3. Alternativa

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NATASHA

He tratado de cubrirme lo mejor posible, en mi defensa diré que es para no ser vista en ese lugar, nadie me conoce, pero por si acaso. Las calles son más limpias y luminosas de lo que esperaba, a pocos pasos de la dirección hay un parking lleno de autos de lujo. El lugar está custodiado por cuatro gorilas, dos por cada costado de una puerta metálica, a mi parecer. Los cuatro hombres me miran a distancia llenando cada parte de mi cuerpo de miedo, pero resisto hasta llegar a la puerta.

— ¿Qué buscas?...— me pregunta uno con una voz tan grave que me hace temblar.

— E–estoy buscando a la señorita Romanov ...— digo evitando sus miradas.

Ellos me observan por unos segundos, veo a uno hablar por un transmisor y en un minuto la puerta se abre, esta vez aparece una mujer enmascarada, ésta me mira de pies a cabeza y luego sonríe. No logra ver mi rostro con claridad ni yo el suyo, pero eso no parece importarles. Da un paso hacia mí y me extiende la mano.

— Tú debes ser la nueva...— dice y yo trato de negar, no sé de que habla, pero no me da tiempo ya que tira de mí hacía adentro.

El frío que golpea mi cuerpo me hace temblar de inmediato y en este momento no veo tan malo haber venido abrigada. El lugar no es nada como me lo imaginé, parece un club nocturno, pero uno exclusivo y discreto, o eso supongo ya que hay mujeres bailando con poca ropa y hombres observando el show sin hacer mucho jaleo, parecen personas refinadas, pero con miradas intensamente lujuriosas.

La mujer me guía por un pasillo menos ruidoso y mi corazón comienza a acelerarse. Ahora que cruzamos todo ese jaleo puedo observar mejor a la mujer que me está guiando, es alta, no más que yo pero se ve bien, delgada, pelirroja y con un cuerpo para envidiar, aún más en ese atuendo tan revelador, pues cubría su cuerpo con un tanga y un encaje transparente que mostraba claramente sus pechos.

— Ella lleva horas esperándote...— me dice deteniéndose frente a
una puerta blanca. Me observa discretamente y yo sigo sin entender nada ¿Ya estaban enterradas de mi llegada?.

— Yo...

— Romanov...— golpea la puerta, se escucha un pesado adelante y la puerta se abre dando paso a un lujoso despacho, un contraste con todo el decorado del pasillo y del club.

Una mujer de cabello blanco se esconde tras un escritorio revisando un par de papeles, nos ignora por unos segundos y solo nos manda una mirada fugaz para volver a sus papeles.

— Es la nueva...— dice la pelirroja.

La peliblanca eleva la mirada y la clava en mí, puedo sentir la oscuridad de esos ojos azules, aún más cuando aparta definitivamente esos papeles, mostrando un rostro angelical y diabólico al mismo tiempo, de facciones delicadas y una expresión intimidante.

— Retírate...— su voz me provoca un escalofrío, es tan grave que se asemeja a la de un hombre, por lo menos en este momento.

La pelirroja asiente y en menos de un parpadeo nos deja solas. La mujer me observa atentamente, se levanta de su silla de cuero y camina hacia mí dejando en claro su superioridad. Su caminar es tan amenazante que inconscientemente doy un paso hacia atrás, eso la roba una corta sonrisa y seguido soy despojada del sombrero de la capucha. Mi cabello negro rizado queda al descubierto, al igual que mi rostro.

— No estás nada mal...— susurra acariciando mi cabello.

— Yo...— me aparto disimuladamente.

— ¿Sabes bailar?...— pregunta de la nada observando mi cuerpo, ahora me arrepiento de esos pantalones ajustados. ¿A qué viene saber eso? Solo voy a prestar dinero.

— Algo...— respondo dudosa ya que no le veo el sentido a la pregunta.

— ¿Estás dispuesta a hacerlo?...— sus ojos se anclan en los míos y me siento acorralada.

— No tengo otra opción...— necesito el préstamo.

— Bien...— se aparta de mí y camina de regreso a su despacho, por fin puedo respirar. — Desnúdate...

— ¿Qué?...— me atraganto con mi saliva, carraspeo y me aclaro la garganta. La mujer me mira con desdén.

— No voy a contratarte por tu cara bonita monada, necesito ver tu cuerpo y tus pantalones no son nada transparentes...— dice algo molesta.

— ¿Contratarme...?— sacudo mi cabeza en negativa. — Yo venía por un préstamo...— ella me mira confusa. — Una amiga me dio su dirección, dijo que podía conseguir el dinero que necesito aquí... No soy una stripper — aclaro de última.

— ¿A no?...— vuelve a revisar mi cuerpo y se sirve una copa de un licor. — Entonces puedes irte...— da un trago.

— Yo...— estoy perdida, no entiendo nada.

— No le hago préstamos a universitarias sin nada de valor que avalar... — vuelve a revisarme. — Solo ofrezco trabajo a quienes me convencen...

— Pero yo no estoy buscando trabajo ...— aclaro.

— Estás buscando dinero, es lo mismo...

— No...— sacudo la cabeza. — Yo no bailo, ni siquiera me interesa un empleo de ese tipo...— aseguro acariciando mi cabello.

— ¿Sin importar el pago?...— sus ojos azules vuelven a encontrarse con los míos y me siento aún más amenazada.

— Solo quiero un préstamo...— insisto.

— Son quinientos por ronda, si sales hoy en una ronda de principiante lo consigues y ya mañana subimos la apuesta...

— No estoy interesada...— digo pero mi voz tiembla. Quinientos dólares no saldará mis deudas, pero podía ser un inicio.

— ¿A sí?...— se acomoda sobre su escritorio. — ¿Cuánto necesitas?...— por fin hablamos el mismo idioma.

— Dos mil quinientos dólares...— digo recibiendo una pequeña sonrisa de la mujer.

— Tan poco...— da otro trago y suspira. — Una de mis chicas ha renunciado y necesito una suplente por dos días... — regresa a su insistencia. — Baila para mí por dos días y el dinero es tuyo...

— Yo no...

— Es eso o nada...— determina apagando mi voz. Mis manos tiemblan a mi costado mientras la observo con incredulidad. — ¿Qué son dos noches pequeña?...— pregunta con una sonrisa. — Tú te llevas el dinero sin devoluciones y yo no tengo una baja...

Mi corazón golpea con fuerza mi pecho sin poder asimilar lo que me están diciendo y aún peor, sin poder entender el hecho de que me lo estoy pensando, y es que había mucho en juego, de verdad que lo necesitaba, no era una opción no conseguir el dinero, el piso era muy importante. Maldije en mi interior al barajar la posibilidad de hacer tremenda locura, yo no era buena bailando, al menos en la barra, sabía moverme un poco, pero no de la misma manera que esas chicas.

— Yo... Bueno...— aprieto aún más fuerte mis manos. Esto no podía estar pasando. Debía ser una broma ¿Y si alguien me veía?.

— Nadie más que yo va a conocer tu identidad, si decides aceptar utilizarás esto...— me lanza una máscara a los pies, observo el objeto y algo golpea mi pecho ¿Qué estoy a punto de decir?.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora