Capitulo 602

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Le hago cosquillitas en el pelo tumbada a su lado en la cama. Creo que por fin ha conseguido dormirse, cuando un sollozo la delata, probando lo contrario.

A: ¿Por qué las decepciones duelen tanto?

Sorbe la nariz.

A: Pones a alguien en un pedestal, y cuando se cae, la hostia te la llevas tú, es injusto.

- Porque nadie debe estar tan arriba, ni tan abajo.

Reflexiono.

- Todos somos humanos. Con defectos y virtudes, y debemos ser cautos al momento de dejar entrar gente en nuestra vida. Quienes llegan muy arriba, suben solos, demostrando que merecen estar allí con acciones.

Me escucha atenta.

- Igualmente con quienes están muy abajo. No debemos juzgar a nadie, ni para bien, ni para mal. Al final, cada quien está donde merece estar.

A: Me siento engañada.

Confiesa.

A: Y duele.

Se incorpora para mirarme mientras me abre su corazón lastimado.

A: Creí que eran buenos amigos.

Solloza.

A: Todos parecían preocuparse por mí.

Me cuenta decepcionada.

A: Hugo el que más.

Ya me suponía yo que algo se traía con alguno de ellos.

A: Cuando lo dejé con Iván, prometió que el iba a cuidarme. Dijo que sentía cosas por mi. Yo le dije que podía cuidarme sola, y que no estaba preparada para empezar nada todavía, fue tan comprensivo...

Me alivia saber que nada ha ocurrido entre ellos.

A: ¿Cómo iba a imaginarme que me meterían en un lío así? ¿No se supone que cuando sientes cosas por alguien buscas lo mejor para esa persona?

- Hay gente que te quiere, pero no te quiere bien.

Acierto a decir.

- Y las drogas te nublan la visión, Alba. Las prioridades cambian. Los sentimientos también.

Suspiro.

- Tenían un local ilegal, los buscaba la policía. Ellos no eran unos inexpertos como tú.

Advierto.

- Y algo buscaban de ti.

Me atrevo a asegurar.

- Igual las palabras de Hugo nunca fueron sinceras, y si lo fueron, cambiaron estando colocado.

La miro apenada.

A: Gracias por escucharme sin echarme la bronca.

Rompe el silencio que se había quedado entre nosotras.

- Nos guste o no, es la vida la que nos da las mejores lecciones, no los padres, y creo que tú has aprendido de esto más de lo que papá o yo pudiésemos decirte.

Asiente con un puchero.

A: ¿Te quedas hasta que me duerma y me abrazas?

Me pide.

- Me quedo hasta que te despiertes.

Sonrío al mismo tiempo que se me escapa un bostezo. Vaya noche movidita hemos tenido. Si no me duermo ya mismo no habrá quien me levante mañana. Abro mis brazos y dejo que se acurruque para conciliar el sueño.

- Buenas noches, cielo.

A: Te quiero mucho, mamá.

Solo el amor nos salvará (cuarta parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora