18. Más que amigos

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NATASHA

Mi cuerpo se siente más pesado que de costumbre, incluso abrir los ojos se me dificulta, hace mucho calor, más en mi frente y en mi cuello, los cuales siento mojados. Con pesadez alzo la mano hacia mi frente tocando un paño húmedo que cubre todo ese lugar. Lo estiro mientras consigo abrir los ojos, el lugar está oscuro, la ventana cerrada, a pesar de recordar que no la había cerrado, además, estoy arropada y con otro paño en el cuello.

Algo se mueve a mi lado rompiendo mi ola de pensamientos, me volteo lentamente y para mí sorpresa es Mario, no entiendo que hace tumbado en mi cama, pero al despegar mi espalda de la cama y ver el rastro exagerado de sudor que dejo, lo entiendo. Pasó otra vez.

Con la poca fuerza que consigo reunir salgo de la cama, arrastrando mis pies descalzos hacía la Cocina, pues el hambre se apodera de mí de una manera infernal, eso pasa siempre, después de perder tanta energía tengo hambre como para acabar con un camión entero de comida. Es exagerado, pero se aproxima.

La cocina está completamente ordenada, de verdad que Mario es un cielo, aunque me apena saber que no abrió su floristería por quedarse conmigo. Seguro que le arruiné la tarde con ese ataque, ni siquiera me pregunto cómo fue que entró a la casa, pues seguro utilizó la llave de repuesto después de haber tocado varias veces sin recibir respuesta.

La nevera tiene algunas sobras de comida, agarro un taper y vierto la comida en un plato. Mis ojos se cierran y se abren muy cansados, es como si no fuese suficiente haber dormido hasta las doce de la noche.

— Por fin despiertas...— escucho la voz de mi amigo y me volteo a verlo, está recargado en el marco de la puerta, viéndome y acariciando su cabello.

— Bueno, yo... Lo lamento...— susurro apenada.

— ¿Qué es lo que lamentas?...— agarra el plato de sobras y lo mete al microondas.

— Te he arruinado la tarde...— él sonríe.

— ¿Qué hay más importante que cuidar de ti?...— él es tan tierno.

— ¿Cuidar de tus flores?..— alzo mis cejas pero éstas caen cansadas.

— Mis flores no están enfermas...— su mirada expresa preocupación.

— He dormido demasiado...— trato de evadirlo mientras salgo de la cocina pero no se rinde.

— Será que la medicación...

— La medicación está bien...— le interrumpo. — Sabes que es inestable...— avanzo por la sala.

— Deberías llamar a tu padre...

— ¿Para qué?...— mi voz se eleva un poco, pero respiro al entender que mi problema no es con Mario y que él solo quiere mi bien. — Estoy bien ¿Vale?... Ya estoy bien...

Desaparezco en el baño antes de que pueda decir algo más, pues necesito una ducha bien caliente y quitarme todo este sudor del cuerpo. Me detengo en el espejo y me observo, seguro bajaré de peso, pero espero que no se note, ya que después de todo estuve engordando para este momento. Acaricio por encima de mi pecho algo cansada de esta situación y entre suspiros entro a la ducha.

— Ya es tarde para avisar a Verónica...— escapa de mi boca sin detenerse en mi mente, pues no lo pienso y lo dejo salir. A pesar de todo lo sucedido debía asistir, de verdad quiero confiar en su palabra de que él ya no volverá, y es que ya tengo muchos problemas como para cargar otros más.

Mario tiene razón al decir que debo llamar a mi padre, pero estoy muy cansada para oír sus quejas, si es que toma mi llamada, o la maldita frase de su buzón de voz. Supongo que él tampoco tiene ganas de escucharme, después de todo, no acabamos en buenos términos.

Suspiro contra la vitrina de la ducha y recargo ahí mi cabeza. Estoy cansada de esto, ni siquiera quiero pensar en que tan grave iba a ser si Mario no me había encontrado. A veces pienso que éste es mi castigo por tanto rencor acumulado.

— No sabía que unas simples sombras olían tan bien...— comento tras cambiarme.

Mario está en el sofá revisando un par de cosas en su celular. Me acerco lentamente y me tumbo a su lado.

— Serán las especias...— responde dejando de lado el celular.

— Tal vez...— agarro el plato y doy un bocado. Son los restos de alguna lasaña o algo por el estilo, ya ni lo sé.

— ¿Eso es saludable?...

— Si está en mi cocina, sí lo es...— doy otro bocado. Su celular vibra con otro mensaje, mira la pantalla y sonríe. — ¿Nuevo ligue?...— pregunto con una sonrisa medio pícara.

— No, es Thomas, irá a mi cuarto por algo de ropa para mí...— se acomoda aún más en el sofá.

— ¿Vas a quedarte? No es necesario...— sé que tiene cosas que estudiar.

— Tarde, mi equipaje ya está de camino... — prende el televisor entrando a uno de los programas. — Hoy tu no muy cómodo sofá será mi cama...

La gente a veces cree que él y yo tenemos una relación, incluso sus padres creen que es bisexual por la manera en que se comporta conmigo. Pero para mí él es la mejor persona del mundo, tendré a mis amigas, pero antes de ellas estuvo él y nuestra amistad ya cruzó la línea a ese punto de parecer más que eso.

— ¿Vamos a hacer una pijamada?...— bromeo mientras él pone una peli de comedia romántica. Casi siempre criticamos el romance, pero nos gustan.

— Tal vez...— le veo sacar unas patatas de su costado, ni las había notado. Las abre y comienza a comer.

— Suena muy bien...— me acomodo en su pecho dispuesta a calmarme y disfrutar de la compañía y el cuidado de mi amigo.

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Dyn🤍

Esos migos que valen oro dafnemey

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