estar así, estás sufriendo— Dijo Betty.
—Betty ya déjame en paz y ocúpate de tus asuntos— Pidió Jughead, mirándola.
—Lo haré si me dejas curarte— Pidió Betty, mirándolo, suplicante. —Por favor—
—Que no—
—Por favor— Suplicó Betty.
Jughead rodó los ojos y la miró. —¿Si acepto me dejaras en paz?—
—Claro que si— Aceptó Betty con una pequeña sonrisa. —Lávate las manos primero y dime dónde encuentro un botiquín—
—Ya me lavé las manos, dile a cualquiera de los empleados que te muestre dónde está el maldito botiquín— Pidió Jughead, soltando un suspiro.
Betty asintió, contenta y le pidió a una de las empleadas de la mansión que le facilitara un botiquín. Una vez que tuvo el botiquín en sus manos, ella tomó un paño de algodón y limpió con cuidado las heridas de ambos nudillos. Tomó una crema para esas heridas y después las envolvió con esparadrapos.
Ella veía las muecas de dolor que hacía el pelinegro, realmente sentía bastante dolor aunque quisiera fingir que no.
—¿Y ya no estás teniendo pesadillas?— Le preguntó Jughead a la rubia luego de un largo silencio.
Betty negó, empezando a envolver los nudillos de la otra mano con el esparadrapo. —No volví a tener pesadillas anoche cuando me volví a dormir, pero tengo mucho miedo de que pase—
Jughead suspiró, mirándola. —No pienses en eso. Si lo piensas, lo vas a soñar. Piensa en otra cosa—
—¿Crees que funcione?— Preguntó Betty, terminando de envolver la herida y empezando a organizar todo de regreso al botiquín.
—No lo sé, fue una sugerencia— Respondió el ojiazul. —Oye... Gracias—
Betty sonrió porque realmente era la primera vez que él le agradecía algo. —No fue nada. Pero estabas muy lastimado. ¿Eso te lo haces tú mismo?—
Jughead hizo un silencio, sin mirarla. —Ya ve a hacer tu tarea. ¿No tienes hambre?—
Betty suspiró. —Si... Tengo algo de hambre—
—En la cocina hay pasta, aún está caliente. También hay pastel de tres leches como postre. Llénate la panza y después has la tarea— Exigió Jughead.
Betty soltó una risa, retirándose con el botiquín en mano. —Suenas como mi papá, pero a diferencia de ti el era muy cariñoso—
Jughead rodó los ojos. —No me interesa—
Betty soltó una risa más silenciosa y fue a devolver el botiquín para después llenarse la panza y hacer la tarea, como le había pedido Jughead.
Ella no se sentía mal por la manera en la que él a veces la trataba, porque ella sabía que muy en el fondo el se preocupaba por ella y la cuidaba todo el tiempo.
Más de noche, Betty terminó agotada por las tareas y fue a dormirse enseguida.
Jughead, por su parte, no la vió cuando se fue a dormir y estaba buscándola por todas partes hasta que subió al pasillo de las habitaciones y otra vez la escuchó.
Era ella, pero estaba sollozando en voz baja y la puerta estaba entreabierta, por lo que Jughead la abrió lentamente y la vió llorar en silencio y moverse en la cama con incomodidad.
Él suspiró y se acercó a ella, moviéndola con cuidado. —Betty... Betty despierta pequeña, es una pesadilla—
—No... No me lleves... ¡No!— Exclamó la ojiverde, sentandose en la cama de golpe, algo sudada y con la respiración fuera de control. —No...— Sollozó.
—Betts... Ya cálmate— Pidió Jughead, acariciando su espalda. —Estás aquí, ya pasó Betty, tranquila—
Betty se abrazó a sus piernas, llorando con amargura. —Mamá... Papá... Los extraño tanto...
Jughead tomó aire y acarició su cabello. —Oye... Tus padres no están, pero aquí estás segura. Hay gente que está para protegerte y nada te va a pasar, tranquila—
Betty levantó la mirada y lo miró a él con la cara empapada por las lágrimas y los ojos enrojecidos. —Pero ellos me amaban... Me lo demostraban todos los días—
Jughead suspiró, posando una mano en su mejilla. —Niña... Yo no soy capaz de dar amor o siquiera demostrarlo, pero lo que sí es seguro es que bajo este techo no te faltará nada—
Betty lo miró fijamente. —¿Por qué no eres capaz de dar amor? ¿Entonces no eres capaz de amar?—
—Duérmete— Exigió Jughead, poniéndose de pie. —Voy a traerte un té de manzanilla para que te relajes un poco y logres dormir, espera— Pidió, retirándose.
Betty asintió y esa noche Jughead le llevó el té y poco después ella se durmió pensando.
Pensando en por qué el era tan frío y al mismo tiempo la cuidaba.
¿Creen que exista algo de amor en nuestro Jughead?
Samy ❤️
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PROHIBITED
FanfictionJughead Jones, un millonario frío, orgulloso y sin sentimientos que un día podría correr peligro... De enamorarse y enfrentar un romance prohibido.