Es sábado por la mañana y el sol invernal apenas comienza a filtrarse por las persianas de mi apartamento. El sonido suave de la respiración de Bárbara me recuerda que no estoy sola. Llegó anoche, llena de energía y con una sonrisa que no pudo borrar ni siquiera el sueño. La emoción de ver a Danna la tiene flotando, y es imposible no contagiarme un poco de su entusiasmo.
Nos levantamos temprano, preparando todo para el día. Mientras nos alistamos, Bárbara no para de hablar de Danna: de lo inteligente que es, de su sonrisa, de lo mucho que extraña oír su voz y de todas las cosas que siente por ella. Se le nota lo enamorada que está, y aunque intento enfocarme en buscar el bloqueador y mi vestido de baño, su felicidad me arranca más de una sonrisa. Antes, escuchar a alguien hablar con tanta pasión por alguien de su mismo sexo me habría resultado incómodo, pero ahora, ya no siento ni asco ni repulsión. Es amor, simplemente eso, y verlo tan claro en Bárbara me hace comprenderlo.
Cuando estamos listas, bajamos a la acera frente al edificio. La brisa fría de la mañana acaricia mi rostro mientras espero que Edward aparezca. Nos prometió estar aquí a las nueve en punto, y, fiel a su palabra, lo vemos llegar exactamente a tiempo. Su Mercedes Benz negro se detiene suavemente frente a nosotras, y Bárbara suelta un silbido bajo.
—Así que así es como viajan las estrellas —dice Bárbara con una sonrisa pícara mientras subimos al auto.
Dentro, el aire acondicionado nos arropa con un alivio inmediato. Edward nos saluda con su habitual elegancia, y mientras comenzamos el trayecto hacia la mansión Hikari, pone algo de música para animar el ambiente. Suena «Never gonna give you up» de Rick Astley, y la atmósfera se llena de esa energía pegajosa.
—Edward, te presento a Bárbara —digo, girándome ligeramente hacia él.
Edward asiente con una sonrisa cálida, lanzándole una mirada rápida a través del espejo retrovisor.
—Un placer, Bárbara. He oído mucho sobre ti.
—Espero y solo sean cosas decentes —responde ella, soltando una carcajada.
El viaje transcurre entre risas y canciones hasta que finalmente llegamos frente a la garita del portón de la mansión Hikari. El lugar es tan imponente que, aunque ya he estado aquí antes, no puedo evitar sorprenderme una vez más. Bárbara observa el portón con los ojos muy abiertos y suelta:
—¡Vaya! ¿Acaso Don Vito Corleone vive aquí?
No puedo evitar reírme. Edward también suelta una carcajada mientras baja la ventana para hablar con el guardia.
—Hoy traigo invitadas, Ben.
—Genial, señor. Adelante.
El guardia levanta la pluma del portón tras intercambiar unas palabras con Edward, y el auto avanza por el camino adoquinado que lleva a la mansión.
Apenas bajamos del auto, no pierdo tiempo y me acerco a Edward.
—¿Gabriel está aquí? —pregunto, mirando a mi alrededor.
—Eeeh... Llevó a Delancis a sus clases de arte —responde con una sonrisa que me parece un poco forzada, ¿o estaré suponiendo mal?—. Gabriel es de esos padres que no se pierde ni un detalle cuando se trata de su hija. Le encanta estar involucrado en todo lo que haga.
Asiento, aunque mi atención se desvía rápidamente cuando cruzamos el enorme umbral de la entrada. El lujoso vestíbulo luce tan impecable como lo recuerdo, con suelos de mármol que reflejan la luz natural y decoraciones elegantes que le dan un aire sofisticado.
—¡Dios mío, esto es increíble! —exclama Bárbara, su voz resonando por el lugar—. Don Corleone, ¿podría adoptarme?
—Bajemos la voz, que varios duermen —dice Edward con una sonrisa divertida.
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De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...