96. Dyn: Domíname

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VERÓNICA

Mi celular suena sobre la mesa terminando de recibir las imágenes de lo que fueron las vacaciones de Ruth. Lo sé, es algo loco, pero desgraciadamente por más que quiera retener mis crueles instintos, éstos encuentran la manera de salir.

Las imágenes que recibo no hacen más que incrementar el enojo que tengo desde que se fue despidiéndose solo con un mensaje. ¿Acaso me estaba evitando? ¿No debí ser tan complaciente?.

Y ahí estaba mi respuesta, en un conjunto de fotografías: cogidas de las manos, bailando pegadas, riéndose y por último, compartiendo un beso.

Siento como mi sangre comienza a arder en mis venas, sin darme cuenta comienzo a apretar el celular y no me detengo hasta recibir la llamada de mi seguridad. Observo de nuevo la pantalla y dejo mi teléfono caer al sofá, no estoy para hablar con nadie.

Paso mis manos por mi cabello con frustración, me froto la cara y respiro con fuerza sin poder contener la rabia. La imagen con Natasha no era una amenaza, pero con esa chica...

Unos fuertes golpes a la puerta hacen que desvíe mi atención, observo el celular y de nuevo la entrada. Por puro instinto agarro mi arma, la cargo y me acerco. Los golpes cesan al acariciar el pomo, escucho una fuerte respiración y algunos susurros.

Abro la puerta apuntando a la persona al otro lado, sin embargo al ver de quién se trata la bajo antes de que ella eleve la mirada y la vea. Cuando sus ojos buscan los míos me sonríe tiernamente y antes de poder reaccionar se lanza a mí uniendo nuestros labios como una fiera desesperada. Me empuja con los brazos intensificando el beso, de manera que no tenga tiempo de separarme y confrontarla, solo de echar el arma aún lado.

Su boca sabe a alcohol, sin embargo, eso no quita lo adictos que son sus labios. Me envuelve el cuello con sus brazos y solita se alza para abrazarme con las piernas. Mis manos sostienen su trasero, suave y perfectamente moldeable ante mis manos.

— Te extrañé...— susurra sobre mis labios. Una sonrisa pícara se asoma y vuelve a besarme.

Sus manos acarician mi cabello importándole poco que esté retrocediendo sin siquiera mirar por donde voy. Mis pies golpean con el sofá y caigo de espaldas con ella encima.

— Ruth...— trato de detenerla y baja a mi cuello mordiendo mi piel de una manera tan excitante que mi cuerpo arde en deseo.

— Te extrañé, ¿Sabes?...— se separa quitándose la camisa, dejando ver un bikini gris que se ajusta perfectamente a sus pechos. Mis manos viajan rápidamente a su abdomen y suben amasando esa zona tan delicada.

Gime sin control alguno mientras se remueve sobre mí, creando una fricción excitante. Suelta su cabello y dirige sus manos a mi camisa, deshaciéndose de ella con desespero.

— ¿Te he dicho alguna vez que eres la chica más atractiva que he conocido?...— me pregunta entre risas. Está borracha y eso me pone algo incómoda.

Detengo sus manos antes de que toquen mi abdomen y las aprieto poniéndole fin a su acto de valentía. Arruga el entrecejo y pone cara de cría haciendo berrinche.

— ¿Qué haces aquí?...— pregunto endureciendo la voz.

— Verte, besarte y...— trata de soltarse. — follar contigo...

Su sinceridad me provoca una sonrisa traviesa, de verdad que si no estaba borracha me la comería, pero tengo mis propias reglas. Además, la imagen de ella besándose con la otra chica me enfurece.

— ¿Ahora sí quieres estar conmigo?...— me siento y ella frunce el ceño.

— ¿Por qué lo dices de esa manera?...

— ¿Tanto te gustó el beso de esa chica?...— pregunto molesta y sin poder asimilar esa imagen.

— ¿Cómo sabes eso?...— sus ojos oscuros me inspeccionan. Ni siquiera lo niega.

— ¿Eso es lo que importa?...— cambiamos de posición . Ella queda de espaldas al sofá y sostengo sus manos por encima de la cabeza, haciendo mucha presión. — Te fuiste dejándome un puto mensaje...— el reclamo sale de mí sin poder filtrar mi enojo. — y regresas borracha y con los labios cogidos por otra persona.

— Fue un beso de amigas...— se excusa.

— ¿Un beso de amigas?...— aprieto el agarre en sus muñecas y se queja. — ¿Cómo de amigas?...

— Verónica...— gime adolorida y moviéndose. Veo una pequeña lágrima bajar por su mejilla, niego con la cabeza y la suelto guardando una distancia prudente.

— Lo siento...— me alejo a abrumada.

Evito su mirada y camino hacia la cocina. No puedo descontrolarme de esa manera, nunca acaba en nada bueno. Me sirvo un vaso de agua para refrescarme la garganta, me lo acabo y ella sigue ahí sentada viéndome con esos ojos de inocencia pura.

— Deberías irte...— susurro cansada.

— ¿Por qué?...— se levanta caminando hacia mí.

— Estás borracha y no sabes lo que haces...

— Claro que lo sé...— se desabrocha el pantalón y lo deja caer mostrando el complemento de su bikini. — Llevo tres meses deseando estar aquí, volviendo a ser tuya completamente...— se detiene a centímetros de mi boca. — Estoy borracha, pero consciente...— susurra y deja un corto beso en clavícula.

— No querrás ser mía en este momento...— aseguro sabiendo como la trataría.

— Eso no debes decidirlo tú...— me abraza por el cuello. — Tampoco tienes porqué contenerte...— me susurra al oído y suelto un jadeo. — Domíname...

«Que gran error?»



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