61. Pecar en lo prohibido

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NATASHA

Las manos que me acarician por la espalda queman mi piel, su toque es tan posesivo que siento que me voy a desvanecer entre sus brazos. Mis ojos son incapaces de ver nada con claridad, entre el alcohol y las luces me ciego totalmente y solo dejo que mi cuerpo disfrute de la noche. Hoy nada me importa.

El cabello negro del chico que me abraza por detrás acaricia mis hombros desnudos, haciéndome estremecer. Inconscientemente ladeo mi cabeza dándole cabida para que ataque mi cuello, así siento sus labios en esa zona, fríos como sus manos. Me besa suave, mi piel se siente como la porcelana y gimo al sentir sus dientes. Le veo sonreír cuando siento sus manos bajar a mi trasero y apretarlo con fuerza contra su erección. Jadeo y se restriega contra mí.

- ¿Dónde has estado todo este tiempo?...- me susurra al oído. Su aliento vuelve a acariciarme mientras escucho su caótica respiración. Avanza por mis caderas hasta el final de mi diminuto vestido y se detiene ahí jugando con sus dedos.

- No lo sé...- gimo sintiendo que todo mi cuerpo es un completo caos.

Me voltea quedando de frente y sin más vuelve a atacar mi cuello, esta vez con más intensidad. Es como si no estuviéramos bailando, sino a punto de coger y la verdad me importa una mierda.

- Quiero cogerte...- me susurra agarrando mi cintura y pegándome a su cuerpo. Es alto por lo que mi rostro golpea ligeramente contra su pecho.

No le respondo, tampoco me aparto. Acaricia mi mejilla con la otra mano, me obliga a verlo y está por besar mis labios cuando algo me obliga a detenerlo: sus ojos, son verdes. Pongo mis manos sobre su pecho y me aparto de él, me mira confundido, pero no soy capaz de articular palabra, solo susurro un «lo siento» y salgo de la pista.

Desde lejos puedo ver a Monse y Ruth bailando con otros chicos igual de atractivos que el pelinegro, ignorando mi ausencia. Mario dijo que no se encontraba bien por lo que no pudo venir, me gustaría que estuviera, así podríamos divertirnos más.

Entro al lavabo con las piernas temblando y la respiración a mil. Ese chico sabe cómo tocar a una mujer, dónde besar y como hacerte perder la razón, pero le falta algo que no consigo entender. Odio el color de su cabello, quiero que sea dorado, que sus ojos se oscurezcan como un día de tormenta y no que brillen como las hojas recién salidas.

- Eres idiota...- me digo mojando mi rostro. Casi no llevo maquillaje por lo que no es un problema.

Quiero dejar de pensar en ese maldito. Ahí fuera hay un chico que me atrae y con el que tal vez quiera algo de más de una noche, dependiendo de cómo de buena sea la noche. Es totalmente de mi tipo: alto, guapo y experimentado. ¿Por qué mierda no me dejo llevar? ¿Por qué no me fundo en sus labios hasta ya no poder respirar?. Quiero sacarme esa maldita sensación de vacío que me dejó Christopher y el alcohol no ayuda, solo me hace revivir los recuerdos de como me hizo suya.

Él tenía razón, nadie había sido tan rudo conmigo ni tampoco me había dejado sin poder caminar. Él había sido el primero, pero no el último...

Vuelvo a mojarme la cara, sonrío, me arreglo el escote y salgo dispuesta a continuar, no sin antes pasar por otra copa.

- Un vodka con hielo...- pido tratando de parar con esa bebida que creo que está adulterada.

El chico me mira sin ningún descaro, baja su mirada a mi escote y sonríe con picardía.

- ¿Ves algo que te guste?...- le pregunto sin estar incómoda, pero sí molesta.

- Sí...- se voltea y me ofrece la copa. - A ésta invita la casa...- me sonríe ampliamente y clava sus ojos grises en mí. Por un segundo creo ver a Christopher y le correspondo la sonrisa. Me doy un golpe mental por esa estupidez y me la acabo de un trago para luego cerrar los ojos por unos segundos.

- No deberías beber así...- me dice.

- Estoy disfrutando...- respondo abriendo los ojos, pero ahí ya no hay nadie. Imaginaciones mías.

- Puedes disfrutar con cuidado...- vuelvo a escuchar otra voz. Hago girar mi silla y me congelo al ver de quién se trata. Mis ojos se abren de la sorpresa, él mantiene la calma y eso remueve aún más mi interior.

Lleva una camisa azúl de mangas largas, casual, no tan formal como siempre, acompañada de unos pantalones negros, vaqueros para ser específicos. Su cabello castaño y algo desaliñado cae sobre su frente, dejando solo unos pocos espacios para captar esos hermosos ojos miel que parecen ver todo lo que guardo por dentro. La barba sin cortar, se nota que es de un par de días.

Sorpresivamente en su mano derecha sostiene una copa de esa bebida azulada de la que me he desecho.

«Esta noche está siendo muy extraña, tanto que detengo delante a mi fantasía prohibida de un largo año ».

- ¿Por qué hay que tener cuidado Morgan?...- le pregunto con una sonrisa coqueta, olvidando todo aquello que me impide hacer lo que estoy dispuesta a cometer. Él niega sonriendo y me derrito con esa sonrisa tan hermosa y perfecta.

- No lo sé...- responde bebiendo de su vaso sin quitarme la mirada de encima. - El alcohol hace que las personas cometan locuras...- su advertencia suena tan sexi que no puedo evitar cruzar mis piernas para acomodarme aún más. Antes no lo había hecho porque al hacerlo ese vestido se hace más corto, pero me agrada como capta su atención, como su mirada las recorre y al llegar hasta mis ojos sonríe algo tenso.

- Eso a veces es bueno...- le susurro dejando una mano caer sobre mi muslo, la sigue y vuelve a sonreír. - Hay locuras que valen la pena...

- No lo creo...- niega con la cabeza. Suelto una pequeña risa y me inclino hacia él, no se aparta, pero luce intimidado. De cerca puedo percibir su dulce y adictivo aroma, fresco y apetecible.

- Yo sí...- me acerco a su oído y nuestros pies se rozan por la cercanía. Un escalofrío recorre mi cuerpo. - Y creo que es tentador enloquecer en este momento...- mi cabeza ya no piensa con claridad, solo se deja llevar.

- ¿Qué locura quieres cometer, Natasha?...- me pregunta y por segunda vez en esa noche siento el aliento de un hombre en mi cuello, pero esta vez de uno al que deseo con locura. Sus dedos rozan mis rodillas, no sé si equivocadamente, pero con solo eso me siento al límite.

- Pecar...- le susurro sobre los labios, no se aparta y me sonríe.

- Pecar está prohibido...- dice eso; sin embargo su voz está tan ronca que estremece a cualquiera.

- Pues juguemos a lo prohibido...- llevo mi mano a su mejilla y antes de que pueda apartarse le robo un beso.

«Sí, lo hice, probé los labios de Morgan y son mi sueño cumplido»

No me rechaza, no como lo esperaba, ya que rápidamente me corresponde iniciando un beso profundo que yo dirijo al ganarle en intensidad. La mano en mi rodilla sube por mi muslo quemando cada porción de piel que toca, para luego avanzar hasta meterse entre mi vestido. Tiemblo al sentir la cercanía de esa mano a mi intimidad, la otra atrapa mi cintura y me obliga a pegarme aún más a él. Mi cuerpo tiembla, mi corazón se acelera y me pierdo en ese maldito tacto. Aunque éste pronto desaparece dejándome más vacía.

Se separa con la respiración peor que la mía, sus ojos miel me buscan y suspira con fuerza al encontrar los míos.

- Esto no está bien...- me susurra y al unísono vuelve a mis labios con más deseo y pasión, más intensidad, volviendo a ser el único que ocupa mi mente.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora