67. Fantasía (+21)

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NATASHA

Recuerdo mi primera vez con un chico, estaba tan nerviosa como lo estoy ahora. Me temblaban las piernas, tenía solo quince años y estaba en el instituto. Él era el capitán del equipo de basquetbol del insti, Nick: alto, guapo, de cabello y ojos oscuros y pésimo en el sexo con una virgen, además de precoz. Yo no era nada en las prácticas de ese tema, pero sabía que el hombre no podía correrse con solo frotarse contra su intimidad. Después de su fracaso llegaron otros, tuve mi segundo novio un año después, era un atleta y con él aprendí todo de lo que sé en este momento. Ya estaba en la uni, me pasaba de cinco años. Entonces entendí la necesidad de que siempre fueran mayores y más experimentados. Desde lo de mi segundo novio he tenido cientos de relaciones que van desde noviazgos fugaces, amigos con beneficios, amigos con derechos o follamigos... He tenido una vida sexual complicada y eso me ha llevado hasta este extremo, queriendo olvidarme del único que me hizo llorar en el sexo, sanar esa herida con mi deseo prohibido. Hoy lo voy a conseguir, voy a pecar con mi profesor.

Su cuarto es como la proyección de mis ideas a largo plazo. Una enorme librería a un lado, un enorme ventanal a otro, plantas en la terraza, lámparas de luz moderada y lo mejor, una enorme cama en la que en este momento está sentado observándome.

Me acabo mi copa de vino dejándola sobre un armario, le sonrió dulcemente mientras deja la suya a un lado y se apoya con las manos sobre el colchón.

- Entonces...- me mira con timidez. Eso me encanta, el hecho de que se muestre rudo a veces y otras tierno y cariñoso. Espero que sea así toda la noche.

- Entonces...- repito avanzando hacia él. Tengo los pies descalzos desde que entramos, por lo que mi único impedimento es este maldito vestido del que comienzo a deshacerme.

Su mirada se pierde en la forma tan sensual en la que me voy desnudando. No llevo encaje, solo un tanga negro, por lo que al caerse el vestido quedo prácticamente desnuda ante sus ojos. Pagaría por retratar el brillo en su mirada, me ve con tanto deseo que me arrastra a su perdición.

Por unos segundos tengo el impulso de bailarle como lo he hecho dos veces, moverme sobre él, hacerle desearme. Lo pienso y lo descarto, quiero que me haga suya no hacerle un baile sensual, quiero que su boca aprisiona la mía y que nuestros cuerpos bailen desnudos y totalmente unidos.

- Eres hermosa...- susurra viéndome de las piernas al rostro, perdido en mi maravilloso cuerpo. La luz tenue me protege de que vea los moretones que aún me quedan y eso me alivia.

Camino hasta él, me abrazo a su cuello y me siento a horcajadas de su cuerpo. Él rápidamente une nuestros labios apretando mis senos contra su cuerpo. Acaricia mi espalda y baja a mi trasero apretándolo con fuerza y simulando pequeñas embestidas. Las mías agarran su camisa y deshacen los botones para dejarla caer y bajar por su cuello besando su suave piel. Como siempre pensé, su cabello es una maravilla, tan delicado que hipnotiza.

Su boca busca la mía y nos unimos en un apasionado beso, lento, dulce y suave. Él no es como Christopher. Y me odio por hacer esa comparación y aún más cuando Morgan juega con mis senos de una manera tan delicada que me hace enloquecer, mi cuerpo tiembla no por el miedo ni el dolor sino por las sensaciones tan hermosas que me hace sentir. Agarra mi pezón y lo succiona, gimo ladeando la cabeza y una de sus manos juega con el otro.

Recuerdo el dolor que me causaron los dientes de Christopher, la manera tan brusca en que marcó mis senos, lo sensibles que eran a su boca, a su tacto, a él...

Sacudo la cabeza tratando de perder esas ideas, llevo mis manos al cierre de sus pantalones y los abro con desespero. Él me alza de la cama para luego dejarme de espaldas. Le observo desnudarse y pienso en que el rubio no tuvo ni la decencia de dejarme ver su cuerpo, quería ver esos tatuajes, acariciar esos brazos, quería....

Las manos del castaño quitándome el tanga me devuelven a la realidad, está desnudo y yo en poco tiempo también. Se acerca a la cómoda, retira un preservativo y se lo viste sin perder el tiempo. Vuelve a mí en un dulce beso, acariciando mi cuerpo con esa peculiar delicadeza. Él no había sido nada delicado, él no era Morgan.

«¡Basta!» me regaño intensificando el beso. En un juego nos cambiamos de posición y vuelvo a estar a horcajadas del castaño. Agarro su miembro con mis manos, lo dirijo a mi entrada y necesitada me muevo hacia abajo sintiéndolo por completo. Ambos soltamos un gemido al sentir al otro de esa manera, él trata de buscar mi boca, despega su espalda de la cama y le empujo de regreso. Se ríe, le devuelvo la sonrisa y empiezo a moverme, primero lento, suave, jugando con su paciencia. Noto como se agita con solo ese pequeño movimiento de cadera. Sus manos agarran mi cintura y me acaricia desesperadamente.

Satisfecha con su reacción acelero mis movimientos dando pequeños saltos sobre su miembro, que llega tan profundo como tanto me gusta, pero no como el del maldito.

« ¡Dios ese hombre me hizo algo!...»

- Natasha...- gime mi nombre al volver a acelerar. Su miembro entra y sale de mí en placenteras embestidas. Mi mente se deshace de la imagen del rubio y se centra en el placer que estoy sintiendo en este momento.

Su boca vuelve a agarrar mi pezón, esta vez siendo más rudo y mordiendo, pero de nuevo con esa suavidad que empieza a agobiar.

Echo mi cuello hacia atrás sintiendo como mi cuerpo poco a poco comienza a sentirse en la gloria con cada penetración. Llega tan profundo que por momentos me duele, no lo suficientemente para robarme lágrimas, pero sí para decir que su miembro tiene un tamaño perfecto.

- ¡Nat...! - vuelve a gemir.

Nuestros gemidos, gritos, jadeos y el sonido que producen nuestros cuerpos al juntarse son el único ruido que se escucha en el cuarto. El sudor se va apoderando de mi cuerpo mediante voy perdiendo la cabeza en él, mi tierno y maravilloso profesor. Mientras me embiste y hace vibrar todo mi cuerpo.

Le aprieto en mi interior sintiendo que voy a alcanzar mi límite, él lo nota y me sonríe con picardía. Sus manos van a mi cintura ayudándome con el ritmo de mis movimientos, gime con tanta fuerza contra mi cuello. Todo mi cuerpo desea llegar a ese momento, desea venirse con él en mí, lo desea tanto que me rindo al ser abrazada por una paz exagerada.

Él también se viene cayendo de espaldas a la cama. Su respiración es un caos, igual que la mía que se vuelve imposible de controlar por el calor que me quema la piel.

«Ya me vine, me emocionó, llegué con mi fantasía deseada, le tengo en mi interior; sin embargo, siento que falta algo, tal vez alguien. »


BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora