NATASHAEs domingo, odio los domingo, a veces avanzan lento, otras ni se notan, pero todos son igual de pesados. Nunca tengo ganas de salir de la cama, pocas veces salgo a que me de el Sol y hoy no sería la excepción, pero sí es diferente, porque no solo no quiero levantarme por ser domingo, también por la culpabilidad de lo que hice ayer por dinero.
Mi alarma suena a un costado, marca las ocho en punto, muy temprano, pero he quedado con un amigo para ayudarlo. A un lado de la alarma está el sobre que me dio Verónica, algunos dólares sobre salen del mismo. Ayer decidí contarlo, eran dos mil dólares, casi mi deuda completa, solo faltaban quinientos dólares y estará completa.
Pensar en ese dinero me hace pensar en cómo lo conseguí, en cómo ese imbécil me amenazó y lastimó.
Acaricio mi muñeca, aún conserva la marca de su mano, un claro recordatorio de todo lo que no debo hacer. Mi teléfono vibra a un lado del sobre, me asomo y es Mario, pregunta si voy a venir, y lamentablemente había prometido ayudar. Algo en mí quiere darle una excusa y quedarse en la cama, pero no puedo, hace mucho tiempo que me pidió este favor.
«Nos vemos en la floristería en dos horas» le envío y salgo de la cama.
En el sofá de mi cuarto está ese traje de marinera, de solo verlo me arde la sangre, lo ignoro y sigo mi camino hasta el cuarto de baño. Me quito la ropa, la pongo en la cesta de ropa sucia y entro a la ducha. Mi cabeza logra relajarse un poco con eso, es pasajero, pero lo acepto.
Al salir reviso de nuevo mi celular, es Moli, me invita a desayunar. Aún tengo tiempo, pero la rechazo, no me encuentro bien.
«He quedado en ayudar a Mario, nos vemos después ».
«Mario ¿Eh...?» no tarda en responder y niego internamente.
«Sí, ahora me va el chico gay...»
«Idiota...»
«Nos vemos en la noche »
«Está bien ».
Dejo mi teléfono a un lado, debo vestirme. Ya que voy a estar rodeada de plantas prefiero ropa más cómoda, hace frío así que una sudadera y unos vaqueros. Mi cabello semi rizado, por haberlo mojado, se recoge en una cola de caballo algo desordenada. Es domingo, no me tengo que arreglar, ni siquiera me maquillo, voy natural.
Mi barrio no es el mejor del mundo, pero es acogedor, a veces hay algún que otro ruido molesto de niños o personas discutiendo, o con música alta. Siempre que salgo del edificio me cruzo con Patrick, el conserje, un señor algo mayor, pero con un alma joven, tan amable que parece un mayordomo. Intercambiamos pequeñas palabras, a veces chistes sobre algo del barrio.
Mis vecinos más cercanos, los Walter, son una familia numerosa, pero acogedora. Los padres, Andreu y Charlotte, tienen una tienda a pocos pasos del edificio, ahí hago mis compras. En ese lugar conocí a sus cinco hijos, entre ellos, Mario, quien no vive en la casa sino en el campus universitario, se ganó una beca.
Mario es un chico tranquilo, tiene una personalidad tan pacífica que a veces te hace sentir que estás hablando con el vapor, ya saben, algo que baila al ritmo del viento. Es un chico rubio, con una piel muy pálida, casi sin vida, una condición algo particular. Sus ojos son de un casi dorado, y es muy sensible al Sol y a las luces intensas. Siempre camina con unas gafas de sol negras, que sumadas a su ropa ancha y sus 1'78, le dan un aire a asesino a sueldo.
— Puntual...— me dice al abrir la puerta.
La floristería es de su jefe, pero él está aquí constantemente, incluso tiene su propia biblioteca interna en este lugar.
Sus ojos me inspeccionan y una pequeña sonrisa se le escapa. Lleva puesto ropa de jardinería, pero le queda bien.
— Agradezco que amanezcas por mí...— me deja pasar a su pequeña flora.
— Lo que sea por un amigo guapo e inteligente...— digo mientras él me conduce a la parte trasera. Un pequeño jardín en el que cultivan algunas fores.
— Lo apuntaré...
Al estar en este lugar me ofrece un conjunto de jardinería, para no ensuciarme. Los guantes me quedan enormes, pero supongo que se debe a la diferencia entre sus manos y las mías.
Solo vamos a hacer arreglos para un bautizo, los recogerán en la tarde y faltan algunos, por eso vine a ayudar. No sé mucho de eso, pero aprendí con las veces anteriores.
— ¿Hay alguna razón por la que la presentadora de radio esté callada?...
Su pregunta me ofende, y aún más cuando se ríe de mi expresión, seguro estoy arrugando mi entrecejo.
— No, solo trato de concentrarme...— digo cortando el tallo de una rosa, fingiendo así ponerle mucha atención.
— Por eso, tú no eres tan aplicada en temas de concentración...— acaba con un arreglo y me mira fijamente. Por alguna razón él en este momento me recuerda a Verónica, ambos tienen la piel tan pálida.
— Ya van dos ofensas, a la tercera me voy...— es una broma, se ríe y vuelve a su arreglo.
— ¿Tienes algún problema?...
« Mi relación con mi padre »
« Mi piso...»
« Mi versión Stripper por una noche...»
« Dinero, dinero y más dinero...»
— No...— acabo con el mío.
— Mientes, pero no voy a presionarte...— su voz es tan calmada que mis hombros se relajan. En ese momento siento su mano, liberada del guante, acariciar mi mejilla. Le miro algo helada y él me sonríe. — Puedes contarme tus problemas...— susurra y mi corazón se detiene.
— N-no es nada...— me alejo algo alterada. — Ya lo solucioné, ya sabes como es la uni...— me excuso y él asiente, sabe que estoy mintiendo, pero me respeta.
— Pues, me gusta como te concentras...
Compartimos una pequeña sonrisa y volvemos a nuestros arreglos.
CHRISTOPHER
— Castígame mi señor...— súplica ella de rodillas. Su voz por alguna razón me molesta, es tan dócil que le quita el dulce sabor de la educación.
La mitad de su rostro se cubre con un pañuelo de un color rojo intenso, el mismo color que cubre sus labios, los mismos que una vez me satisfacieron, pero que ahora ya me aburren.
— Castígame por favor...— gime sin poder contenerse. Mis manos sostienen su cuello, ella jadea, lo aprieto, pero ese dolor la excita. Su boca se abre esperando recibir mis dedos. Ella es tan dócil, me complace de una manera tan satisfactoria, pero en este momento me apetece educar a una rebelde.
Agarro con más fuerza su cuello, ella comienza a tener dificultades para respirar y eso me sacia. No se queja, no me aparta, sonríe y jadea de satisfacción.
— Me aburres...— la dejo caer al piso. Ella tose y tarda un tiempo en recomponerse.
— Mi señor, hazme lo que quieras...— suplica, pero su voz solo me irrita.
Suelto un golpe sobre su rostro, gotas de sangre salpican el suelo, el mismo en el que se desploma con la boca ensangrentada. No reacciona, no dice nada, seguramente se ha desmayado.
— Saca a esta basura de aquí...
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Dyn ❤️Emocionada con mis primeras lecturas 😊
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BÁILAME (+18)
Romance- Es lo que llevas deseando...- besa mi nuca e introduce dos dedos a mi interior. Gimo de inmediato contra la puerta, mis piernas tiemblan y siento que si no sostiene mi cintura acabaré desplomándome en el piso. Me embiste con sus dedos provocándome...