30. Su gemelo

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NATASHA

Veo como el rubio se va acercando lentamente a nosotros, sus botas golpean el suelo, haciendo un ruido algo molesto que se vuelve siniestro con el eco que crea el intenso silencio. El hombre que me sostiene aparta sus manos de mi boca, quiero hablar, pero estoy confundida no sé que hace él aquí, si sabe que soy yo y si va a reconocerme.

- Son órdenes...- responde el gigante agarrando con fuerza mi brazo, evitando que salga corriendo. Su agarre me hace daño, pero no sé cuál de los dos me da más miedo.

- ¿Órdenes?...- le veo sacarse la chaqueta y de la nada aparece otro hombre a sus espaldas, a quien se lo entrega. -¿Quién da las órdenes?...- pregunta a un paso de nosotros. Escondo mi rostro entre mi cabello, aterrada y rezando porque ambos se vayan y me dejen ahí, que no me lastimen.

- Señor...

«¡Maldita sea!» sollozo pensando en que él tiene algo que ver en esto.

- ¡Suéltala!...- demanda con calma, creando una confusión en mí. No entiendo nada, solo quiero salir de aquí.

El agarre en mi brazo desaparece, lo hace de una manera tan brusca que caigo al piso, mis piernas están tan débiles. Mis rodillas rozan contra la calzada y retengo un gemido de dolor. Estoy en medio de ambos hombres, sintiendo sus miradas.

- Ahora ve y dile a Christian que ya es mía...- le oigo decir y vuelve ese sentimiento de estar alcanzando el final. Su voz coloniza cada extremo de mi ser deteniendo los latidos de mi corazón y el flujo de la sangre.

«Suya» «A sus pies, como una mascota» ¡Maldita sea!.

Observo al hombre de antes, éste asiente y pasa a mi lado, alejándose del lugar y dejándome a solas con Christopher. Quiero pararme y salir corriendo, pero mis pies no responden, mi cuerpo solo siente terror por lo que me espera, si pudo hacerme daño sabiendo que había guardias fuera ¿Qué me haría ahora que sabía que no podía pedir ayuda? ¿Que podía hacer cualquier cosa, incluso hacerme desaparecer?. Siempre va armado, me di cuenta después de verle un par de veces, incluso hoy lleva un arma a sus espaldas, podría hacerme de todo y después matarme, nadie lo sabrá, seré otro cartel más de «desaparecida».

Siento una punzada en el pecho, me arde y mi respiración se acelera tanto que se escucha cada que aguanto y suelto el aire, creo que me va a dar un maldito ataque en este lugar.

- ¿Estás bien?...- vuelvo ha escuchar su voz, esta vez más calmada y cerca, muy cerca. Le miro entre los huecos que los mechones de mi cara, ha dado un paso hacia mí, ahora está a poco de lastimarme.

Asiento asustada, pero él me extiende una mano, no sé si pretende que la tome. La ignoro, alejándome a rastras de él, mi pecho ya ni puede soportarlo.

Suelta un largo suspiro, de esos que suelta alguien cuando está cansado. Da un paso hacia atrás, creando una pequeña distancia entre ambos, algo que me sorprende y por un momento me alivia. Sigo con la mirada en el piso, observando mi rostro en un pequeño charco en el que tengo la mano izquierda. Unas lágrimas bajan de mis ojos golpeando mi reflejo. Mi pecho me duele tanto que ya siento el aire pesado, muy pesado.

- Mi chófer te llevará a casa, indícale tu dirección y hagamos como si esto no pasó...- sus palabras son tan frías que me golpean, sin embargo, no es lo que esperaba oír y en parte me alivia, aún más cuando le veo alejarse. - Asegúrate de que llegue bien...- le dice al otro hombre mientras le pasa algo parecido a un fajo de billetes. - Y que se quede en un susto...

Como puedo me paro sobre mis piernas de gelatina, temblando y con la respiración pesada. Le doy la espalda al supuesto chófer y empiezo a caminar en dirección contraria a ellos, con intenciones de salir de ese callejón.

- ¡Señorita!...- me grita otra voz. La ignoro y sigo acelerando mis pasos aún con la respiración pesada. - Espere, por favor... Tengo órdenes de llevarla a casa...- insiste.

Mis pies alcanzan la acerra de la otra calle, suspiro cansada y para mi última pizca de suerte un taxi va pasando. Agito los brazos para detenerlo.

- Señorita...

- No se me acerque...- le susurro alejándome para entrar al auto color amarillo que me espera.

El hombre no vuelve a insistir, agarro la puerta con las manos temblorosas y entro al taxi, sintiendo que vuelvo a respirar, aunque solo por unos segundos, pues mientras el conductor avanza, siento que mi corazón se rompe al recordar lo que acaba de pasar y la maldita suerte que tengo al haber salido casi ilesa, una suerte que pocas tienen, y que en mi caso fue entregada por quien creo, es el gemelo de Christopher, porque no era él, no parece alguien que desaproveche oportunidades ni que le interese la opinión o consentimiento de la otra persona.

«Solo quiero llegar a casa, ducharme y encerrarme en mi cuarto »

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Dyn❤️‍🩹

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