51. ¿Dónde estoy?

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NATASHA

« Eres un idiota al no abrir los ojos y ver a la desgraciada que tienes como esposa...» por fin lo decía, ya no podía soportarlo y lo dije. Tal vez debí callarme.

«¡Cállate!...» la primer vez que alzaba su mano y me pegaba, él me había pegado, a mí que siempre fui su cielo. Me apartó por alguien que no vale la pena.

« ¡Te está engañando! ¿Por qué no puedes verlo?... Ella no te quiere...»

« ¿Y tú sí?...» por primera vez había una definitiva en su mirada, se estaba rindiendo. « Siempre te he dado todo lo que has necesitado, siempre he estado ahí para ti en las buenas y en las malas, en tus días felices y cuando enfermabas, en cada recaída he estado a tu lado... y ahora que quiero ser feliz tú no puedes apoyarme... ¿Por qué no puedes apoyar mi felicidad?...» tenía razón, siempre estuvo, pero ahora ya no.

« Porque te estás mintiendo, nos estás mintiendo...»

« Soy feliz y eso es lo importante, aunque sea una mentira, soy feliz...»

« Solo eres feliz en tu ignorancia...»

« Ya está Natasha, me rindo...»

¿Por qué te rindes? ¿Por qué lo haces? Siempre has estado para mí, siempre he estado para ti... ¿Pue qué me dejas? ¿Por qué te olvidas de mí? ¿Cómo puedes dejarme sola? ¿No sabes que te necesito?... Te necesito, necesito tu calor, hace mucho frío, papá.

«Mucho frío...»

« Recuerda nunca perder de vista tus medicinas ¿Entiendes?...»

« Claro papá...»

« Esto solo es una etapa, va a pasar y el día que lo hará saldremos a pasear por esos jardines que tanto amas...»

« Papá tengo miedo...»

«Estoy aquí...»

Me duele la cabeza, los ojos me pesan como si fueran de metal, trato de mover mi cuerpo y no reacciona. Volvió a pasar. Respiro con calma por un tiempo, mientras mi cuerpo se va despertando de ese cansancio insufrible. Al hacerlo, mis manos acarician la suavidad de una cama cubierta por cálidas sábanas, son tan suaves que me adormecen aún más. Avanzan sobre mi cuerpo, alcanzan mi costro y lo golpean con algo de fuerza, deseando que se abran mis ojos y pueda ver con claridad la situación.

Mis ojos se abren lentamente, la luz del techo me irrita, una lámpara algo lujosa para ser la de mi cuchitril. Me muevo hacia mi costado derecho viendo un gran ventanal que da a la ciudad, una vista hermosa del amanecer me recibe y se siente tan cálido que parece irreal, y claro que lo es ya que en mi piso no hay nada de esto, es un sueño. Cierro los ojos y los abro esperando volver a mi realidad, pero nada cambia.

Salgo de la cama sorprendida, no sé en qué lugar estoy, es un cuarto amplio de paredes blancas, con una cama enorme y muchos ventanales, demasiados.

¿De quién es esta casa? Me pregunto. Volteo a ver la salida y me doy cuenta de algo terrible, no estoy con mi ropa, no llevo puesto nada mío. Llevo una camisa negra de hombre y unos pantalones del mismo género.

- ¡Joder!...- me toco el rostro. No tengo la máscara, ¿Quién me la ha quitado?.

Siento que el corazón se me va a salir, la mente me confunde, por un momento reconozco unos ojos grises, por otros, azules. El cabello rubio de ese sádico, pero también una cabellera larga de un color que no recuerdo con exactitud.

- ¿Qué mierda has hecho Natasha?...- me regaño saliendo de la habitación.

Un pasillo de paredes igual de blancas me recibe, hay varios espejos y lámparas de cristal colgadas del techo. Parece un maldito palacio y lo confirmo al ver las escaleras de soportes de color dorado, no tan largas, pero sí con una meta ansiada, una puerta que supongo es la salida.

Bajo las escaleras con los pies descalzos y a una velocidad no muy recomendable, pero ¿Qué importa la velocidad si debo huir de aquí? ¿Y si estoy en su casa? ¿Qué me habrá hecho? Yo...

- Mierda...- me resbalo a tres escalones de la planta baja y me preparo para un impacto que nunca llega, ya que unos fuertes brazos me sostienen. El miedo me recorre el cuerpo, no quiero ver de quién se trata, que sea cualquiera menos él, por favor.

- No te mates en mi piso...- la voz de Verónica me obliga a ver a quien me sostiene, quedando a centímetros de su rostro. Sus ojos azules me observan en calma, su cabello se recoge en una cola perfecta, está casi desnuda, con una bailarina deportiva y unos pantalones largos parecidos a los que llevo puestos.

Me ayuda a bajar las escaleras para luego alejarse e irse hacia una amplia cocina bien equipada. Su espalda casi desnuda muestra un montón de tatuajes que siempre esconde bajo sus trajes. De espaldas no tiene ningún parecido con una mujer, sin ofender, ella da un aire de masculinidad muy imponente.

- ¿Café?...- me ofrece una taza y niego con la cabeza.

- ¿Qué hago aquí?...- pregunto acercándome. Ella bebe de su café y me mira como si estar aquí es lo más normal del mundo.

- Te desmayaste y no tuve otra opción...- se estira y sus brazos ejercitados se marcan como nunca. Esa imagen me distrae, pero no por mucho tiempo, ya que la palabra «desmayo» me golpea el pecho.

- ¿D-desmayada?...- arrugo el entrecejo pensando en cuántos problemas habré causado.

- El doctor dijo que no era nada grave y que debías evitar situaciones que te alteren... Supongo que ayer tu encuentro con Christopher debió ser desagradable...- me dice y no la entiendo, no estuve con Christopher, no con mis cinco sentidos.

- ¿Christopher?...- trato de aclararme la cabeza. Ella me mira, vuelve a beber de su café y suspira.

- Tómate el día para descansar, y si no estás bien para regresar mañana, solo avisa...- pasa a mi izquierda abriendo una enorme nevera de la que saca una jarra de jugo de naranja. Sirve un vaso y me lo acerca. - Puedes quedarte a desayunar...

- No, gracias...- susurro revisando el lugar con la mirada a ver si encuentro mi bolsa.

- Está en el sofá...- parece leerme la mente.

Camino hasta ella, la abro y saco mi teléfono, tengo varias llamadas perdidas de Ruth, ¿Habrá pasado algo?. Mis zapatillas están a los pies del sofá, me las pongo y luego observo mi cuerpo.

- Puedes llevarme la ropa al club...- dice y asiento agradecida. Tomo mis cosas y me apresuro a salir. Ella me observa desde la cocina con esos ojos azules que atraviesan el alma.

- Gracias y lamento los problemas que haya podido ocasionar...

- No pasa nada...

Abro la puerta y salgo a un largo pasillo. El ascensor parece estar al fondo, ya que hace un ruido característico al abrirse, indicando que alguien ha llegado a esta planta. Doy un paso hacia esa dirección, pero al ver quién llegó me detengo. No luce como los días normales, su cabello está más desordenado, sus trajes se han reemplazado por una camisa gris que se talla a su cuerpo y muestra sus fuertes brazos llenos de tatuajes que al igual que Verónica siempre tapa bajo esos trajes. Unos pantalones largos de deportes parecidos a los que llevo puestos y unas botas.

Tiene mala cara, como si no ha dormido nada. En su mano derecha sostiene un cigarro recién encendido y el la izquierda un arma. Sí, está armado. Mira a mi dirección y empieza a acercarse, yo no soy capaz de pasar por su lado, ¿Y si me detiene? ¿Y si me reconoce? ¿Y si en verdad viene por mí?.

No veo otra salida que las escaleras.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora