77. Muertos

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Aviso: el capítulo contiene violencia.

CHRISTIAN

No debería estar aquí, no es asunto mío, no le hará gracia a mi hermano y sé que no me podré controlar. Mac y Lukas me acompañan, los dos guardias que más tiempo pasan a mis espaldas. No tengo ni que decirles que vamos a hacer aquí, ya se lo imaginan por la sonrisa que invade mi rostro. Quiero decir que esa sonrisa es por el placer de torturar a alguien, pero en ese placer entran sus palabras.

«Está loco por tremenda propuesta, y yo me voy a encargar de que se arrepienta cada día y noche ».

Mi máximo de cogidas con esos idiotas no superan los tres días, a la mayoría me los cojo una vez y los desecho, a otros les doy el gusto de ser torturados por mas tiempo, pero a él le quiero quebrar hasta transformarlo en un desecho, no voy a dejarlo ir, y no sabe la estupidez que ha cometido con ese trato.

Golpeo la puerta un par de veces. Él no demora en aparecer, bajo, de cabello castaño, ojos miel y rostro de odio que va a recibir la peor paliza de su vida. Sus ojos miel expresan confusión y viajan al terror al ver a los que me acompañan.

«¿Te lo has fallado, Mario?» Me pregunto mientras lo observo.

— ¿Quién llegó?...— la voz de una mujer se escucha por detrás. Inspecciono la casa desde la entrada y puedo ver a su mujer y a sus dos hijos en la mesa. Estan cenando.

— Se han equivocado...— responde y trata de cerrar la puerta. Se lo impido con mis botas, hace presión pero lo apartó de una patada en el abdomen. Cae al piso de un corto pasillo que da directamente al comedor.

Lukas cierra la puerta a nuestras espaldas. Este lugar es tan simple que enoja.

La pelirroja no tarda en correr hacia su esposo, dejando a sus hijos en la mesa. Que madre tan idiota.

— ¿Quienes son ustedes?...— susurra aterrada. — No tenemos dinero ni nada de valor...— insiste.

Ignoro sus palabras y voy observando la casa, es tan simple, paredes en colores neutros, muebles viejos y libros por todas partes. Putos letrados.

— Señora Morgan...— le lanzo una mirada de advertencia. — Tome a sus hijos y váyase a algún cuarto del segundo piso, ésto no va con usted...— estoy siendo paciente y misericordioso.

— Voy a llamar a la policía...— grita y debo usar todo mi autocontrol para no patearle la boca.

— Hágalo y los cuerpos sin vida de sus hijos colgarán de esas estúpidas librerías...

Ambos palidecen al instante. Mi cometido mira a su mujer y le indica que se vaya.

— Ve con los niños, por favor...— suplica.

Entre lágrimas se levanta y corre al comedor, abraza a sus hijos llevándolos por el segundo piso en silencio y sin mirar atrás. Inteligente.

— Bien, Morgan...— suspiro arrastrando una silla para quedar a un paso de él, tomo asiento y me acomodo esperando que coopere. — Dame la cinta...

Sus ojos se abren con fuerza al escuchar eso. No sé que tiene esa cinta, pero ahora tengo curiosidad de saberlo.

— N–no sé de que habla...— tiembla. Trata de arrastrarse hacia atrás y Mac le patea hacia mi dirección.

— Odio perder mi tiempo...— mi mano se mete entre mi chaqueta y retira un arma. Sus ojos viajan a ella muertos de terror. — La cinta...— repito con la sangre hirviendo. Necesito matar a alguien.

— Es Natasha ¿Verdad?...— susurra asustado.

«Natasha» debí imaginarlo, por ella él haría cualquier cosa, incluso quemarse en mi infierno.

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