CHRISTOPHER
El edificio no tiene nada de peculiar, paredes desgastadas y una estructura que no llama en nada la atención. Va de acuerdo con la pobreza de este barrio, calles limpias pero míseras, personas de bajos recursos caminando por las aceras, ropa común, personas que viven limitadas por un salario de mierda. Seguro él es como ellos, solo hay que ver el lugar en el que residen sus padres, ver de que vertedero sale y como de monótona es su vida. Él es uno de esos idiotas que tratan de trepar a toda costa, lo que no sabe es que se equivoca. Christian ya cometió ese error una vez y nos costó a todos la vida, no volvería a hacerlo.— Es aquí señor...— me dice Lukas. Le miro por encima del hombro, reviso a mi alrededor por los ojos curiosos y doy un paso hacia el interior.
El lugar está tan podrido que hasta el ascensor se encuentra bloqueado. Maldigo por dentro viendo las escaleras de un material dudoso. Me resigno a subir por ella, mi arma y pegada a mi espalda, esta mañana estoy menos paciente que de costumbre.
A cada paso la madera cruje, así puedo escuchar como bajan un par de niños entre risas demasiado ruidosas. Nos cruzan sin reparar en nuestra presencia, por lo menos esta mierda de escalera tiene un tamaño aceptable. Tras esos mocosos baja una joven de largo cabello castaño, ojos intensamente verdes, los cuales pasan de mí en segundos y vuelven a las escaleras. Va en pantalones cortos y un top ajustado a sus senos, largas piernas y rostro de puta pervertida. Si no fuese porque vengo por otra cosa, me acercaría.
Al cruzar por nuestro lado una mochila de color púrpura cuelga en su espalda, cubriendo parte de su trasero. Niego volviendo la vista al frente, ella seguro es otra insípida, ni siquiera está tan buena.
— ¡Oye, Monse....! — de nuevo el ruido de esa maldita madera. Una pelinegra baja rápidamente por los escalones, su prisa casi provoca que golpee contra mí y ni siquiera repara en su estúpida actitud. — !Los biquinis!...— la oigo susurrar. La de los ojos verdes sonríe con culpabilidad, la abraza por los hombros y ambas bajan en silencio.
«Barrio de pobres»
Alcanzamos el primer piso y seguimos por esas molestas escaleras. Cada paso me irrita y mi corazón se siente de una manera extraña, como si algo tratase de advertirme de subir y golpear esa puerta. Tal vez a mi hermano le moleste, pero ¿A mí que me importan sus sentimientos?. Me importa la imagen de mi apellido y la estabilidad de mi negocio, y si él no quiere centrarse por las buenas, lo hará por las malas.
Sumergido en mis pensamientos un dulce aroma a cacao invade mis fosas nasales, un aroma suave, empujado por el viento con delicadeza. Su aroma, parecido al sabor de sus labios y de su piel. Mi pecho se oprime y miro por encima del hombro a la chica que está bajando con una mochila negra colganda en su espalda. Alta, morena de cabello negro, largas y preciosas piernas liberadas por un corto pantalón.
Mi mente enferma quiere creer que se trata de ella, mi deseo por volver a tenerla en mi poder detiene mis pasos y la observo detenidamente. Sin embargo, algo me obliga a negar, su cabello, el cabello de Adams es tan largo que se haría maravillas con él, pero el de esa chica que se aleja a cada segundo más es tan corto que a duras penas acaricia sus hombros, lacio, sin rizos ni pequeños enredos.
— Es aquí señor...— me informa Sergio, uno de los pocos hombres que me siguen frecuentemente, no me fío de él, pero ha sido leal en los últimos años.
Regreso la mirada al frente, una puerta de madera a la derecha nos recibe cerrada. Me arreglo el traje dejando de lado las estupideces, me acerco a la puerta y golpeo un par de veces. Son las diez, supongo que ya están despiertos. Aguardo unos minutos y vuelvo a tocar, nadie responde. Me alejo un poco de la puerta dispuesto a echarla al suelo, me preparo para hacerlo cuando la otra puerta se abre. Una adolescente de no más de quince años nos mira con indiferencia, revisa en interior de su casa y suspira cansada.
ESTÁS LEYENDO
BÁILAME (+18)
Romansa- Es lo que llevas deseando...- besa mi nuca e introduce dos dedos a mi interior. Gimo de inmediato contra la puerta, mis piernas tiemblan y siento que si no sostiene mi cintura acabaré desplomándome en el piso. Me embiste con sus dedos provocándome...