MARIOEscucho el sonido personalizado de una llamada entrante y maldigo al saber que no puedo recibirla. Él, seguramente sí, y aunque ni puedo verlo sé que está rebuscando entre mis cosas para sacar el aparato. Lo confirmo al oír como mis libros y cuadernos caen a pocos pasos de mí, el sonido se amplifica por unos segundos, escucho una pequeña risa, y en ese momento la llamada se detiene. Suspiro molesto y trato de soltar mis manos de ese maldito agarre, algo inútil.
- No sé porqué, pero cada día más me convenzo de que tratas de aparentar lo que no eres...- su voz aterciopelada me corta la respiración por unos segundos. Hay enojo en ella y ese punto amenazante que sin importar su humor, siempre permanece en su voz.
Trato de mantener la calma y fingir no saber de que me está hablando, en este momento no tengo ni fuerzas para mantener esa absurda conversación.
- Y que esa amiga tuya...- añade y escucho como sus botas negras caminan hacia mí, como siempre, simulando estar aplastando el mundo. - Natasha...- menciona y siento como mi corazón se llena de preocupación. Detesto cada vez que habla de alguien que aprecio, de mis amigos o mi familia, es como si quisiera hacer desaparecer a todas las personas que estén a mi lado. - Es mucho más que eso...- sus botas golpean con con mis dedos, los cuales difícilmente rozan el piso.
«Claro que es mucho más que eso, es como mi hermana» me digo mentalmente.
- ¿Me equivoco?...- cuestiona y siento su mano acariciar mi rostro, no es algo tierno, solo un simple medio para después bajar por mi cuello y retenerlo entre sus grandes manos.
- Sí...- me atrevo a decir, aún sabiendo que eso solo le pone de mal humor. Le escucho suspirar, se que tiene tensa la mandíbula. Ya ni importa que mis ojos estén vendados, ya me conozco todas sus facetas.
- ¿Todos tus amigos te llaman a estas horas?...- me susurra al oído. Su aliento me acaricia haciéndome estremecer, una reacción constante.
- Solo los importantes...- le digo con la voz ronca. Creo que lo que sea que me haya dado me está llevando al límite. Mi cuerpo arde en deseo y se prende aún más con cualquier contacto, incluso con ese agarre en mi cuello. No me acostumbro a meterme drogas en el cuerpo, pero a este maldito no le puedes decir que no y menos cuando tiene un arma en la mano.
- ¿Cómo de importante es ella?...- su mano se separa de mi cuello y baja a mi pecho. Sus fríos dedos acarician esa zona ejercitada, tocando las marcas de nuestro anterior encuentro. Desde esa noche he tratado de evitarlo, pero lamentablemente es un maldito enfermo que me acosa sin ningún reparo.
- Eso no te importa...- respondo y lejos de lo que me espero, se ríe. Su risa es hipnotizante, esconde toda su maldad.
- Tienes razón...- suena calmado y eso nunca es bueno. Lo segundo que escucho es mi celular siendo estampado contra una pared, seguramente, destrozándose en el impacto.
- ¡Joder! Christian...- le grito molesto. Trato de soltarme de este maldito agarre que me tiene colgando de un marco metálico en medio de su enorme cuarto. Es en vano, ya que solo me lastimo las muñecas.
Él agarra mi rostro entre sus manos, acaricia mi mejilla y seguidamente me suelta un puñetazo que me voltea el rostro. Siento el sabor metálico en mi boca, aprieto los puños y retengo cualquier muestra de dolor.
- Cuida tu maldito tono de voz...- me susurra sobre los labios. Su aliento me dice lo que estuvo bebiendo todo este tiempo: Whisky. - A veces se te olvida que odio que me alcen la voz...- su mano derecha acaricia mi cabello, lo agarra con fuerza y dirige mi rostro en su dirección. - ¿Debo volver a educarte?...- mi piel se tensa con esa pregunta, un sudor frío acaricia mi espalda y trago grueso.
- No...- susurro rendido. Mi cuerpo no soportaría otro de sus juegos.
- Quiero pensar que eres un buen chico...- me acaricia el cabello como lo hace un dueño con su perro y eso me sienta como una maldita puñalada. - Pero sigo con la duda de si te follas o no a...- hace una pausa. Siento su mano acariciar mi labio, ese roce quema como el mismísimo infierno. - Natasha...- insiste y vuelvo a maldecir.
¿A él que le importa? No somos una pareja ni nada...
- Eso no importa...- le digo y se aparta de mis labios. Sus botas golpean el piso en dirección contraria, sé a dónde se dirige y me provoca un ardor en el pecho.
- Una mascota lo comparte todo con su dueño...- está molesto, más que eso, arde en ira.
- No soy tu mascota y no tengo porqué compartir nada contigo...- me atrevo a decir y se ríe de mi supuesta valentía. Escucho el ruido sordo del objeto que toma de su armario y me preparo para lo que viene.
- No deberías ser tacaño...- susurra en su regreso. - Puedes traer a tu amiguita y la compartimos...- se ríe siniestramente. - Yo por delante y tú por detrás...
Esa simple idea me resulta asquerosa. Jamás podría involucrar a Nat en esto, ella está en su mundo de romance fresa, no necesita a un sádico en su vida. Chris está loco, maldito enfermo. Todavía no comprendo como fue que tuvimos que coincidir en aquel lugar, me arrepiento tanto de haber aceptado la invitación de mi amigo a esa reunión de niños ricos.
«Cuanto daría por regresar»
- Veo que te gusta la idea...- unas frías cuerdas de goma me acarician la piel. Siento un escalofrío y mi pecho se infla de la rabia e impotencia - ¿Sabes?...- se acerca a mi oído. - A mi no...
Lo siguiente que siento es como la piel de mi espalda se quema con el maldito golpe que me da, no sé ni que sostiene, pero me ha hecho daño. Se ríe, eso le gusta, hacer daño es la única forma en la que se excita...
- Te lo he dicho desde la primera vez...- me susurra. Su aliento acaricia mi nuca, y mi piel se pone de gallina. Siento su erección golpear contra mi y eso me incomoda. - Eres mío... - su mano viaja de mi espalda a mi abdomen, lo acaricia y baja lentamente rozando mis pantalones. Retengo un jadeo sin poder separar el dolor que siento del placer que me produce su caricia. - Ahora...- baja a mi entrepierna y lo aprieta con fuerza. Echo la cabeza hacia atrás adolorido, todo mi cuerpo se retuerce y trato de controlarlo. - Mañana y siempre...- afirma besando mi espalda, un beso suave y delicado, que dura menos que el sol en invierno. Pues nada más separar sus labios de mi piel vuelve a azotarme con fuerza, haciéndome gritar de dolor.
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BÁILAME (+18)
Romance- Es lo que llevas deseando...- besa mi nuca e introduce dos dedos a mi interior. Gimo de inmediato contra la puerta, mis piernas tiemblan y siento que si no sostiene mi cintura acabaré desplomándome en el piso. Me embiste con sus dedos provocándome...