82. Dyn: Un consejo (+18)

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3 meses después

MARIO

Salgo de la piscina al notar como se acerca. Tiene la camisa hecha un desastre, los tres primeros botones sueltos, se sale de sus pantalones y está manchada de sangre, que aseguro que no es suya. Su cabello de color dorado se ve más oscuro, parece húmedo, tal vez por el sudor. En la mano derecha sostiene un arma que deja caer cerca de mi toalla.

Alcanzo el borde de la piscina quedando de frente. Sus enormes ojos grises me miran sin emoción alguna, y es que siempre que le miro atentamente no veo nada en él, es como si está vacío, como si solo hay un abismo en su interior. Incluso las miradas de ira, odio y satisfacción son menos intensas.

Sus ojos viajan a mi alrededor viendo a los hombres con los que me deja cada vez que abandona el edificio. Les hace una señal para que se vayan y deja caer su camisa ensangrentada.

— ¿Ibas de salida?...— me pregunta deshaciéndose de sus zapatos y luego de sus pantalones.

Unos bóxers de Calvin Klein se ciñen a su cuerpo marcando su masculinidad. Mi mirada cae inconscientemente en ese lugar, se detiene ahí por unos segundos y paso saliva. Se ríe, es raro, pero lo hace, no con esa oscuridad que lo caracteriza, a veces se ríe de verdad.

Recorro su abdomen con la mirada, marcado y tatuado, las líneas en su pecho dejadas por mí anoche, sus fuertes brazos y su rostro. Me vuelvo a perder en sus ojos.

— No...— respondo retrocediendo para darle espacio.

Rápidamente entra a la piscina, su brazo envuelve mi cintura y me pega a él. Mis manos van a su cabello sin miedo alguno y lo acarician, tenía razón.

—¿ Disfrutando de tu libertad?...— hace un movimiento rozando nuestras entrepiernas y retengo un jadeo.

En estos tres meses he conocido diversas facetas de Christian, como la de ahora, no se enoja cuando haces lo que él desea, es un narcisista. El verano con él se ha basado en fiestas, días enteros cogiendo por toda la casa, maldito ninfómano, a veces visitamos la playa, y me dejó seguir con mi trabajo en la floristería, le parecía molesto, pero se lo agradezco. Visité a mi familia cada que pude, hablé con las chicas para saber como iban sus vacaciones y aunque a Christian le detesta oír a Natasha se muestra más relajado que antes.

No estoy tratando de decir que fue un gran verano, tal vez lo hubiese sido si tuviéramos sentimientos encontrados, si no se portase como un maldito desgraciado la mayor parte del tiempo, si no fumase y se drogarse constantemente, si no tuviese que oír las súplicas de los hombres a los que traía y asesinaba.

Christian es un monstruo y no veo la hora de que se cansase de mí y me deje ir. Creí que su capricho duraría como máximo una semana. No es lo mismo perseguir a alguien que te rechaza, que estar viviendo con un sumiso. Sin embargo, no se le ha ido el interés, es como si cada día me convenzo más de que no va a dejarme ir.

Los primeros días cada quien dormía en su cuarto, me cogía y luego se iba, se encerraba en su habitación y no volvía a hablarme hasta que necesitase coger de nuevo. Después empezó a quedarse en mi cama, una noche, dos y acabó por ocuparla cada noche. A veces sentía que me asfixiaba y otras le veía a él asfixiarse con sus pesadillas. Algo que he aprendido de él es que nunca duerme, no importa lo cansado que esté, no se duerme, y cuando trata de hacerlo tiene unas pesadillas tan fuertes que se despierta agitado. Nunca me ha dicho lo que sueña, tampoco se lo he preguntado, pero debe ser muy malo.

— ¿A qué hora irás a recoger a tus amigas?...— me pregunta entrando en mí de una manera que me enloquece. Quiero odiarme por quedar impregnado cada que tenemos sexo, no soy yo, es mi cuerpo que no se resiste al suyo.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora