101. Dyn: papá

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NATASHA

Termino de peinar mi cabello y salgo de nuevo al salón. Mario está viendo un programa por la tele, aunque no le preste la más mínima atención. No como a mí, que nada más escuchar el ruido que hacen mis tacones al golpear el suelo, se voltea a verme. Sus ojos dorados brillan de una manera especial al verme, me sonríe y la pesadez de nuestra reciente conversación disminuye.

— ¿A dónde vas tan guapa?...— cuestiona y le devuelvo una sonrisa nerviosa.

— Tengo una entrevista de trabajo en un restaurante muy exclusivo...— le respondo acabando de arreglarme el vestido negro que me he puesto. De mangas cortas y que roza mis rodillas, no se ajusta completamente a mi cuerpo, pero sí marca mi cintura y un pequeño escote.

— Wow...

— Lo sé, me acaban de llamar... Estuve echando papeles por todas partes y me han llamado...— sonrío emocionada.

— Bueno, igual yo debo volver a la residencia... Debo ordenar mi cuarto...— se excusa levantándose del sofá.

— Nos vemos mañana...— le doy un pequeño beso en la mejilla.

— Ten cuidado...— se despide.

Me veo un par de veces más al espejo antes de salir.


Si hay algo que amo de Nueva York son los enormes edificios que lo conforman, creando vistas y paisajes perfectos. Estando aquí arriba y viendo a los de abajo como simples puntos luminosos siento una paz indescriptible. A eso se le suma lo vacío que está el lugar, para ser un restaurante demasiado cotizado, está desértico, salvo por la entrevistadora. Una mujer de unos cuarenta y tantos, pelirroja de ojos azules, alta y más seria que cualquier persona que he conocido.

— Bien... ¿Cuánta experiencia tiene?...— pregunta anotando en su tablet.

— No mucha, pero tengo ánimos de trabajar...— respondo con una sonrisa. Hace una mueca de desagrado y escribe.

— ¿Tiene algún vicio?...

— No...— creo que digo la verdad.

— ¿Responsabilidades?...

— Solo la Universidad...

— Bien...— se levanta arreglando su vestido de diseñador,  me sonríe y extiende la mano. — Bienvenida Natasha al Gray...

No puedo creerlo, me han cogido. Creí que no iba a dar el perfil, pero me ha cogido.

— Muchas gracias por la oportunidad...— respondo sacudiendo su mano con energía.

— El uniforme está en la sala de descanso, a un lado de la cocina secundaria...— me da unas llaves. — ve a probarte el uniforme de la taquilla...

— Gracias por todo...— asiento y le doy la espalda.


Para ser una sala de descanso parece un cuarto entero, sofás de cuero, cocina personal, comedor,  un baño con duchas. Es hermoso.

El traje se compone de una falda negra y una camisa de un color como platino que a pesar de ser llamativa se ajusta bien al uniforme. Este me queda justo, como si ya me hubiese tomado las medidas.

Me observo una última vez al espejo de la taquilla, sonrío y salgo para mostrárselo a la pelirroja, Astrid se llama.

— Señora...— este lugar es tan siniestro al estar vacío. — Señora Astrid...— llego al salón principal, pero no hay nadie. — ¿Se habrá ido?...— me pregunto perdida en las vistas. — Tal vez tuvo alguna...

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