La Doncella

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Melina tarareaba una canción, sentada en el borde de la cama de su celda en La Balsa. Aquella canción que tarareaba, una versión rusa de Itsy Bitsy Araña, alguna vez, hace mucho tiempo, solía cantársela a Natasha para que ésta se quedara dormida. Alguna vez, hace mucho tiempo, las dos hermanas habían sido amigas.

Pero la relación de hermanas que tenían empezó a desaparecer, para Melina, en cuanto Natasha empezó a ser mejor que ella en todo. Mejor bailarina de ballet, mejor en pelea, mejor espía. Todo cariño que Melina alguna vez había sentido hacia su hermana se fue cuando los golpes y castigos que iban dirigidos hacia Natasha terminaban en ella. Cuando Iván, el padre de ella, Natasha y Yelena, se dio cuenta de cuál de sus hijas era la que verdaderamente tenía talento. E incluso cuando Natasha faltaba a entrenamientos de la habitación roja o decidía que iba a casarse con un cazador al cumplir los dieciocho, Iván nunca hizo nada para corregir el comportamiento de su hija pelirroja. Ante los ojos del padre de los dos, Natasha siempre había sido y sería perfecta, mientras que Melina y Yelena no serían nada más que los ejemplos de imperfección. No serían nada más que las otras hermanas. Todos las habían visto así, incluso Alexei, quien solamente se había casado con Melina porque Natasha ya no lo quería.

Así había sido durante mucho tiempo. Natasha era la perfecta de las hermanas, la perfecta asesina, la perfecta viuda, mientras que Melina y Yelena solamente eran las otras, los intentos fallidos.

Melina no se sintió perfecta hasta que sintió la sangre de su padre en sus manos. Hasta que vio a Natasha, cubierta de sangre y completamente atemorizada, escapar de la casa que había sido de ella y de Kraven, dejando atrás del cuerpo de Yelena. Cuando vio a la perfecta y hermosa Natasha romperse, tomar culpa por la muerte de la hermanita de las dos, Melina pudo sentir lo que era la perfección.

Cuando una de las paredes se su celda explotó, Melina ni se inmutó. Permaneció sentada en el borde de la cama, con una calmada sonrisa en su rostro, y no levantó la mirada hasta que Alexei extendió su mano hacia ella, sonriéndole, llevando su traje rojo y escudo.

—Te tardaste.—Dijo mientras que tomaba la mano del hombre y se levantaba.

—Discúlpame por eso... no tenemos mucho tiempo, ¿lista, moya deva?

Melina sonrió con emoción, uno de los Agentes de Hydra le dio una arma, y, apretando fuertemente la mano de Alexei, ambos salieron corriendo de la celda.

Equipo Catástrofe [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora