122. Dyn: última advertencia

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CHRISTPHER

Me adelanto para evitar que Christian maneje, en su estado, a pesar de no estar drogado, es aún más peligroso. Durante todo el viaje de regreso a casa se mantiene completamente callado, su mirada está perdida, no hace ninguna señal de estar despierto, es como si está en algún limbo...

Yo solo pienso en Meredith y en como me la jugó. En ningún maldito momento me dijo de quién se trataba, omitió ese detalle a propósito para que Christian se enfrente a uno de sus peores miedos, matar a una persona que le importa. No soy el mejor hermano del mundo, pero si algo he aprendido en todos estos años es que los demonios no se pueden encerrar en una jaula y fingir que no existen. Por eso está así, por eso se mortifica, sabe que Mario es inocente y que si está así ahora es porque nuestra madre le quiso poner fin a cualquier tipo de relación que tuvieran.

Nada más pisar el jardín, Christian reacciona, es como si la vida vuelve a su cuerpo, pero para nada bueno. Se acerca a largos pasos a uno de los chicos de la puerta, éste es alto, de 1'90 y le distingo como uno de los hombres de mi madre.

— ¡Buenas noches, señores!...— saluda al ver a Christian frente a él.

Mi hermano se mofa en su cara, una sonrisa perversa se forma en sus labios, me lanza una pequeña mirada y veo como en un movimiento rápido e impredecible le clava una navaja en la garganta. Rápidamente la sangre se derrama, sus compañeros se apartan sin ninguna intención de intervenir y hacen bien.

— Mírame...— le susurra agarrando su cabello, tira de él profundizando la navaja y sonríe ante la incredulidad del tipo, quien agoniza lentamente con los ojos bien abiertos y la sangre escapándose de su boca y garganta. — Agradece que haya sido rápido...— ahoga más el objetivo y lo remueve para acabar haciendo un corte completo que casi separa la cabeza del cuerpo.

El gigante cae muerto a los pies de mi hermano. No hay nada en sus ojos, ni el mínimo arrepentimiento. Ese rostro de dolor se camufla bajo su máscara más frecuente, la de un psicópata.

— Llévalo a su familia y digan a su esposa que ella será la siguiente como no coja a sus hijos y se largue de mi ciudad...— delega a uno de los guardias. Éste asiente rápidamente y se va. — Busquemos a la reina...

«Dicen que hay un límite entre la locura y la venganza, que es tan fino que se puede cruzar sin darse cuenta. Le veo, sé que es él, pero también veo a ese niño de catorce años que mataba como si lo hubiese hecho de toda la vida. Y es que la ira y la sed de venganza son capaces de corromper a cualquiera, hasta al ser más puro e inocente»

— ¡Meredith!...— grita pateando la puerta de la sala de reuniones.

La rubia está reunida con algunos hombres, la mayoría viejos que me deben rendir cuentas a mí, aunque no en este momento.

— ¿Qué haces aquí, maldito drogadicto?...— grita molesta. Sin embargo, Christian la ignora viajando al tipo que está a su costado derecho.

«Hay momentos en los que te olvidas de todo, no te importa quien sea el responsable, quien muera, si es de tu sangre o un viejo amigo... Todo se olvida y solo permanece la sed insaciable»

— Salgan...— demando y se quedan helado. — ¡HE DICHO QUE SALGAN!...— alzo la voz.

Todos se levantan y apresuradamente abandonan la sala dejándonos solos y en familia, una maldita familia.

— Christpher, explícame esto...— se cruza de brazos mostrando su claro enojo. Mira al castaño que está a su costado y le indica que se vaya.

— Quédate...— demando acercándome mientras Christian se acerca del otro lado. — Me puedes aclarar algunas dudas...— miro a mi hermano consumido por la ira.

— Christpher, ¿Puedes explicarme qué hace el estúpido de tu hermano rompiendo mi puerta y llegando lleno de sangre?...

— Parte de ella es de tu hombre...— sonríe el menor dando otro paso. Aún sostiene la navaja. — ¿Cómo se llamaba?... Albert — se ríe más alto y agarra al castaño del cuello para luego someterlo contra la mesa.

— ¡Basta Christian!...— grita nuestra madre. Él la mira y desafiante le apuñala en el costado. — ¿Qué mierda haces?...— trata de tomar su arma y la detengo. Me cuesta menos de unos segundos agarrar su cuello y golpear su cuerpo contra la pared.  — ¿Qué?...

— Te lo advertí...— gruño apretando con fuerza, dificultando sus intentos por liberarse y respirar.

— Christpher, suel–sueltame...— demanda viendo de reojo como Christian acaba con la vida de quién ha sido su compañero de vida en los últimos años y con quien en algún momento compartió cama y privilegios. — ¡Noooo!...— grita, pero ya es tarde. — ¿Que es esto...

— Te dije que te alejaras de Christian, que hicieras tu vida sin controlar la suya y a la primera que desaparezco mandas matar a su pareja...

— ¿Cómo puedes defender a esa aberración?...— escupe con odio. Su mirada viaja a mi hermano y sonríe satisfecha. — Veo que solo necesitabas un poco de motivación para liberar a tu bestia...— se ríe y hago más presión. — Dime, ¿Ya murió?... Era demasiado joven, lástima que te tuvo que conocer para tener este trágico final..

— Serás hija de puta...— trata de acercarse y se lo impido.

— No eres más que la perra de otros hombres, acaso no te bastó con todos los que abusaron de ti...— dice con malicia provocando aún más. — Ocho años y sigues sin entender que tú al igual que tú hermano no están hechos para nadie.

— Eso no lo decides tú...— réplica.

— Yo controlo vuestras vidas, yo soy vuestra sombra, no hay nada que hagan que no sepa... ¿Crees que no sé que ese marica de mierda estuvo viviendo contigo? ¿Cuántas veces deben abusar de ti para que entiendas la lección?...

— ¡Cállate!...— la estampo con más fuerza. Hace una mueca de dolor pero se resiste.

— Y tú, Christpher, que decepción...— me mira a los ojos. — Creí que con la muerte de Charlotte darías la talla, pero mírate, defendiendo a un puto gay como si estuviera por encima de mí, del imperio y del apellido que representas...

— ¡Basta!...— advierto por última vez.

— Es ella ¿Verdad?...— su voz sale más baja. — La chica de los angeles, esa puta universitaria que solo va por tu dinero o trabaja para algún enemigo...

«Natasha»

— Solo mírate, eres capaz de dejar todo el trabajo para seguir a una perra inservible que...

No acaba esa frase cuando el filo atraviesa su abdomen, abre los ojos de la sorpresa y ahoga un quejido para no mostrarse vulnerable. Christian se queda paralizado viendo la escena, seguramente no se imaginaba que llegaría a tanto, pero así funciona.

— Chris–Christopher...

— Escúchame bien, será la última vez que lo repita...— me acerco a su oído, su cuerpo está temblando y siento la viscosidad de su sangre escurrirse por mi navaja hasta mi mano. — Tú me enseñaste que la familia es la prioridad, pero que al mismo tiempo no puedes lidiar con dos... Así que, toma tus cosas y abandona mi ciudad antes de que se me acabe la poca paciencia que te tengo...

— Imbécil... ¿Cres que vas a quedarte con mi imperio...?

— Arruiné mi vida por él, vendí mi alma por él, condené a mi hermano por él... Es mío y voy a utilizarlo para proteger a la única persona que en este momento me importa de verdad...— le miro sabiendo por su expresión que tengo la mirada de la bestia que guardo en mi interior. — Mi única sangre...— remuevo la navaja haciéndola más daño. — Te estoy perdonando, Meredith... Ni se te ocurra acercarte a Natasha porque te aseguro que tendrás un final digno del infierno...

La dejo caer al piso y me aparto unos cuantos pasos. Verla así de vulnerable me hace recordar como en el pasado ella hacía temblar cada lugar que pasaba. Siempre la he admirado, pero está reacia a entender que siempre voy a escoger a Christian por encima de todos. Es mi deber.

— Mac está en el club, ve y sé discreto...— le indico, pero no se mueve, sigue viendo a nuestra madre, quien se desangra lentamente. — No va a morir, solo está entendiendo...— me agacho para acariciar su rostro y obligarla a mirarme. — Que hay un cambio de mandato...



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