102. Dyn: mi casa

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MARIO

Estoy terminando de ordenar mis libros cuando mi puerta es golpeada con fuerza, tanta que incluso es capaz de escucharse al otro lado del pasillo. Frustrado me acerco a abrirla, tiro de ella dispuesto a reprender al culpable, pero al ver de quién se trata algo en mi interior se remueve.

— Chris...

Me interrumpe lanzándose a mis labios iniciando un beso en el que no participo. Me va empujando lentamente al interior del cuarto y cierra la puerta a sus espaldas. Él en este momento sabe a alcohol, ya ni quiero preguntarme cuánto estuvo bebiendo. Se ve que no está en sí.

— Christian...— le aparto molesto. — ¿Qué mierda haces en mi cuarto?...— le doy la espalda volviendo a mis libros.

Suspira frustrado, me mira y se desploma en mi cama.

— Oye...— me acerco — sal de mi maldita cama...— trato de levantarle y me lo impide. — Quiero que te vayas, joder...— agarro su brazo, pero él es más rápido y me obliga a acabar sobre su cuerpo.

Trato de alejarme y se niega. Sus brazos envuelven mi cintura, suspira y me roba un beso en la mejilla.

— ¿Por qué quieres que me vaya?...— sonríe. — ¿Ya no te gusto?...

¿Gustarme?...

— Estás borracho, Christian...— vuelvo a hacer un intento fallido. Me aprieta más a él y deja un pequeño beso en mi cuello.

— ¿Por eso me rechazas?...

No sé que es lo que se ha metido pero está con una sonrisa demasiado natural para ser él. Normalmente se enoja cuando se droga, no sonríe como un estúpido.

— Se acabó nuestro trato...— le recuerdo.

— No es verdad...— se sienta de golpe obligándome a quedar a horcajadas de su cuerpo. Agarra mis caderas y me acerca aún más. Ese roce me estremece, siendo incapaz de ocultar mis expresiones. — Fue una estupidez...

— No...— me mira y sonríe apenado. Hoy vuelvo a ver a través de su mirada, quedándome sin aliento al ver la tristeza que oculta.

— Estaba molesto contigo por lo que viste... No quiero que nadie lo sepa, no quiero que nadie me vea con ojos de pena...— se esconde en el hueco de mi cuello y suspira. — Eso se debe quedar en el pasado...

— ¿Y por qué lo guardas?...— pregunto sin entenderlo.

— Para envenenar mi alma y así odiar a toda la humanidad... Si odias no tendrás remordimientos por los pecados que cometes...— acaricia mi mejilla, su toque es tan suave que sin darme cuenta me siento bien. — Yo cometo muchos pecados...

— Por eso debes quedarte en tu mundo y dejarme en paz...— agarro sus hombros para alejarlo y no lo consigo.

— Pero mi vida no tiene color, no brilla como tus ojos, los hermosos ojos que me aprisionaron desde el primer momento...— al decir eso veo un brillo en su mirada aunque me convenzo de que se trata de un simple juego de los suyos.

— Ve a tu casa...

— Tú eres mi casa...— susurra acercándose a mis labios. — Sé que crees que soy un monstruo...— me da un corto beso mientras la mano en mi cintura baja a mi trasero. Jadeo. — Pero déjame mostrarte que no lo seré siempre...

— ¿Qué estás tratando de decir?...— pregunto con la respiración hecha un caos.

— Quiero que me conozcas...— da un pequeño beso. — De verdad...

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora