38. Maldito error

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NATASHA

Siento los dedos de Christopher invadir mi interior y todo mi cuerpo se calienta aún más. Mis piernas tiemblan abrazadas a su cintura, mi respiración se acelera con cada embestida, nublando mi razón y cualquier intento de lucidez sobre el grave error que estoy cometiendo. No sé ni cómo he llegado a este mundo, como mierda he pasado de tenerle miedo a estar pegada a su cuerpo gimiendo sin control alguno, en este cuarto y con los guardias fuera.

Lo que sí sé es que sus ojos me envuelven en un maldito infierno que abraza mi piel haciendo que desee que tome posesión de cada rincón de mi cuerpo. Solo son sus dedos y ya estoy temblando, no quiero ni imaginar cuando sea esa erección que llevo sintiendo desde el beso, dura y enorme. Mi respiración se acelera tanto que comienzo a sentir un calor infernal, como si todas mis prendas me fueran una maldita molestia.

«Desnúdame» grita mi cabeza, mientras mis manos viajan a ese cabello rubio, lo agarran y acarician. Es tan suave como me lo imaginé, mis manos se resbalan entre la humedad, es como si se hubiera mojado el cabello poco antes de verme.

- ¿Cuál es tu nombre?...- me susurra al oído aumentando otro dedo. Mi interior se contrae y por unos segundos estoy por decir «Natasha», pero me contengo.

- Jennifer...- gimo sin poder resistir más. Él arruga el entrecejo y me mira fijamente. Esos ojos me vuelven a arrastrar a su infierno.

- Mientes...- me dice embistiendo con fuerza. - No me mientas, pequeña...- susurra y observa lo que parece ser la máscara que todavía mantengo. Una sonrisa maliciosa se apodera de su rostro y con su mano libre acaricia mi cabello, tocando el borde de la máscara. Eso me aterra y me trae de regreso a la realidad, a mi maldito error.

Antes de que me quite la máscara hundo mi boca en su cuello y le muerdo con tanta fuerza que sale de mí. Vuelvo a poner mis piernas en el suelo, parecen gelatina, tiemblan tanto que por un segundo creo que me voy a desplomar.

- ¿Qué mierda te ocurre?...- pregunta molesto, está más que molesto, sus ojos arden en ira. No es para extrañar, ya que veo un pequeño río de sangre bajar por su cuello. Le lastimé.

- Yo...- le observo sin saber que decir. ¿Qué mierda me ocurre? ¿Cómo me involucré con él? Es un cliente, es socio o amigo de mi jefa, es un sádico enfermo y quiere utilizarme como hacen la mayor parte de los hombres. - Mierda...- susurro para mí recogiendo mi ropa del suelo.

- ¿A dónde crees que vas?...- me agarra del brazo y me obliga a poner la mano en su entrepierna. - Mira lo que has provocado...

«¡Joder! ¿En qué estabas pensando al tener eso dentro? Te destrozaría »

- Suéltame...- me aparto aturdida. Todavía me tiemblan las piernas. - no sé porqué pasó esto, pero me arrepiento... Yo...

- ¿Lo haces con todos tus clientes?...- me pregunta con una sonrisa siniestra. Mi rostro se desencaja aún más.

- ¿Que estás insinuado?...

- Dime, ¿Cuánto necesitas para terminar el trabajo, pequeña prepago?...

«Prepago» esa palabra me destroza el corazón. Bajo la cabeza avergonzada y sin saber que decir. Tengo un nudo en la garganta que arde con la pronta salida de mis lágrimas.

- Dime tu precio...- insiste ignorando mi condición o el daño que me hace. Solo le importa meterse entre mis piernas, que idiota he sido al permitirlo, estoy loca, tan loca como él. - Te enseñaré como folla un hombre de verdad...- vuelve a sonreír y me da asco, es un maldito. - Seguro tu novio no llega a donde debe, con solo una caricia te has calentado como una maldita zorra...

«Zorra» este imbécil.

- Tú y tu dinero pueden irse a la mierda...- le digo aún con la voz temblorosa. - Y sin importar si mi novio llega o no, él será quien acabe en mi interior esta noche, maldito imbécil...- le grito y aprovechando el pequeño despiste que le causan mis palabras alcanzo la puerta y la abro.

Los guardias me miran y luego a Christopher, quien también me observa aún más molesto que antes, como si ahora no solo quisiera matarme, también torturarme, hacerme suplicar por perdón, denigrarme peor de lo que lo ha hecho y destrozarme, quiere destrozarme.

- Ya terminamos...- informo poniéndome la ropa. Gracias que no llegó a quitarme el encaje.

Los guardias asienten y salgo de ahí por el largo y casi interminable pasillo. Mi cabeza va explotar con lo que acaba de pasar y más sabiendo que después de esto él no va a dejarme en paz. No debí caer, no debí dejarme llevar por él y menos confirmar que no solo me caía mal, sino que también, me gustaba físicamente. Y es que solo había que mirarlo, ninguna mujer podía ignorar su atractivo, esos ojos, ese rostro, esa boca, ese cuerpo, sus malditas manos... Yo había caído completamente de la manera más absurda posible y le había dejado ver que con solo tocar mi piel, ésta se quemaba en un deseo infernal.

Esto me iba a traer consecuencias, ahora él iba a llegar con toda la libertad a tratar de arrastrarme de nuevo. Y si lo pienso, por más que me decida a no caer, lamento decir que inconscientemente volvería a hacerlo si volviera a besarme de ese modo. Le odio, pero mi cuerpo no.

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