37. ¿Quieres conocerme?

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CHRISTOPHER

No se mueve, solo me observa con esos enormes ojos que viajan entre el color miel y el café. La duda se muestra en su mirada, al igual que el nerviosismo en sus temblorosas manos, y eso me excita. Sé que una parte de ella tiene miedo de volver a estar aquí, pero también, que hay otra parte más fuerte que quiere algo de mí, no sé que es exactamente y no tengo tanta curiosidad en saberlo, solo quiero tenerla, esta noche o la siguiente.

La vuelvo a observar detalladamente, su rostro está ligeramente rojo, su cabello se recoge en una cola que tengo ganas de soltar, y que esos pequeños rizos que caen por su rostro no sean los únicos. Su traje la hace ver como una verdadera azafata, marca un escote tentador, su pequeña cintura, sus caderas y sus largas piernas, perfectas para abrazarse a mi cuerpo mientras me la cojo contra una de estas paredes.

La simple idea de tenerla gimiendo sin control aumente mi deseo de que ella sea la siguiente, así podré domesticar esa boca que tiene.

- Creí que bailarías para mí...- le digo viendo como rueda los ojos y me mira con su nerviosismo intacto. Se aclara la garganta y muerde su labio inferior, sus dientes ni siquiera la hacen daño.

«Ven pequeña y deja que yo te ayude »

- Supongo que todavía me estoy haciendo a la idea...- responde acariciando el borde de su faldita. La eleva unos cortos centímetros, pero los suficientes para poder distinguir la tela roja que tiene bajo ella.

- ¿Sigues pensando en la última sesión?...- pregunto con una pequeña sonrisa, me hace gracia la forma en la que abre los ojos al escucharme y trata de evitar mi mirada. Gira su cuello y esa imagen regresa a mi, ella con un collarín de cachorro, perfecto para jugar. - Yo no me la quito de la cabeza, Jen...- confieso prendiendo un cigarro. - Recuerdo como de loco me dejaste con ese disfraz y las ganas que tenía de metértela en ese mismo momento y hacerte llorar de verdad, no de esa manera tan ridícula en la que lo hiciste...

Su rostro se desencaja, está molesta, aunque el nerviosismo y la pequeña chispa de miedo que brilla en sus ojos la impiden darme la espalda e irse.

- Tú...- se corta a sí misma, como pensando mejor lo que quiere decir. - Estás enfermo...- suelta y me mira expectante.

- No es la primera vez que me lo dicen...- apago mi cigarro, me levanto del sofá, y de inmediato ella retrocede. Es como jugar al gato y al ratón. - Pero sí eres la primera mujer que me lo dice antes de siquiera conocerme...- sigo avanzando hasta que sus pies golpean con la pequeña tarima.

- No necesito conocerte para saberlo...- responde tratando de aparentar estar calmada, pero su respiración agitada la traiciona. Su pecho sube y baja con cada paso que doy hacia ella.

- No debes tener una falsa imagen de mí...- me detengo a menos de un paso. Alza su mirada y me observa desafiante.

- ¿Es erróneo pensar que no tienes nada de bueno?...- me cuestiona con la voz entrecortada. Observo sus labios y como vuelve a retenerlos entre sus dientes, están necesitados y ella no sabe tratarlos.

- No...- acabo con la distancia que hay entre ambos, quedando tan cerca que nuestros cuerpos de unen. Ella me mira y trata de alejarse, siendo un error, ya que la aprisiono entre mis brazos, los cuales se apoyan a cada costado sobre la tarima.

Suspira contra mi cuello y todo en mí se remueve. La observo de cerca, sus labios están semi abiertos, como si desea que invada su boca hasta dejarla sin aire. Hay incredulidad en su mirada, pero también lo que he estado buscando por un tiempo, deseo, y es que involuntariamente su cuerpo reacciona a la cercanía.

- ¿Para eso quería que vuelva?...- me vuelve a cuestionar, pero esta vez su voz sale tan ronca que me acerco a su rostro. Ella jadea y me mira con ojos de inocente. - ¿Para mostrarme sus mil personalidades?...- es gracioso ver como trata de controlar sus reacciones y su nerviosismo, cuando ni siquiera no puede sostenerme la mirada.

Dirijo mi mirada a su cuello, esa piel limpia que me desea, no importa si ella quiera negarlo, sé que es lo que está esperando.

- No...- le susurro al oído. Retiro una de mis manos de la tarima llevándola a su muslo. Ese simple roce aumenta mi deseo.

Ella se tensa y trata de alejarse, se lo impido llevando la otra mano a su cuello y obligándola a quedarse acorralada entre una pared firme y yo. Rápidamente sus ojos se cristalizan y joder como de buena se ve cuando esto pasa.

- Suéltame...- demanda en un hilo de voz.

- ¿Quieres conocerme?...- me acerco a sus labios, que siguen deseando atención. - Éste soy yo...- le digo comenzando a subir por su muslo. - Mi única personalidad...

Ella abre la boca para gritar, pero se la callo estampando mis labios contra los suyos. Se sorprende y me rechaza al inicio, pero sin importarme su participación me muevo sobre los suyos de forma posesiva. Saben a cacao, son tan suaves y tan sensibles que no me puedo resistir y muerdo su labio inferior. Le duele, ya que abre la boca para soltar un gemido de dolor. Aprovecho esa oportunidad para invadir su boca de la misma manera en la que deseo invadir todo su cuerpo.

Lucha por un momento golpeando mi pecho, pero cuando mi lengua roza la suya se rinde, siento como su cuerpo se relaja y comienzo a notar su participación. No es ninguna inexperta, lucha por el control, desea llevarme la contraria en mi propio juego, sin poder conseguirlo

Lentamente aparto mi mano de su cuello y la llevo a su otro muslo, acaricio ambos haciéndola estremecer. Su piel es tan suave que intensifica mi deseo. Mis manos rodean su muslo y suben a su trasero, lo retengo y ella gime contra mí. Vuelvo a morder su labio inferior, para luego bajar por su cuello y besar las marcas de mi mano, que se veían perfectas ahí. Muerdo ese lugar y ella suelta un pequeño grito que enriquece mis oídos. Despego sus pies del suelo obligándola a abrazarme con las piernas y la estampo contra la pared, uniendo aún más nuestros cuerpos. Su respiración se acelera con eso, pero no tiene mucho tiempo para recuperar su ritmo normal ya que vuelvo a invadir su boca, esta vez acariciando en el proceso su perfecto cuerpo.

Siento como cada músculo de mi cuerpo se contrae y mi entrepierna comienza a palpitar queriendo ser liberada. Compartimos el mismo deseo, y aún más cuando llevo mis manos a su camisa y me deshago de ella liberando su lencería tan sensual. Mi boca no tarda en viajar a ese lugar y lamer por encima de sus senos. Ella vuelve a gemir, de una manera tan jodidamente sensual que mi miembro se agranda en mis pantalones. Se cubre la boca algo avergonzada, como si no supiera como de intensa había sonado, deseosa de ser mía y de que libere mi miembro para adentrarme en su interior.

- Mierda...- susurro sobre sus labios sintiendo como todo mi cuerpo pide a gritos tenerla en cuatro sobre ese mismo sofá o comérmela en este mismo lugar. - Quiero follarte en este mismo momento...- la beso y paso mi mano por debajo de su falda buscando desesperadamente su intimidad. La acaricio por encima de la ropa interior y ella enloquece, su cuerpo tiembla sobre el mío y manda su cabeza hacia atrás, volviendo a gemir. - Es lo que deseabas ¿Verdad?...- le susurro al oído, aparto su ropa interior y acaricio su intimidad sin tela de por medio. Gime de nuevo - Joder, estás tan mojada...

Sus pezones se tensan deseando ser liberados de esa lencería roja, pero la dejo sufrir. Me mira con los ojos llenos de lujuria y solo le cumplo una petición. Mis dedos juegan en su entrada, haciéndola temblar, vuelvo a su boca, la beso con intensidad y cansado de jugar, introduzco dos dedos en ella.

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