118. Dyn: un regalo de tu novio

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MARIO

Mis manos se distraen realizando un arreglo de rosas mientras mi mente solo piensa en una sola cosa: la deuda. Nunca supe que mi padre había estado en una fuerte crisis económica, la tienda se iba a pique y en ese momento, Karlos, mi hermanito había enfermado. Él necesitaba una intervención médica muy costosa y eso les obligó a ir a unos prestamistas. Se callaron todo este maldito tiempo y para mi desgracia debía ser Christian el usurero.

Ayer por un momento creí que iba a matarme, que me pegaría un tiro y se iría como si nada. Lo hacía constantemente, yo mismo presencié una vez como le iba a cortar a un tipo el cuello. La imagen me pareció tan inhumana que rápidamente volví a mi cuarto y me encerré teniendo que oír las súplicas de ese pobre hombre.

Siempre dije que en un juego de depredadores y víctimas, Christian sería un gran depredador, pero nunca pensé que se daría el día en que dejase de ser un juego y literalmente le pusiera precio a mi cabeza.

En el fondo tenía la esperanza de que no lo hiciera, quería creer en su batalla interna, en como se enojaba y al mismo tiempo parecía querer mantener la calma.

«Vámonos...» fue un alivio temporal, pues ¿De dónde iba a quitar yo cien mil dólares?... Lo dije solo por la tensión del momento pero ahora ni mis padres ni yo sabemos cómo salir de este lío y menos queremos hacerlo saber a mis hermanos.

No salgo de un problema para caer en otro. No sé en qué momento me metí en esta maldita tormenta pero estoy cansado, me duele el alma y el corazón. Ayer tuve que ver la versión de Christian que tanto miedo le tengo, ví el diablo en su mirada, sentí su ira y como su odio hacia mí crecía.

«Es estúpido pensar en que algo pudo estar bien»

El ruido que realiza una maceta al romperse me saca abruptamente de mis pensamientos. Alzo la mirada observando a un hombre que revisa los estantes con poco interés. A sus pies está una de las macetas. Algo en mi interior se congela.

Es tan alto que alcanza los 1'90, ejercitado y vestido como uno de los hombres que siempre acompañan a Christian, aunque nunca lo haya visto.

— ¿Q-qué desea?...— susurro agarrando las tijeras con fuerza.

— No lo sé...— responde y la campanilla de la puerta indica la llegada de otra persona. No logro verla, se escabulle entre las estanterías mientras trato de seguirle con la mirada.

— Será mejor que se vaya...— advierto agarrando mi teléfono. — O llamaré a la policía...

— ¿La policía?...— una voz conocida me sorprende por detrás.

Alguien agarra mis manos, las retiene en mi espalda y estampa mi rostro contra la mesa. Algunas espinas se clavan en mi rostro y retengo un gemido de dolor.

— ¿Este culo es el que tiene a Christian loco?...— pregunta entre risas mientras se restriega contra mí. Me sacudo aún más asustado sintiendo el miedo recorrer todo mi cuerpo con su acción.

— Suéltame...— suplico con la voz entrecortada.

— ¿De verdad?...— se ríe en mi oído.

Mi corazón se detiene al sentir su mano acariciar mi muslo en ascenso hacia mi trasero. El otro tipo nos mira con indiferencia, las lágrimas no tardan en bajar por mi rostro, el asco y la importancia me golpean.

— ¿Vas a gemir mi nombre también?...— se ríe el guardia de Christian, Mac, este maldito desgraciado.

Eleva mi camisa y está por meter su mano en mis pantalones cuando entra un tercer hombre. Éste es castaño, se ve mayor y con unas cuantas canas.

— Será mejor que te detengas...— le dice severamente.

El tipo aprieta el agarre en mis manos, le escucho gruñir y se aleja de mala gana. Aunque nada más alejarse siento como la madera de la silla se rompe contra mi espalda. Caigo de rodillas, el aire abandona mis pulmones y un grito escapa de mi boca.

— Entonces...— patea mi espalda y mi rostro golpea los armarios de la mesa. Rápidamente  la sangre baja por mi rostro. — Cumplamos la orden...— su mano agarra mi cabello con fuerza y tira de mí hasta los otros dos.

— No, suéltame...— suplico en vano

— Idiota...— el más alto golpea mi abdomen con su puño. Me retuerzo de dolor. — Hoy no venimos en obra de caridad...

Mac me lanza contra uno de los estantes, mi cuerpo cae con todas las macetas al piso. Grito adolorido, varios pedazos se incrustan en mi cuerpo, el aire sigue sin sintiéndose pesado y aún más al ver mi camisa llena de sangre.

— Esto es un recordatorio...— el castaño me agarra del cuello de la camisa y golpea mi rostro varias veces. Con cada golpe siento que se me destroza la cara, mi piel se abre, la nariz se rompe con el cuarto y escupo algo de sangre.

— Los Wagner...— vuelve a hablar Mac arrastrando mi cuerpo por encima de la arcilla rota, para luego arrojarme a sus pies. Una sonrisa se dibuja en su rostro, agarra una maceta y la deja caer con fuerza sobre mi pecho.

El dolor se hace insoportable, trato de arrastrarme y salir de ahí, pero las macetas siguen golpeando contra mi cuerpo. Sus golpes llegan por todos lados, siento como mis huesos se rompen en mi interior, duele como el infierno. Las lágrimas se mezclan con la sangre que baña mi rostro, mi mente se nubla y llego a un punto en el que ya no siento nada. Todo se queda vacío, dejo de oír sus voces, sus risas, de sentir sus golpes... No siento nada.

Lo último que llego a escuchar antes de perder la conciencia es la voz de Mac diciendo en alto: es un regalo de tu novio.

«Christian»

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Dyn: mi pobre albino🥺🥺

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