105. Dyn: ¿Por qué?

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NATASHA

— Disfruten de la noche...— dice el servicio nada más abrir la habitación. Le entrega a Christpher las tarjetas

— No quiero que nos molesten...— comenta el rubio y el hombre se va recibiendo su propina.

Me adentro al cuarto en silencio. Nunca estuve en un hotel y menos en un hotel tan caro y lujoso. Esto no es una simple habitación, me atrevo a decir que incluso es más grande que toda mi casa. Decorada con piezas que parecen demasiado sensibles y delicadas.

Reviso la especie de salón que nos da la bienvenida, enormes sillas de cuero blanco, rodeando una mesa de cristal. Pequeños arreglos florales de vidrio, una gran alfombra negra que cubre gran parte y un enorme televisor empotrado en la pared.

Hay sillas de comedor a un lado de una de las puertas que dan a balcón, un minibar y lo que en este momento necesito, cruzando ese espacio y metiéndose por uno de los pasillos, una habitación. Me apoyo al marco de la puerta y observo como Christpher se quita la chaqueta para luego dejarla caer al sofá y caminar hacia mí.

Mi corazón se acelera con su acercamiento, mis ojos se pierden en los suyos y creo ser débil. Pero pienso en mi padre, también en todo lo que Chris a hecho por mí hoy, no tiene explicación y no sé cómo agradecerle, pero eso no borra la historia.

— Creo que dormiré en el sofá...— comento apartándome de la puerta. Christpher se detiene a menos de un paso de mi, me observa de pies a cabeza, luego le echa una mirada a la habitación y suspira. — No tengo porqué compartir cama contigo, gracias por lo que has hecho por mí, pero eso no cambia nada...— digo y su rostro se endurece.

— Puedes dormir en el sofá o en la cama, es tu elección...— dice revelando algo de molestia. Me pasa de largo y camina hasta abrir otra puerta.

«Otra habitación »

Cierra la puerta dejándome parada en el pasillo y sintiendo algo de culpabilidad por ser una mal pensada. No sé porqué está haciendo esto, pero no creo que se tome tantas molestias por una chica casi desconocida, a no ser que espere algo a cambio.

Aprendí que nada en esta vida es gratis, ni siquiera el aire que respiramos, todo tiene un precio. No sé cuál es el precio de que me esté ayudando, pero tampoco puedo ser una ingrata. Él está aquí a pesar de no tener ningún motivo, me acompañó al hospital, extrañamente me sirvió de apoyo y me trajo aquí para no verme obligada a ver a mi familia.

«Eres una tonta...» me regaño dejando mis pertenencias sobre un armario de la habitación.

Mi cabeza y mi corazón batallan sobre ir y disculparse o ignorarlo y no caer en su red. Está claro que no me he portado como debería, estoy estresada, angustiada y preocupada por la condición de mi padre. Pero no soy de esas personas que pagan sus frustraciones con otras.

— Bien...— suspiro avanzando hacia su cuarto. Alzo la mano para tocar, pero la detengo y simplemente abro la puerta. — Christopher...

Las palabras se quedan atoradas en mi garganta, al mismo tiempo que maldigo el hecho de haber abierto la puerta sin avisar, me habría ahorrado esa imagen.

Él ni se inmuta, solo me lanza una mirada amenazante que se intensifica aún más con la manera en la que su cabello cae sobre su frente. Paso saliva con dureza cuando se voltea para quedar de frente. Mis ojos le recorren sin poder evitarlo, descaradamente y sin remedio.

«Está completamente desnudo»

Ya he cogido con Christpher, pero nunca le he visto de esta manera. No sé si sentir que estoy invadiendo su intimidad o que él está corrempiendo mi mente.

Suelto un jadeo involuntario. Me mira y bajo los ojos a su cuello descendiendo por ese pecho tatuado. Es la segunda vez que veo sus brazos, fuertes y bañados en tinta. Sus abdominales bien marcados, esa zona que me hace sentir una picazón en los dedos, un deseo de tocarlo.

La confianza con la que se muestra se debe a la perfección de su anatomía, mire por donde mire me siento intimidada por él.

— ¿Te vas a quedar ahí mirando?...— me pregunta obligándome a regresar a la realidad. Una sonrisa casi invisible se asoma en su rostro, sus ojos se detienen en mis senos. Bajo la mirada a ese lugar y de la vergüenza me volteo en dirección a la salida.

— Lo lamento...— susurro con dificultad. Mi cuerpo está tan alterado que siento que se me va a salir el corazón.

— Será mejor que salgas de aquí, Adams...— le escucho demasiado cerca. Giro la cabeza unos cuantos grados y me sonrojo aún más al sentir el calor de su cuerpo a mis espaldas. — Otra persona podría creer que viniste por algo...— me susurra al oído y suelto un gemido profundo.

— S–solo que–quería disculparme...— me aparto abrumada. No debo pensar en esas cosas.

— ¿Disculparte?...

— ¿Podrías ponerte algo?...— pido alcanzando mi límite.

— Tú eres la que no va lista para la ocasión, yo voy a darme una ducha...— le ojeo cuando se da media vuelta y va en dirección al cuarto de baño.

— Lo siento...— digo antes de que cierre la puerta. — No debí pensar así de ti...

— ¿Por qué te disculpas?... Desde que te conozco te he dejado en claro que lo que quiero es acabar entre tus piernas...— responde y siento que volvemos al círculo de siempre. — Es normal que pienses de esa manera...

— Entonces estás aquí haciendo todo este teatro para que te recompense volviendo a entregarme a ti... ¿Ese es el precio?...

— Eso lo dices tú, no yo... De hecho tú eres quien está en mi habitación sin importarte que esté desnudo y tenga unos crueles instintos...

Me volteo de nuevo, viendo la imagen que me está quemando la piel.

— ¿Entonces por qué estás aquí? ¿Por qué me apoyas de esta manera?...— pregunto cruzando los brazos sobre mis pechos, pues se me notan los pezones.

Se queda en silencio, me mira sin ninguna expresión, me da la espalda y entra al baño dando un portazo.

— Ni tú mismo lo sabes...— susurro saliendo de su cuarto. Nadie es capaz de explicar lo que está pasando. Pasamos de acosador a víctima, a que en este momento sea el único apoyo que tengo ante esta situación que me supera.

Al entrar al cuarto que me corresponde me encuentro con una maleta que no reconozco. Ésta se encuentra a un lado de un enorme armario semi abierto. Me acerco a inspeccionar, fila de vestidos similares al que llevo puesto, lencería y calzados. Todo nuevo, algunos incluso mantienen la etiqueta.

«No sé si me estoy equivocando al empezar a sentirme en deuda con él »

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora