140. Dyn: La familia

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NATASHA

— Mi hijo...

— ¡Su hijo es responsable de sus propias decisiones!...— me atrevo a decir aún con el miedo en mí. — Dijo que me alejase y lo hice... Le dejé ir, cumplí sus órdenes...— eso último me provoca mucha amargura. — Ni siquiera me conoce y viene a echarme la culpa... ¿Acaso fui yo quien le disparó?...

— Tú...

— Claro que no...— me aparto lentamente. — ¿Me ve armada?... — sus ojos arden al seguirme con la mirada. — Son ustedes los que caminan por el mundo haciendo daño, ¿A cuánta gente han matado? ¿Cuántos les odian? ¿Cuántos enemigos tienen?...

Mis piernas tiemblan al retroceder, pero no puedo callarme. Ella no tiene ningún derecho de amenazarme, yo no hice absolutamente nada.

— Usted misma lo dijo... Su hijo es un monstruo, hace daño sin miramientos... ¿Por qué no querrían matarlo? ¿Acaso es inmortal?...

— ¡Cállate!...— sus tacones golpean con fuerza el piso a cada paso que da en mi dirección. Mi espalda vuelve a chocar contra la pared.

— Si busca un culpable vaya a otra parte o se castiga a usted misma, lo único malo que hice fue no evitar que se vaya...

«Me arrepiento»

«¿Te arrepientes?»

«Sí».

Fue mentira, pero su promesa no...

«A partir de ahora nadie volverá a perturbar tu calma...»

— ¿Quiere matarme?...— me enderezo ignorando mi situación. — ¡Hágalo!...

Meredith abre los ojos con sorpresa, su rostro se pone más serio y da otro paso.

— Y después explique a su hijo lo que hizo, usted me seguirá en poco tiempo...— aseguro sin vacilar.

— ¿Crees que le importas?...

«Yo me encargaré ›
«Yo cuidado de lo mío »

— No lo creo, le importo... Estoy segura que por eso vino a mí, porque tiene miedo a que su bestia se suelte y pueda ser transformado...

— Pierdes tu tiempo en intentar esa ridiculez...

— Eso no importa... Christopher se va a salvar y cuando lo haga los tres podremos tener una conversación sobre esto...— doy un paso hacia ella. Su pistola descansa en mi frente y le sonrío. — Después de todo, podría decir que es mi suegra y la familia no debe odiarse ¿Verdad?...

«Vamonos»

«Christopher»

Un recuerdo borroso llega a mí mente, un momento opacado por la angustia y la preocupación. La imagen de ese cabello resaltando en una esquina, esos ojos brillando en satisfacción y victoria.

— Porque ese odio puede hacer que sean capaces de matarse entre ellos... No queremos esos malos entendidos...— sonrío y de la rabia trata de agarrarme el cuello.

Antes de completar la acción la puerta se abre. Verónica nos observa con los ojos en llamas mostrando más emociones de lo normal. Da un paso hacia el interior, me mira, viaja a la rubia y se cruza de brazos.

— Natasha, ponte el abrigo y ve a la sala de espera...

— Yo...

— Ahora...— demanda.

Rápidamente cubro mi cuerpo y salgo con ella a mis espaldas, dejando a la madre de Christopher en el baño. Ninguna dice nada hasta que nos alejamos lo suficiente, casi entrando a la sala de espera es cuando me detiene.

— ¿Te golpeó?...— toca mi mejilla y me quejo.

— No fue nada...

— Cristopher saldrá de esta, pero mientras estamos aquí, no permitas que se te acerque... — advierte para luego entrar.

Cuando llegamos a donde están Christian y Mario las puertas del quirófano se abren y entran dos enfermeras corriendo.

— El paciente de la 17 está sufriendo una parada...— comenta una de ellas.

«¿Hablan de Christopher?»

Una luz roja parpadea sobre la puerta, es tan molesta que aparto la mirada. La puerta se cierra por un par de minutos y sale otra enfermera igual de agitada.

Mi corazón se detiene al ver cómo nos mira. La pena y la compasión colonizan su mirada mientras trata de acercarse a mí. Christian la detiene, agarra con fuerza su cuello y lo aprieta haciéndola temblar. Mario trata de alejarlo, pero es inútil.

— ¿Qué está pasando ahí dentro? ¿Por qué no sale ni un PUTO DOCTOR »...— grita tan alto que incluso yo llego a temerle.

— Se–señor, por favor...— suplica la enfermera.

— Christian, ya basta...— Verónica lo aleja bruscamente. La chica cae al suelo y suplica por respirar con normalidad.

No soy capaz de mover un solo músculo, me siento fuera de lugar. Fui valiente en el baño, pero ahora me siento atrapada.

— Disculpe...— dice la peliblanca ayudando a la enfermera. La chica acepta con mierda. — ¿Qué pasa con el hombre del tiroteo?...— susurra calmada.

— Hace poco entró en parada...

Mi cuerpo golpea con la pared, mis pies se sienten débiles y me deslizo hasta el suelo. Trato de respirar con calma, pero esa noticia no me lo permite.

«¿Cómo que parada?»

— Tuvieron que realizar una reanimación...

— ¿Está vivo?...— Christian vuelve a acercarse y el albino lo detiene.

«No estoy lista para escuchar esa respuesta, no me siento preparada»

— Lo pudieron estabilizar...— susurra aterrada. — Pero perdió mucha sangre y debe recibir una transfusión lo antes posible... El hospital no tiene un gran suministro y...

— ¿Qué tipología?...— pregunto saliendo del piso.

— Cero negativo...— dice y siento un golpe bajo.

Miro a Christian y niega, Verónica se aleja mostrando su molestia, Meredith se asoma en una esquina mostrándose como un témpano. Ninguno es compatible, excepto él.

— Mario...— doy un paso hacia él y agarro sus manos. — Tú, tú eres compatible... ¿Verdad? — recuerdo haber visto algo igual cuando estuvimos ingresados. Tienen la misma tipología.

— Mario...— Christian le mira y el albino se centra en mí. Acaricia mi rostro y deja un beso en mi frente.

— Tranquila...— susurra. — Yo puedo donar...— dice alejándose.

La enfermera asiente y le indica una puerta. El albino sigue sus pasos sin voltearse a mirarnos, avanza con el rostro inexpresivo. Sé que no lo hace por Christopher, lo hace por mí, por Christian y porque no puede dejar a una persona morir de esa manera, su corazón no se lo puede permitir.

La puerta se cierra y tomo asiento hundiendo mi rostro entre mis manos.

— Toda la vida diciendo que le eres leal a mi hijo y no eres capaz de donarle tu sangre, hipócrita...— la voz de esa vieja hace eco en la sala. La miro de reojo y le está hablando a Verónica. — Tú también eres compatible, pero seguro eres de esas personas que viven aguardando la muerte de otras para crecer...— suelta su veneno.

— Mi sangre no es válida en este momento y guarde sus comentarios sobre el negocio porque en este momento no se me ocurre otra persona que pudo lastimar a Christopher...

— ¿Cómo te atreves?...— se muestra indignada.

— No sería la primera vez...— responde mirando a Christian de reojo. Ambas se miran fijamente, el silencio es intenso, como si esas palabras guardan secretos turbios y oscuros.





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