86.Dyn: Jennifer

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CHRISTOPHER

Verla aquí es como una maldita broma de buen gusto, en biquini y mostrándome toda la perfección de su cuerpo. Aunque ahora se marca con un tatuaje que muero por saborear. Sus ojos no me transmiten más que el miedo que está sintiendo en este momento, un miedo que enriquece tanto mi ego como mi deseo por poseerla. Y es que después de meses queriendo volver a esa piel ahora la tengo a un par de pasos.

Su cabello húmedo cae sobre sus hombros acariciando ligeramente la montaña de sus senos, redondos y tensos, deseando atención y dolor. Su abdomen plano y perfecto para sostener, sus caderas y sus piernas son el toque final para enloquecerme por completo.

Doy un paso hacia ella extendiendo mi mano, se sorprende y hace un intento por retroceder, sin embargo, cuando nuestras miradas se vuelven a juntar entre la duda que la invade y la presión de las miradas de los demás, cede. Su suave y dulce piel se une a la mía, su mano encaja perfectamente en mí y me aferro a ella envuelto en mil sensaciones distintas. No sé que es lo que tiene su cuerpo que me enloquece de esta manera tan enferma.

Noto la mirada del albino sobre nosotros, una mezcla entre preocupación y miedo. Su mirada no me molesta, pero la del pelinegro que está a sus espaldas sí. Sus ojos verdes me observan sedientos de ira y ya puedo imaginarme porqué.

Ella trata de apartar su mano y se lo impido, no quiero soltarla, más bien quiero arrastrarla hasta mi cuarto y cogérmela por todos lados, y aún más con esa mueca de dolor que hace.

— ¿Ustedes se conocen?...— la voz de Christian interrumpe nuestra batalla de miradas. Ella aprovecha ese desliz para  apartar su mano con rapidez y negar con la cabeza.

«Puta mentirosa...»

— No...— se apresura a decir.

Quiero pensar que eso es lo único que va a hacerme enojar, pero como si su mentira solo fuera el inicio, el maldito pelinegro se atreve a tocarla y besarla ante mí, firmando su maldita sentencia de muerte. Se besan con una pasión que levanta en mí un sentimiento más profundo que la ira, mi sed de sangre, mi deseo por matar y mantener lo que me pertenece, ella me pertenece.

Debo valerme de todo mi autocontrol para no apartarla de ese tipo y pegarle un tiro en este mismo momento. Lo hace para provocar y no sabe cuanto lo va a lamentar.

— Necesito ir al baño...— la escucho susurrar antes de salir huyendo.

Huye como una cobarde, un animal desesperado por encontrar un agujero en el que meterse, pero aquí la ironía es: ¿Dónde piensa esconderse si todo este lugar me pertenece?...

La veo desaparecer entre los enormes muros de enredaderas, entrando a una zona restringida. Su novio, si se le puede llamar así, me observa con cara de pocos amigos antes de volver a tomar asiento.

No sé cómo puede estar con ese niño después de haber estado conmigo, ni cómo se ha atrevido a comerle la boca estando yo delante. ¿Cree que nuestra historia se acabó? ¿Que no quedan extras?. Se equivoca y es bueno que haya huido, porque lo que la voy a hacer no es apto para todo público.

He pasado tres malditos meses sin poder quitarme a esa chica de la cabeza, ya tenía pensado buscarla nada más llegar, pero Christian se me adelantó. Ahora muchas cosas hacen clic en mi cabeza: es ella la chica de aquella noche, ella era quien bailó en el Golden con el albino haciendo enojar a Christian. Era la chica que salió del apartamento de Verónica y es la misma Natasha del apartamento de mierda que visitamos antes de mi viaje a Rusia. Por ella Christian había torturado a ese profesor, ¿Cuál fue la razón? No lo sé, pero debió de ser grave para llegar a esos extremos.

Me he cruzado con ella varias veces y nunca me he detenido a verla lo suficiente para revelar su identidad. Hoy esos juegos se acaban gracias a una de las estupideces de Christian.

Esas aclaraciones me llevan a otra pregunta: ¿Christian lo supo todo este tiempo?... Él y Verónica se están cogiendo a sus amigos, claro que lo sabía y me estuvieron viendo la cara. Por eso la peliblanca insistía en alejarme para que no jodiese todo al quebrar a Natasha. Esos malditos egoístas prefieren jugar solos.

«Natasha»

Hermoso nombre, tan perfecto como ella.

NATASHA

Entro a la primera puerta que encuentro y por suerte es un cuarto de baño, uno demasiado lujoso para mí, pero que en este momento me sirve de espacio para esconderme.

Sabía que algo había en Christian, lo supe desde que lo vi, ese parecido no era normal y ahora me veo atrapada en la boca del lobo. ¿Cómo voy a salir de aquí sin delatarnos? ¿Cómo voy a ocultar esa parte de mi vida si parece buscarme?... ¿Qué maldita posibilidad había de que nos volviéramos a encontrar en una ciudad tan grande como ésta?.

— ¡Maldita sea!...— susurro reteniendo un sollozo. Me lavo la cara un par de veces y respiro con calma. Mi corazón va a mil por hora, atropellando mi cordura y sensatez, enloqueciendo y envenenando mi mente. Necesito salir de aquí. — ¡No puede ser!...— insisto cerrando los ojos y volviendo a respirar. — Es una maldita pesadilla, es una maldita pesadilla, es una maldita...

— Pesadilla...— su voz completa la frase seguido por el cierre de la puerta. Todo mi maldito cuerpo se tensa, abro los ojos y veo su reflejo. — Jennifer...

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora