Capitulo 705

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+ Buenos días, dormilona.

La despierto con besos por todo su cuerpo, ayer hemos salido a cenar y al regresar volvimos a sentirnos, cayendo rendidos y desnudos en los brazos de Morfeo tras un segundo asalto. La luz se ha colado haciéndome saber que ya es bien entrada la mañana y he pedido que nos traigan el desayuno a la habitación, por lo que mis labios recorren la anatomía de esta diosa del Olimpio para enseñarle la gran bandeja que nos dará energía para todo el día.

- Si que lo son.

Sonríe con los ojos cargados de sueño y la voz adormilada.

- Podría acostumbrarme a despertar así cada día.

Con los ojos devora todo lo que nos han traído. Adora desayunar en la cama, y a este festín se acostumbraría cualquiera.

- ¡Dios, esta buenísimo esto!

Saborea un trozo de mango y luego ataca uno de papaya con el tenedor.

+ El café también sabe muy bien.

Río. Todo tiene una pintaza, pero yo soy de los que necesito cafeína para ser persona, ya luego puedo seguir con los alimentos, aunque como Malú siga así, me quedarán únicamente sus sobras.

+ Oye, que yo también quiero.

La hago de rabiar pinchando el mismo trozo de piña que ella.

- Es mío.

Lo defiende como una niña a la que le están arrebatando sus chuches.

+ No, yo he pedido que traigan el desayuno.

- Para mi.

+ No.

Reímos forcejeando por un poco de fruta. Quien nos viera.

- Mío.

Me empuja con fuerza llevándoselo a la boca. Me es inevitable no carcajear.

+ Eres una tramposa y tienes muy mal perder.

- Ya, yo es que no pierdo, no sé lo que es eso.

Alardea con una sonrisa altanera.

+ Ni si li qui is isi.

Repito burlón y aparto la bandeja para atacarla con cosquillas. Que bonita es su risa de buena mañana.

- Te odio.

Promete cuando consigue escaquearse, escapando con prisa de mi cercanía y cogiendo un croissant que se lleva a la boca mientras corre para que no pueda atraparla. Con agilidad coge mi camiseta del suelo y se cubre con ella.

- No seas malo.

Súplica al darse cuenta que no tiene salida.

+ Mereces que lo sea.

Advierto.

- Al menos dame mis bragas.

Señala la pieza que esa junto a mi talón.

- Seria de mal gusto retorcerme de risa semidesnuda.

+ No me fío de ti.

Reparo en su sonrisa traviesa. Tan solo necesita distraerme una milésima de segundo para conseguir escapar, aunque aún no sé cómo. Está apoyada en el gran ventanal que da a la playa, pero que mantenemos cerrado y la distancia que separa nuestros cuerpos es escasa.

- Dame la mano, no tengo a donde ir.

Acepto cogiéndola con la derecha y agachándome para cederle sus bragas con la izquierda.

- Gracias.

Me regala una falsa sonrisa al aceptarlas y se las pone con prisa bajo mi atenta mirada. En un ágil movimiento consigue abrir el gran ventanal y echa a correr por la arena.

- Te he dicho ya que yo no pierdo.

Grita retomando nuestra eterna discusión muerta de la risa.

+ Te vas a enterar.

Corro tras ella.

Solo el amor nos salvará (cuarta parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora