119. Dyn: Tarde

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CHRISTIAN

Por motivos de seguridad consigo salir de ese hospital, ya cayó la noche, pronto darán las nueve y estoy obligado a descansar sobre esta maldita cama. Mi hermano me ha arrastrado a la casa familiar con la excusa de que la mía está destrozada y que es más segura. No sé que entiende Christpher por seguridad, pero este lugar no es de mi agrado.

Me aparto de la ventana, siento la boca seca y los ojos cansados, sin embargo no quiero dormir, no soportaré otra pesadilla más. Reviso con la mirada la bandeja de la cena, solo fruta y sopa, ¿A quién quiere matar Christpher con eso?...

Solo agarro la manzana, le doy un mordisco mientras observo mi teléfono. No sé porqué tengo la sensación de que algo está pasando, esa angustia se suma al deseo repentino de llamar a Mario, de oír su voz, aunque solo me vaya a insultar y despreciar.

Mi pecho se aprieta con solo pensar en él, es un sentimiento asfixiante, tanto que decido salir. Necesito verlo. Sé que dije que no me iba a interponer pero es mentira. Pienso hablar con Meredith, ella lo sabía, lo hizo queriendo y ésta es una más de las razones por las que prefiero salvar a un desconocido que quedarme con ella.

Al salir un par de guardias me cierran el paso. No son míos sino de Christpher, seguramente lo hizo porque éstos no van a obedecer mis órdenes.

— El señor dijo que se quedara en su cuarto, si necesita algo, pídalo...

— Voy a hablar con mi madre, si eso está prohibido, llamen a Christpher...— les amenazo con la mirada, pero solo me ignoran y continúan cerrando el paso. — Debo darle un informe...— insisto y cansado aparto al más débil y echo a correr por el largo pasillo del primer piso.

— Señor, no haga eso...— me gritan viniendo a mis espaldas. Cruzo las grandes puertas de la segunda sala y me desvío al pasillo más restringido de ese piso. El pasillo de Meredith.

El silencio ocupa todo el lugar, detengo mis pasos para caminar con sigilo. Si Christpher dejó ahí los guardias eso quiere decir que habrá dado la orden de que no me dejen salir de la mansión.

— ¿Ya hicieron el trabajo?...— escucho la voz de mi madre y me escondo en un punto ciego. A su lado va su hombre de confianza un castaño que lleva con ella desde que tengo memoria.

— Como mandó, señora...— caminan hacia mí, pero no tengo salida, solo me queda esperar.

— Espero que no haya quedado dudas...

— No, señora...

— ¿Está muerto?...— pregunta y mi corazón siente una extraña punzada.

— El hijo de Hank Benet no sobrevivirá a esta noche, se lo aseguro...

«Benet...» ese apellido ronda mi mente hasta encontrar la luz. «Mario»

El frío que recorre mi cuerpo me paraliza. Ellos pasan a mi lado sin notarme y continuando con su conversación.

— Mac se encargó de que muera desangrado...

«Mac»

— Muy bien...

Sus pasos se alejan al ritmo en el que late mi corazón, siento el peso de esas palabras y arden. La ira y el miedo colonizan mi cuerpo, me aparto de mi escondite y rápidamente entro al despacho de Meredith, tomando una de sus armas y saliendo por la ventana del primer piso.

Mi viaje hasta el garaje se siente como una cuenta regresiva. Soy incapaz de pensar, todo me lleva a Mario y me imagino el montón de atrocidades que le habrán hecho. No quiero creer en sus palabras, no puedo creer que esté muerto o que se esté muriendo.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora