25. Quiero jugar.

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NATASHA

Todavía no puedo creer lo que pasó en ese cuarto, no me creo que haya acariciado mi fantasía sexual y me haya tenido que detener por el anonimato. Su mirada, esos ojos viéndome con deseo reprimido. El calor de su cuerpo. Con él la situación de Christopher pasó a ser insignificante, después de todo Morgan es el único hombre que me enloquece.

Acabo de cambiarme, volviendo a mis vaquero y a mi camisa negra, sobre la que se despliega un abrigo gris. Últimamente no hace tanto frío, pronto acariciaremos los meses de infernal calor, solo que en las noches las calles se sienten frías.

Agarro mi bolsa y me despido de las chicas con una sacudida de manos y un «nos vemos mañana ». Con las piernas todavía temblando evito pasar por el club, pues no quiero encontrarme por error al castaño, no sería capaz de resistir.

Tomo un pasillo que avanza desde la puerta de los vestidores - en dirección contraria al escenario -, a la salida trasera que solo he utilizado dos veces, arrepintiéndome por el miedo de ese frío y vacío callejón. Bueno no tan vacío, pues al salir están dos gigantes de esos con los que no te metes para evitar la fractura de todos tus huesos.

Saludo amablemente con una pequeña sonrisa, les cruzo y me paro en el inicio de ese frío y lúgubre callejón. Tomo aire con calma, lo suelto y continúo mi camino. Por mi mente pasan mil cosas, pero la que más se repite es esa voz en mi cabeza que me regaña por haber dejado pasar esa oportunidad, pero, la verdad es que lo que hice fue imprudente, debí guardar las distancias y evitar acercarme tanto, después de todo, alguien que me conoce muy bien puede reconocerme aún con esta máscara. No sé si él conozca y distinga mi mirada, pero debí evitar tanto contacto.

Mis botas golpean pequeños charcos de agua que marcan el final del callejón y el inicio de una calle principal no muy transitada, pero sí iluminada. Suspiro al haber superado otra noche más mi miedo a ese lugar, incluso me atrevo a sonreír, pero la sonrisa es tan fugaz que pronto me invade a amargura.

A unos cuantos pasos del callejón, en la dirección que debo tomar hay tres autos negros aparcados, dos de ellos son todoterrenos tan grandes que llaman la atención a distancia. El tercero es un deportivo de último modelo, tan oscuro como el traje que se apoya a la puerta del copiloto.

Christopher está fumando a unos pasos de mí. Su cabello rubio se ve algo mojado, su mandíbula se tensa como si está enojado o pensativo, es difícil de descifrar. Su mirada no se aparta del mechero que prende y apaga en un juego de niños. Así de cerca se aprecia mejor su intimidante figura, es tan alto que supongo que está entre los 1'85 o más. El traje detalla sus enormes brazos, que se tensan en su pequeño juego. Su cuerpo ejercitado se aprecia con facilidad debido a la forma en la que el traje está tallado a su cuerpo, es como si se ha hecho para desear quitárselo.

- ¿Jen?...- su voz sale tan grave y repentina que me estremece. Esos ojos grises se hacen hueco entre el cabello que cubre su frente, dejando ver una mirada intensa y algo amenazadora.

Trago grueso, agarro mejor mi bolsa y decido continuar a paso apresurado, como si no hemos tenido ese encuentro de miradas e ignorando su presencia.

Le oigo suspirar, el cigarro que antes acariciaba sus labios cae al suelo y lo aplasta con sus botas negras. Sigo avanzando, pero al pasar por su lado se interpone con su cuerpo, haciendo que por poco me golpee contra su pecho. Freno bruscamente y busco esa mirada de cielo gris, estoy molesta, pero él mantiene la calma.

- Déjame pasar...- susurro sintiéndome una hormiga ante esos ojos de depredador. Él sonríe, mira por encima de su hombro por unos segundos y vuelve a mí.

- ¿No existe ninguna ocasión en la que seas amable?...- pregunta y eso me suena irónico.

- Mi amabilidad está restringida, es solo para seres humanos...- le respondo tomando evitando su intimidación.

- ¿No me consideras un ser humano?...- me susurra al oído, es tan repentino que no puedo negarme a esa cercanía. Siento su aliento acariciar mi piel y mi interior se contrae, es como si me estuviera envenenando para no poder apartar la mirada de sus ojos ni alejarme.

- Usted es quien considera a las personas como mascotas...- le recuerdo nuestros anteriores encuentros, volviendo a sentir repulsión hacia él.

Retrocedo un paso y trato de continuar con mi camino, pasando por su lado, pero él vuelve a cerrarme. No me asusta tanto, pero quiero irme a casa.

- ¡Si no tiene nada que hacer yo si! ¿Entendió?...- vuelvo a hacer otro intento y fracaso.

- Ahora mismo me apetece llevarla a cenar...- me dice calmado, con una pequeña sonrisa asomada en su rostro y una mirada amenazante.

Sus palabras me golpean de una manera que ya no sé si enojarme, golpearlo o irme como si no le he escuchado. Es tan ridícula su propuesta, ¿Cómo iría a algún lugar con ese loco?.

- Son las dos de la mañana...- digo con obviedad. Que plan tan absurdo, si se diera una oportunidad de que yo perdiera la cabeza y aceptara, ¿Qué restaurante está abierto a las dos de la mañana?.

- Eso no es un no...- da un corto paso. Sus botas golpean levemente con mis zapatillas. Alzo la cabeza para verlo mejor y de nuevo vuelve a mí ese sentimiento de insignificancia que me transmiten sus ojos. - Puedo llevarte entonces a otro lugar...- hay picardía en su voz por lo que rápidamente entiendo de que se trata su invitación.

«Maldito desgraciado »

Ya no sé cómo salir de aquí así que pienso en algo que le digo a los chicos que no me importan, esperando que este enfermo lo entienda.

- Mi novio me está esperando...- miento, lo hago muchas veces.

- Puede seguir esperando...- me dice calmado. Acerca su rostro al mío, retrocedo evitando tanta cercanía y él sonríe ante mis mejillas coloradas. - Además, no creo que él tenga pensado jugar esta noche...- se arregla el traje y suelto un suspiro. - Jugar contigo sería divertido...

No sé porqué mi corazón se acelera con el verbo jugar, sé que no se refiere a eso y que es grosero, pero esa pizca de perversión al decirla me estremece, es como si tratase de levantar algo reprimido en mí. Su arrogancia y confianza es tan irritante que me centro en ellas par a poder detener los delirios de mi corazón.

- Guarde esos comentarios para alguien que caiga en su juego...- mi taxi se está acercando, por fin me podré ir.

- Tú lo harás, lo sé...- se muerde el labio inferior, lo agarra con esos dientes perfectos mientras me mira como si lo que sostienen sus dientes no son sus labios sino mi piel

El taxi que pedí desde el vestuario se detiene frente al deportivo. Chris lo mira sobre su hombro y luego a mí. No digo nada, mis palabras no salen, me siento como la sirenita, sin voz.

Doy tres pasos hacia atrás, agarro mi bolsa y a saltos, porque no son pasos, salgo corriendo de aquí. Me acerco a mi taxi, me subo y con el manejo del conductor pierdo al rubio y su demencia de vista.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora