130. Dyn: destrózame

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NATASHA

Me duele la cabeza, es una punzada muy fuerte que me obliga a apretar los ojos. Me muevo bruscamente dando una vuelta sobre la cama, pero me arrepiento al instante en el que siento otra punzada, esta vez en mi cadera. Retengo un gemido de dolor, trato de mover mi mano, pero también me duele. Me duele todo.

— Dios...— mis ojos se abren lentamente siendo incapaces de reconocer el lugar en el que me encuentro.

Es una habitación común, de paredes grises, algunos armarios y un sofá. Eso es lo único que logro ver en mi estado inmóvil. La verdad es que tengo miedo de romperme con solo mover un hueso.

— ¿Dónde estoy?...— susurro adolorida. Me remuevo otra vez, no logro mucho, pero sí lo suficiente para notar mi completa desnudez, cubierta solo por unas sábanas azul oscuro. —¡Joder!...— me doy un golpe mental. —¿Qué hice?...

Recuerdo llegar al club, separarme de las chicas e ir al VIP en busca de Christian. Me acerque al bartender y después...

«A una mujer tan hermosa, algo igual de único» solo pequeños flashback.

«El paraíso resulta tan tentador...»

¿Qué paraíso?

En mi mente aparece una copa de líquido dorado, siento el ardor en mi garganta, el calor en mi cuerpo y como este se desvaneció en los brazos de un desconocido.

«Me duele...»

«No lo puedo controlar»

«Muévete, por favor» ¿A quién le suplicaba?

«Tranquila, pequeña» esa voz me estremece y siento un frío viento acariciar mi debilitado cuerpo.

«¿Por qué no detienes el auto? »... ¡¡¡NATASHA!!!

«¿Quieres follar en la carretera, Natasha?...» es él, no puedo confundir esa voz.

«¿Vas a castigarme por ello?...» ¿Qué hice?.

« ¿Vas a venirte?... ¿Quieres hacerlo en mi boca o en mi rostro?...»

«CHRISTOPHER»

« Te pertenezco...»

— ¡MIERDA!...— me levanto de golpe, sintiendo el dolor en cada rincón, sobretodo en mis nalgas, mi cadera, mis senos, mis muñecas y mi entrada.

— ¿Siempre te despiertas tan temprano?...— se queja una voz a mi costado. Me volteo ligeramente para ver a Christpher tumbado a mi lado, con el torso desnudo y uno se sus brazos sobre su rostro. Sus brazos muestran terrible arañazos, al igual que su cuerpo. Eso me avergüenza aún más.

— Debo ir a clase...— digo cubriendo mejor mi cuerpo para tratar de salir. Dios, me duele todo.

— Hoy no irás...— le escucho decir y de la nada me envuelve en sus brazos para atraerme a él. Su cuerpo está tan caliente que mi piel se prende y se acomoda fácilmente.

— ¿Perdón?... — me aparto, pero vuelve a atraerme, atacando mis labios con la seguridad de que voy a caer, y tiene razón, me rindo con ese beso.

— Ya faltaste varios días, no pasa nada si faltas uno más...— dice acariciando mi muslo, retirando poco a poco la sabana que cubre mi desnudez.

— No...— susurro perdida en su caricia. Lleva su mano a mi trasero y lo amasa mientras sonríe.

— Las marcas se ven hermosas...— lo aprieta con fuerza y jadeo.

— Eres un sádico...— hago otro intento y me obliga a quedar a horcajadas. Tener las piernas así resulta más doloroso.

—  Creí que ya lo sabías...— me dice despegando su espalda de la cama, para atraerme aún más a él. Tira de la sábana y mis senos descansan sobre su firme pecho. Esa unión es terrible para mi corazón. — Estás tan caliente...— jadea perdido en mí.

— Me duele todo el cuerpo.

— Tranquila...— su mano se acerca a mi mejilla, la acaricia con suavidad para luego tomar mi cuello con fuerza y besarme con ese dominio y posesividad que le caracteriza. — Hoy será aún más doloroso...— su voz se vuelve siniestra.

— No...— intento crear distancia y vuelve a impedirlo.

— ¿Por qué finges querer alejarte?... Ayer pedías como una insaciable...

— Ayer estaba drogada...— me defiendo.

— Sí, pero ¿Y los demás días?...— sus manos suben por mi cintura. Sus caricias son una terrible tentación. — ¿Aún no entiendes que tú no puedes olvidarme?... Estoy metido en tu cabeza...— roza mis labios. — No puedes olvidarme y yo no puedo dejarte ir...

— ¿Esa es tu manera de querer?...

— No puedes querer lo que no conoces...— responde empezando a dejar cortos besos en mi cuello. — Debes saber que esperar...— baja a mi hombro. — Qué buscar...— arqueo la espalda y toma uno de mis senos.

— Sabes todo de mí...— gimo perdida es sus acciones.

¿Por qué siempre debo caer?...

— Y yo te quiero mostrar todo de mí...— susurra acelerando mi corazón.

No es un deseo dulce, suena perturbador, su mundo en sí me perturba, y que quiera mostrarlo solo me aterra aún más. Pero he aprendido que la línea entre el dolor, el miedo y la pasión es tan fina que puedo cruzarla cada que él me lo propone.

— Quiero llevarte a un lugar...— me acomoda en la cama y se ubica entre mis piernas, las separa y lleva su miembro a mi entrada.

Me duele el cuerpo y aún así no le aparto. No puedo hacerlo.

— Enseñarte lo que pasará...— me penetra lentamente. Mi mente se queda en blanco y gimo sujetando las sábanas. — Cuando tú no existas...— da una embestida, mi cuerpo se sacude entre ese calor infernal. Ese maldito poder que tiene sobre mí. — Si yo no decido que lo hagas...— me embiste con fuerza, duele y al mismo tiempo sabe a gloria. — Cuando seas mía en su totalidad...— besa mi tatuaje y continúa su vaivén brusco y dolorosamente placentero.

Asiento entre mis gemidos, sus gruñidos, el ruido que hacen nuestros cuerpos cada que me penetra con tanta fuerza, el temblor en mis piernas, el calor infernal y mi insaciable deseo.

«Destrózame»

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