La tarde avanza y seguimos disfrutando del ambiente relajado junto a la piscina. Las risas de Danna y Bárbara resuenan mientras chapotean en el agua, ambas apartadas del grupo, compartiendo anécdotas y bromas como si no hubiera preocupaciones en el mundo. Yo estoy sentada en la tumbona, a un lado de Murgos, disfrutando del calor que envuelve el área social. Observo cómo el agua refleja destellos de luz en el techo mientras me giro hacia ella con una sonrisa curiosa.
—Así que... ¿próximamente exesposa? —pregunto con un tono casual, como si realmente no supiera nada del proceso de divorcio.
Murgos mantiene su mirada fija en mí, sus ojos brillan con una mezcla de desdén. Se recuesta en la tumbona, acomodándose con elegancia.
—Eso parece —responde con indiferencia, aunque noto un leve temblor en su voz.
La observo en silencio, esperando ver si su fachada se rompe, pero Murgos es experta en mantener su compostura. Sin embargo, ese pequeño temblor me dice más de lo que sus palabras podrían.
—¿Estás segura de divorciarte? —le pregunto en voz baja, inclinándome ligeramente hacia ella, como si al hacerlo pudiera captar mejor la sinceridad en sus palabras.
Murgos suspira, su mirada perdida en un punto indefinido, antes de fijarla en mí con una mezcla de resignación y tristeza.
—Estoy cansada de pelear por una relación que se desmorona sola. Yo doy todo de mí, y él... simplemente no está. Me esquiva, me hace sentir invisible, como si fuera una carga más que una compañera. Un matrimonio no debería ser solo criar hijos juntos o sumar bienes. No soy un adorno en su vitrina, ni una etiqueta que presume en sus eventos como «su esposa». Lo amo, pero hay situaciones que marchitan ese amor en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Vas a renunciar a todo esto, Murgos? —pregunto, señalando sutilmente el lujo que nos rodea.
Ella me dedica una sonrisa serena, pero sus ojos reflejan una determinación inquebrantable.
—Es cierto que perderé muchas comodidades, pero la vida no se trata solo de eso.
—¿Y Delancis?
—Vendrá conmigo, por supuesto. Sé que no será fácil para ella, pero necesito liberarme. Pensar en mí, valorarme como mujer. También tengo necesidades, y Gabriel... —suspira, sacudiendo la cabeza con amargura— ni siquiera se molesta en suplirlas. Esto no es un nuevo comienzo, Miriam, es simplemente seguir adelante, sin cargas ni ansias.
Mientras la escucho, no puedo evitar recordar las historias que solían contar las chicas del club sobre Murgos. Antes de conocer a Gabriel, ya era una mujer adinerada, con inversiones inteligentes y un club nocturno de reputación sólida. No es de esas mujeres que, al separarse, quedan a la deriva, esperando el apoyo económico de un hombre. Murgos sabe valerse por sí misma, una rareza en estos tiempos donde muchas dependen de sus esposos para mantener cierto estilo de vida.
Mi mente está dispersa, observando cómo el entorno cambia lentamente con la caída de la tarde. De repente, un sonido de pasos que se acercan me hace volver la vista. Mi corazón da un pequeño salto cuando lo veo. Un hombre rubio, altísimo, con una presencia que no puedo evitar notar. Su cabello brilla casi como el oro bajo la luz suave del atardecer, y sus ojos... esos ojos. Un turquesa tan profundo y claro como el agua en la piscina, tan perfectos que parecen irreales. Mi respiración se detiene por un momento, incapaz de apartar la mirada.
Él camina hacia donde están Bárbara y Danna, con paso firme y seguro. Cuando llega junto a ellas, algo sorprendente sucede: se agacha detrás de Danna, y con un gesto que parece natural, le rodea el cuello con sus brazos, abrazándola con una ternura que solo podría provenir de alguien cercano. Luego, sin previo aviso, le da un beso en la mejilla.
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De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...