127. Dyn: Salvaje (+21)

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CHRISTPHER

— Me duele...

Se queja por vez incontable de lo que llevamos de salida. Se remueve y retuerce sobre el asiento del copiloto, ardiendo por culpa de esa maldita bebida.

Por tratar de demostrar que le importa una mierda mi opinión ahora está sintiendo un calor infernal que coloniza su cuerpo. No hay manera de frenar el proceso, por lo que pasará una larga noche suplicando por una ayuda que nadie la va a brindar.

— ¿Qué me han hecho?...— insiste acariciando su cuerpo, ignorando que cuanto más caso le hace a su necesidad más duele.

Ignoro sus reproches y me centro en la carretera, aunque no es nada fácil con sus constantes movimientos.

—Deja de moverte...— demando cansado.

Ella me dirige una mirada de súplica y necesidad, alcanzando su desesperación en la ausencia de un contacto físico.

— ¡Me duele!...— susurra entre lágrimas. — Siento que me está destrozando por dentro...

— No habértelo tomado...— vuelvo a ignorarla.

Se calla por unos minutos y vuelve a gritar, seguramente esa exagerada dosis la está haciendo perder la cabeza. Esa bebida solo lo consumen los hombres en grandes cantidades y las mujeres casi ni se asoman. Tiene una exagerada concentración de sustancias ilícitas, siendo el mayor componente un afrodisíaco.

— ¡Joder!...— unas lágrimas bajan por sus mejillas. Se está retorciendo de dolor y es por su maldita culpa.

— Cálmate...— le digo y vuelve a mirarme, esta vez desabrochando el cinturón de seguridad y acercándose a mí oído. — ¿Qué haces?...

— No lo sé...— susurra agitada. — No puedo controlarlo...— baja lentamente hasta mi cuello dejando besos por todas partes.

— Estoy manejando...— la aparto y grita.

Sé lo que esa bebida puede hacerle a una mujer y no es nada bueno. Christian lo probó con una chica que le había traicionado. Una noche de dolor insoportable, llanto, gritos y necesidad insaciable por tener sexo. De hecho, solo los hombres la consumen. Le salvo la vida y se mata ella misma.

— Por favor, me arde el cuerpo...— solloza cubriendo su rostro.

Quiero volver a ignorarla, pasar de sus delirios y que se responsabilice sola de sus errores, pero también siento enojo al verla así de mal y necesitada.

Suspiro frustrado, fijo mi mirada en la carretera y libero una mano del volante. Ésta se dirige al muslo interno de Natasha, provocando con un simple roce que suelte un fuerte jadeo. Su mirada busca la mía y la evito mientras mi mano avanza a su intimidad. Abre ligeramente las piernas para darme un mejor acceso a su intimidad.

— ¡Dios!...— gime al acariciarla por encima de la tela. Está tan mojada que siento su humedad atravesar sus bragas.

«No lo hagas» me digo a mí mismo, ya que si esto inicia no se va a poder detener y tal vez acabe muy mal.

— Chris...— se mueve creando fricción entre nosotros, desesperada por recibir atención en esa zona tan húmeda.

Hago la tela a un lado y rápidamente la penetro con dos dedos, los cuales se deslizan fácilmente en su interior debido a su humedad. Gime al ser penetrada, manda la cabeza hacia atrás y sujeta ambos lados del asiento.

— Muévete, por favor...— suplica entre jadeos.

Mi mente se nubla ante la imagen tan lasciva que me muestra. Tiene el cabello hecho un caos, el rostro empapado de sudor, los labios semi abiertos, gimiendo y jadeando sin control. Su vestido se eleva por su atrevimiento, sus caderas quedan expuestas, al igual que su escote, que después de uno de sus movimientos, muestra más que la simple montaña de sus senos.

— Tranquila, pequeña...— retiro mis dedos y vuelvo a entrar en ella. Su gemido es delicioso, al igual que ella.

Sin retirar la vista de la carretera entro y salgo de su interior, cogiéndome a la pelinegra al otro lado de mi asiento, escuchando sus gemidos de placer, su voz pidiendo más, su desesperación. Sintiendo como me aprieta, se contrae y me libera aún más mojada y necesitada, como si mis dedos solo son una pequeña porción de todo lo que necesita en este momento. Lo sé, pero seguimos en plena carretera, a menos que vayamos a otro lugar.

— ¡Más!...— gime entre bocanadas de aire. Entro aún más profundo, me mira y se muerde el labio sonriendo con travesía. — ¿Por qué no detienes el auto?...— pregunta y por la forma en la que lo hace sé para qué.

— ¿Quieres follar en la carretera, Natasha?...— pregunto jugando el su interior.

— No estaría mal, ¿Sabes?...— lleva su mano a mi entrepierna. Estoy más duro que nunca y su toque me enloquece. — Tú también estás perdiendo la cabeza...— retira mis dedos de su interior y se los lleva a la boca, chupando ambos y haciendo referencia a lo que tengo entre las piernas.

Su rostro no tiene precio, está tan caliente que trata de arrastrarme también a su infierno.

— No hace falta...— digo entrando al garage de una de las propiedades que tengo esparcidas por la ciudad.

Es un edificio de diez plantas, completamente desocupado, que normalmente me sirve de retiro o de espacio de tortura, pero hoy servirá para otra cosa.

La puerta se cierra a nuestra entrada, así mismo las luces del interior se encienden mostrando una colección de autos de lujo, regalos de algunos amigos que llevan tiempo bajo tierra.

— ¿Me has traído a un hotel?...— sonríe abriendo su puerta, se apresura a salir y se desploma nada más poner ambos pies a fuera.

Salgo negando, cierro la puerta y rodeo el auto hasta llegar a su lado. Ella está de rodillas, mirándome con una sonrisa traviesa.

— Vamos...— trato de levantarla, pero se niega. En respuesta agarra el cinturón de mis pantalones y lo desabrocha en silencio.

Sus ojos se encuentran con los míos, mi mirada expresa sorpresa, mientras la suya solo muestra un deseo insaciable que la corrompe en todos los sentidos de la palabra.

— Hay habitaciones...— la digo cuando libera mi miembro de la prisión que estaba sometido por ella.

Me sonríe con esa oscuridad en la mirada, su mano envuelve mi masculinidad y la dirige a su boca.

— Luego puedes hacerme una visita guiada...— dice y lo lame con deseo.

Mi cabeza se inclina hacia atrás cuando suelto un jadeo.

— Juegas con fuego...— susurro y siento como me envuelve en la humedad de su boca, llegando hasta lo más profundo de ella para luego liberarme en un delicioso juego que hace con sus labios y lengua. — ¡Joder!...

— ¿Vas a castigarme por ello?...— bajo mi mirada a ella y sonríe repitiendo la acción. Mi cuerpo se retuerce del placer e inevitablemente bajo una mano a su cabeza, agarrando su cabello con fuerza.

— ¡Sí!...— respondo moderado sus movimientos, haciendo que llegue hasta su garganta. La hace daño, pero me excita de sobre manera.

— ¡Oye!...— se separa para respirar, me mira y comienza a mover su mano en un vaivén para nada torpe. Juega con la punta, la lame y succiona haciendo que entre en desesperación.

Está claro que no es la primera vez que lo hace, y se siente como la gloria, ella es tan cálida y juguetona, que...

— ¡Mierda!...— me tenso sintiendo el palpitar de mi masculinidad.

— ¿Vas a venirte?...— me envuelve por completo y me libera lentamente. — ¿Quieres hacerlo en mi boca o en mi rostro?...— pregunta sin ninguna pizca de vergüenza.

Agarro con más fuerza su cabeza dando las últimas embestidas. Ella trata de seguirme el ritmo hasta que siento es sensación tan desesperante. Salgo de su boca y me desahogo en su rostro, ensuciándolo como muchas veces había deseado. Vaciando las últimas gotas sobre sus senos.

Esa imagen sí no tiene precio.

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Bueno, no puedo ser más explícita porque me lo bajan en la otra app...

Espero que les guste está parejita...

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