🧶TREINTA Y SEIS🧶

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-ten... - me dijo de la nada, de si bolsa donde seguro llevaba su uniforme, saco una bolsa de galletas - toma una galleta...

-¿qué? - dije confundo por lo inesperado que había sido si comentario.

-que tomes una galleta - repitio.

-no soy un perro que necesita premios - me queje, negandome a tomar una galleta.

-si, no eres un animal que necesita domesticarse -reconoció sin alejar la bolsa de galletas que me ofrecía - pero, me gustas y te quiero dar una galleta para demostrarlo.

-¿de que servirá una galleta?

-yo jamás comparto mi comida, siéntete especial de que quiera darte una galleta - explico insistiendo con su mano.

-si tu lo dices... - dije entre dientes, acercándome para tomar una galleta y que me dejara en paz.

Un momento. Después de tomar la galleta me detuve, ¿me había dicho que le gustó? No, había escuchado mal.

-tengo que preguntar - solté de la nada, en contra de mi intención de salir huyendo. - ¿por qué no le dijiste nada a Ivanov sobre lo de Rusia?

-mmm, bueno Nadenka estaba muy emocionada de que el hijo de su mejor amigo fuera alguien estupendo en su trabajo - comenzó a explicar sin pensarlo dos veces - no quise arruinar esa idea que ella tiene de ti.

-¿y que opinas tu de mi? - pregunté, yo y mi bocota.

-creo que eres un joven anciano que está perdido - dijo pensativa y luego cambió su expresión a una sonrisa brillante. - acabas de darme una idea para una broma...

-¿qué no estamos a mano con eso? Crei qué esto era una tregua - me queje mordiendo la galleta.

-bien intentó, vamos 2 VS 2 - me recordó, se puso de pie de un ágil salto, tomó su maleta y se alejo sin decir más.

Termine mi galleta (estaba buena, chispas de chocolate blanco en masa de sabor café), y me deje caer de nuevo en el suelo del escenario. Las veces que la había visto, siempre era así, se acercaba sin saludar, teníamos conversaciones carentes de sentido y luego se hiba sin más. Me confundía, pero no lo suficiente para querer frenarlo, al contrario, quería más, más conversaciones, más encuentros casuales y espontáneos, quería más de ella... Supongo que me volví loco...

Sabiendo que en cualquier momento ella volvería a pedirme que me fuera de su lugar de ensayo, me adelante y dejando todas las dudas ahí, me levante y volví a la galería. No tenía caso que siguiera evitando mi oficina, así que terminé ahí minutos más tarde. Lo que más quería era seguir pensando y darle vueltas al asunto, por lo que revisé los trabajos pendientes y me apresure a hacerlos.

Había perdido la noción del tiempo, hasta que tocaron a la puerta y mire el reloj, eran las 9 am apenas. Llevaba 4 horas sin descanso trabajando y aún sentía que podía seguir.

-adelante - dije en voz alta para la persona que llamaba a la puerta.

Sabía exactamente quien era, Alisa, sin lugar a dudas. Creía que se había marchado hace horas, me equivoque.

-esperaba verte dormido de nuevo - dijo al asomar la cabeza por un pequeño espacio que se hizo al abrir la puerta.

-dudo mucho que me vuelvas a ver dormido - razone dejando de lado mi organigrama en el que trabajaba.

-bueno, bueno, a ver si adivino - dijo pensativa entrando completamente a mi oficina- ¿café americano, sin crema, con un shot de expreso y dos cucharadas o sobres de azúcar morena?

Me dio un escalofrío, estaba seguro de no haberle mencionado como tomaba mi café nunca, de hecho NUNCA se había dado la oportunidad, porque ni siquiera nos habíamos visto mucho. Solo había una explicación para esto: ¡acoso!

-¿tendré que considerar poner una orden de restriccion? - medite en voz alta para molestarla.

Fue entonces cuando la mire y analice completamente, vestía unos pantalones ajustados que parecían ser de una tela especial para entrenar, una playera holgada que la hacía ver aún más delgada y el cabello castaño claro sujeto en un moño desordenado. Se veía tan caóticamente perfecta.

-no es para tanto, solo eres predecible - se quejo dandome el vaso desechable de la cafetería que estaba a unas calles.

Desconfiado por lo que decía, le acepte el café, la verdad lo necesitaba, cada mañana antes de salir tenía que tomar mi taza de café o pasar por uno. Como de costumbre le di un largo trago al café, pero apenas sentí el sabor en la boca lo escupi de nuevo; no era café, lo que sea que fuese tenía un horrible sabor a sal y... Eso era, le hecho azúcar en lugar de sal.

Mientras escupia la bebida e intentaba no ahogarme, ella soltó una carcajada. Su risa era contagiosa, no era ruidosa y de hecho tenía cierto tono hipnótico que me distrajo de mi enfado por la broma. Hasta que, en un giro inesperado de su risa, soltó un extraño ruido nasal (el mismo que sucede cuando tratas de respirar por la boca y la nariz al mismo tiempo, como si se tratara de un animal), se cubrió la boca con la mano incapaz de dejar de reír y de repetir el sonido. ¡Mi momento había llegado! Ignorando que sentí la molestia del café en la garganta, me solté a reír por su risa tan peculiar.

Hacia tanto que no reía de esa manera, me dolía el estómago por tango. Su risa había sido demasiado contagiosa y a la vez relajante, tanto que nos costó demasiado volver a la normalidad.

-lo siento, hace mucho que no reía así, creía que ya no podía reír así- se disculpo cuando se recuperó de tanta carcajada.

-no te preocupes, yo tampoco sabia que los puercos bailarán -solté tratando de no volver a reír.

-muy gracioso, parece que el joven anciano tiene sentido del humor - contraataco en el mismo tono que yo.

-tendré que demostrártelo más seguido - dije fingiendo estar ofendido.

-lo esperare con ansias - respondió y luego se puso más sería - bueno bueno, ten éste es café normal...

Me tendió un nuevo vaso y la mire desconfiada, no estaba seguro de aceptar, pero al final su sonrisa y su mirada me desarmo por completo.

Unplanned Love (Feng Meizuo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora