Capitulo 611

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- ¡Dime que es mentira!

Le grito a mi madre.

- ¡Que es coña, nos están vacilando!

Chillo desesperada.

- ¡Apaga ese puto noticiero, mamá!

Rompo a llorar llena de angustia.

P: Ven aquí, hija.

Intenta rodearme en un abrazo, pero doy manotazos a diestra y siniestra hasta liberarme de su agarre. No quiero su consuelo. No necesito ser consolada. Esto no puede estar pasando.

- Dijiste que ibas a ocuparte de la niña.

Le recuerdo.

- Hazlo.

Le pido.

- Yo voy a subir a darme una ducha y a descansar. Gaby llegará dentro de poco.

P: Malú, cariño...

Me mira contrariada.

- No hace falta que digas nada, es mentira.

Sentencio echándome a correr escaleras arriba. Cierro la puerta de nuestra habitación y resbalo mi espalda por ella, llorando con tanto dolor que me falta el aire. Siento como si me estuviesen sacando el corazón del pecho sin anestesia, sin aviso, sin misericordia. Me arrastro para encender la televisión, y mis lágrimas caen desbordadas al procesar las imágenes que pasan, las duras palabras que sentencian la falta de sobrevivientes, la dolorosa realidad, que un fallo técnico produjo la fatalidad. Gaby está muerto, y yo quiero morirme con él.

P: Malú...

Su voz rota le sigue a unos cautelosos golpecillos en la puerta. No tardo en abrirla. Ninguna dice nada. Las palabras sobran, pero esta vez sí acepto su abrazo como un refugio en el que llorar sin dejar de hacerlo nunca.

- ¿Cómo se lo digo a las chicas?

P: Yo estaré contigo.

Promete.

- ¿Por qué la vida es tan injusta? Lo tienes todo y luego te lo arrebata en un momento.

Con el filo de su mano arrastra algunas lágrimas que no ha podido retener. Para ella también es muy duro, porque adoraba a Gaby, y porque ninguna madre puede ver como el alma de su hija se marchita.

P: Vais a salir adelante, cariño. Sé que ahora no puedes verlo, pero lo harás.

- No me merezco esto, ni yo ni ellas.

Me ahogo con mis propios sollozos.

P: No, claro que no os lo merecéis.

Acaricia mi cara en un gesto cariñoso, brindándome apoyo.

- Yo no quería que se vaya.

Le cuento.

- Tenía la sensación de que algo no saldría bien.

A mi confesión le sigue un puchero que dice demasiado. Las lágrimas en ningún momento han dejado de rodar por mis mejillas, simplemente ya no merece la pena limpiarlas. Cualquier esfuerzo es en vano.

Solo el amor nos salvará (cuarta parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora