7. Contigo no

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CHRISTOPHER

Verónica se acerca a mí con un rostro serio, me observa detenidamente y sin decir nada pasa a un lado, seguro por el ruido de la zona.

— Creí que ya te ibas...— comenta mientras prende un cigarro.

— Lo hacía, pero algo llamó mi atención...— respondo apoyándome a la pared de ese pasillo semi oscuro.

— ¿Algo o alguien...?— suelta el humo clavando su mirada calmada en mí.

— Supongo que le debo unas disculpas a la chica...— digo recibiendo como respuesta una negativa.

— Yo se las daré de tu parte...— dice en seco.

— ¿Así tratas a tus clientes?...

— Tú no eres un cliente, eres un sádico que busca una nueva presa...— relaja sus hombros soltando el humo. — Este no es tu lugar Christopher, a ti te van las luces rojas...

— ¿Cuánto cuesta el privado?...— pregunto sacando un fajo de billetes. — ¿Dos mil? ¿Tres mil?...— me acerco a ella y le entrego el fajo. — No creo que valga ni lo que te estoy dando...

— No quiero tu dinero...— lo golpea contra mi pecho. — Solo lárgate de aquí...

Verónica nunca cambiará, ella es la única de la familia y de mi entorno que me encara y eso a veces o constantemente me molesta.

— ¿Vas a negarle el servicio a tu socio?...— mi mano acaricia su cuello y en cuestión de segundos un arma acaricia mi cabello.

— ¿Quieres llevar así la fiesta...? — me sonríe y me alejo, siempre es igual.

— Llevemos la fiesta en paz...— me arreglo el traje — Habitación 6...— digo dándole la espalda. — puede venir con lo que quiera...

NATASHA

Me dieron a elegir, por lo que prefiero ir al encuentro en un traje negro de marinera, es lo más cómodo que se me vino a la mente. No es tan corto, casi roza mi rodilla, bueno, ese casi puede ser una exageración, ya que si me agacho se me ve todo. Tiene un pequeño escote y se pega a mi cuerpo de una manera que resalta absolutamente todo.

”Tal vez si me visto así a menudo podría seducir al profesor de derecho civil»

Ese pensamiento me roba una sonrisa traviesa, la cual se borra al leer el número seis de la puerta de madera. Los guardias que me acompañan se quedan a un lado de la puerta, cada uno a un costado. Miro ese número tallado en placa de oro y suspiro.

“Haz llegado hasta aquí” me digo respirando lentamente.

“Piensa en la razón por la que lo haces...” mis manos se cierran en puños.

“Ya lo hiciste una vez, puedes hacerlo...”

Elevo la mano con un pequeño temblor y golpeo un par de veces la puerta, un profundo y siniestro “adelante” se escucha al otro lado, paso saliva aún más nerviosa y abro. La habitación que me recibe es de un color frío, un gris oscuro que se siente amenazado por la luz roja que brilla en lo más alto.

El hombre que me espera está sentado en un sillón viendo la pequeña tarima que me espera. Solo alcanzo ver su espalda y unos dedos que realizan un baile impaciente sobre uno de los respaldos del sillón. Una música lenta suena de fondo, no es la típica, parece música clásica de piano o de una banda. Su cabello bajo ese foco rojo se ve de color negro, aunque dude todavía.

— Cualquier cosa...— me volteo a ver al guardia que me habla. — Estamos aquí fuera...— dice y cierra la puerta.

Estando ahí solo siento los latidos de mi corazón como los golpes de un tambor. Agarro el borde de mi ropa y tras varias respiraciones decido caminar con seguridad, tragando todo mi miedo y centrándome en mi objetivo, el dinero.

— ¡Buenas noches!...— saludo con una pequeña sonrisa, pero ésta se borra una vez que reconozco el rostro que tengo delante.

Esos ojos grises me miran con intensidad mientras una sonrisa sádica ocupa ese rostro serio. Este maldito imbécil me vuelve a comer con la mirada, esa oscuridad vuelve a invadirme y me siento atrapada en un abismo. Por intuición retrocedo un par de pasos y él cambia esa sonrisa por un rostro inexpresivo.

— ¿Qué esperas para empezar?...— su voz es un viento frío que me estremece.

Le miro sin color en la piel, los recuerdos de nuestro primer encuentro me invaden y me niego, cualquiera menos él, ¿Primero me llama puta y ahora espera que me mueva para él?

— Ha habido un error...— digo y trato de irme.

No sé en qué momento sale de ese sillón, pero una mano agarra mi muñeca con fuerza, tanta que me roba un gemido de dolor.

— Te pedí explícitamente...— susurra y siento que se me va la sangre del cuerpo. Su expresión es aterradora y por un segundo quiero gritar.

— Pues yo no quiero trabajar para usted...— digo escondiendo el miedo que él me transmite.

Le veo morderse el labio, aprieta aún más el agarre y vuelve a sonreír.

— No deberías ser rencorosa...

— Y usted no debería tratar a la gente como insignificante...— su agarre empieza a dolerme e insisto en soltarme, pero es inútil.

— Tómatelo como una disculpa...— me dice, pero no hay remordimiento en su voz.

— ¿Por llamarme puta o por agredirme en este momento?...

Él me mira fijamente, quiero apartar la mirada, pero resisto. Sus ojos viajan al agarre y me libera lentamente.

— Te pago para que me muestres tu cuerpo, sí eres una puta...

Esa palabra vuelve a golpearme y aprieto los puños.

— Y no te estoy agrediendo, agredirte sería romper cada hueso de tu hermoso cuerpo o desfigurar ese rostro que escondes bajo esa máscara...

Sin pensarlo mucho y con el corazón en la garganta me aparto bruscamente, ni siquiera me detengo a verlo de nuevo, solo salgo corriendo, abro la puerta agitada, los guardias me observan, pero yo salgo corriendo de ahí. Mis piernas tiemblan, no sé si es por el miedo a lo que dijo o por el sentimiento de que nada es una broma.

Llego a los vestuarios y tomo mis cosas, ni siquiera me cambio y salgo, no hablo con nadie, todo me tiembla, hasta mi corazón siente que se va a detener en cualquier momento. No quiero seguir aquí, solo quiero irme.

— Jen...— la voz de Verónica me detiene.

— No soy Jen, no quiero ser Jen...— le grito con la voz temblorosa. — Esto fue un maldito error...— no sé ni en qué momento mis lágrimas han empezado a bajar. — Solo quiero salir de aquí y no volver...

— Espera, necesitas calmarte...

— No me pida que me calme, díselo a ese psicópata de esa maldita habitación...— respiro con fuerza.

En poco tiempo hemos llegado a la calle, el frío me golpea con esa pequeña ropa que tengo y maldigo por todo lo de esta noche.

— Está bien...— saca un sobre de su chaqueta y se acerca a mí. — Has cumplido tu parte...— la miro con los ojos llorosos, pero ella sigue calmada. — Vuelve a casa con cuidado y abrígate...— deja el sobre en mis manos y regresa al local.

Me encuentro sola en ese lugar, los guardias me miran, me pongo mi sudadera y comienzo a caminar, no pienso tomar un taxi aquí mismo, no quiero que ningún maldito pervertido me siga o sepa donde vivo. Solo quiero llegar a casa, ducharme e irme a dormir, olvidando todo lo ocurrido.

«Una noche para olvidar, lo voy a olvidar».

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora