32. Un dilema

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NATASHA

Me duele la cabeza, el cuerpo y casi absolutamente todo. He tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para abandonar mis cálidas sábanas, abrir los ojos y golpearme con la realidad.

Fue difícil conciliar el sueño la noche anterior, estaba en un maldito dilema con respecto a lo que pasó. Por momentos en la noche mi mente me decía que le hablara a la policía, pero ¿Qué les diría? Ni siquiera recuerdo el rostro de mi agresor, no de manera clara y precisa, solo esos ojos oscuros, esa asquerosa voz y su imponente físico. Después pensaba en la aparición de Christopher, como si él lo hubiera preparado; sin embargo, no había sido así, él, contra cualquier viento, no fue ese hombre sádico que había conocido, que deseaba verme sufrir, que quería estar entre mis piernas y hacerse mi dueño, siendo yo su mascota. El rubio de alguna manera había evitado el destino que me esperaba y eso se sintió, y se siente extraño.

Susporo acariciando mi melena oscura, mis dedos se enredan en mi cabello, tomando mechones especiales y jugando con ellos. Mi espalda se pega al respaldo de la cama, mis ojos buscan la ventana, la ven, ya salió el Sol, brilla tanto que ciega. Observo mi cuerpo destapado, mis rodillas heridas se ven perfectamente con ese pantalón tan corto. Las acaricio sintiendo como mi corazón acelera su ritmo, el recuerdo me invade, tomo aire profundamente y dejo escapar una lágrima.

Las huellas de unas enormes manos están marcadas en mi cuello, puedo tocarlas, me duelen, no solo físicamente, también mentalmente, sentir que estuve a punto de dejar de respirar, de ser un cartel de "se busca", de irme de este mundo sin siquiera arreglar todo lo que he ido destrozando en mi vida.

Ayer lo pensé, esta mañana también me cuestioné sobre si hacerlo o no. Mi teléfono está a mi izquierda, solo debo alargar la mano, tomarlo, buscar su número y llamar. ¿Acaso no extrañaba su voz? ¿Su mirada? ¿Sus abrazos?. Claro que extraño a mi padre, y lo necesité ayer para que me envolviera en sus brazos, secase mis lágrimas y me dijera que él está aquí, que me proteje.

" Los sueños no son para todos"

Al decir eso mentalmente, mi celular vibra con las notificaciones que me llegan, algunas sobre los grupos de clase, otras sobre mis amigas. Ya me imagino sus reclamos, y sin hablar de Mario, de quien tengo varias llamadas perdidas. Ayer estaba tan mal que no quería que nadie me viera, me pasé horas en la ducha y luego en mi cama.

Ruth: ¿Por qué te vas sin avisar?...

Empiezo leyendo en la pantalla principal.

"No lo sé"...

Ruth: Monse también se fue con un rubio que le susurró un montón de cosas sucias al oído...

En otro momento ese comentario me daría gracia, pero ahora solo me siento perdida. Entro a su chat y le escribo una excusa cualquiera para luego salir y marcar a Mario, debo devolverle una de las mil llamadas que me dió. El celular emite el ruido característico del proceso de llamada, un pitido, dos, tres y lo coje.

- ¿Nat?...- la voz de mi amigo sale como la de esos hombres sexys de las películas después de una noche de alcohol, grave y estremecedora. Me imagino sus ojos irritados tratando de acomodarse a la luz, su cabello rubio desordenado como si fuera un nido de pájaros. Tal vez esté sin camisa, mostrando su cuerpo, o simplemente esté mejor que yo y ya haya preparado el desayuno.

- ¡Buenos días!- finjo estar medio animada, con resaca, pero no de malas. Él tarda un tiempo en responder y otra vez su voz.

- Te fuiste sin avisar, ¿Estás bien?...- me pregunta.

¿Estoy bien? No lo sé, y no puedo responder con dudas y creo que tampoco con la verdad, ya que esa es solo mi verdad.

- Al salir del baño no te vi, te llamé y no contestaste, por lo que...

- Mario...- la voz de un hombre suena de fondo, no parece su padre, y suena de una manera tan confianzuda que me roba una sonrisa, pues parece que soy la única que no se la pasó bien ayer.

- Veo que no me extrañaste tanto...- le digo con picardía al mismo tiempo que evito el tema de mi desaparición. Su silencio me hace sentir como de lento late mi corazón, eso se prolonga. - Mario, ya puedes...

- Estoy ocupado, te llamaré luego...- dice apresuradamente. La voz vuelve a escucharse de fondo, no consigo oír que dice, pero sí escucho una risa algo siniestra.

- ¿Con quién estás?...- pregunto y mis palabras se quedan al aire ya que él cuelga rápidamente. Mis ojos se abren de la sorpresa e incredulidad, pero vuelven a su normalidad tras entender que igual no iba a seguir fingiendo estar bien.

Dejo mi celular a un lado y salgo de la cama en pijama y pantalón corto, estirando mis largas piernas, aún doliendo las heridas. Avanzo hasta la sala, el silencio y la oscuridad me invaden, hay pocos rayos de sol que atraviesan las persianas y crean un espacio cálido.

Caigo al sofá cansada, no tengo ganas de nada, ni de comer, incluso voy a llamar a Verónica para informar que no iré por un tiempo. Ir, ese verbo me da tanta gracia, es como si no tuviera suficiente con todo lo que me ha pasado. Hoy cumplo dos semanas de mi doble vida, y me ha pasado de todo, nada es normal en este mundo, desde la propuesta de Verónica, haber conocido a Christopher, bailado para él, que me hiciera daño, haber bailado para Morgan, mi amor platónico. Han pasado tantas cosas estas dos semanas que solo espero que se acabe el mes y que vuelva a ser yo, quiero irme de vacaciones, respirar, tomar el Sol y olvidar. ¿Acaso podré olvidar su voz?.

«-¿Estas bien?» Su voz me ha atormentado toda la noche, no sé si aumentando mi miedo o jugando con mi locura, porque cada que recuerdo que él trató de ayudarme, mi cabeza parece explotar mientras mi corazón se acelera.

«Mi chófer te llevará a casa?» Había sido tan amable que pareció ser otra persona, pero era él. Su voz y sus ojos son lo único que no puedo olvidar de él, además, su maldita manera de caminar como si el mundo le perteneciera y estuviera dispuesto a hacerlo desaparecer.

Nunca olvidaré lo que pasé, pero espero que él sí.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora