84. Dyn: Mierda

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NATASHA

— ¿Por qué no me dijiste que estás en una relación?...— le recrimino en un susurro ya que delante el rubio va manejando.

— Porque no estoy en una...— responde en frío.

— ¿Entonces?...— arrugo el entrecejo y niega con la cabeza, cansado y sin apartar la mirada de él.

— Ya te lo explicaré con calma...

Quiere añadir algo más pero sus ojos se abren admirando la belleza que estamos visitando. Mi expresión cambia a una de asombro mientras observamos las grandes puertas metálicas bañadas en oro con puntas al final y sostenida por un enorme muro de color mármol. En el centro de la reja se sostiene la letra W, tal vez la inicial de su apellido.

«Su apellido »

Vuelvo a sentir esa presión inexplicable mientras cruzamos las grandes rejas y nos adentramos a un jardín que parece sacado de un cuento de hadas. Largos caminos verdes marcados por arbustos y flores se muestran en un paisaje digno. No soy capaz de distinguir la diversidad de flores que forman este jardín, solo quedo maravillada de su belleza. Rodeamos una fuente de aguas cristalinas. En el centro de esta no se eleva el típico angelito o algo parecido. Una figura de alas dormidas, pies  encadenados y las manos sobre un pecho que se abre en enormes grietas, nos saluda una composición de mármol. Una imagen muy cruda.

Cruzando la fuente nos acercamos a un gran edificio, parece un maldito palacio, con varios hombres de negro rodeando puertas, balcones y alrededores. No sé quién es este chico, pero está claro que no es nada normal.

Las escaleras que dan a la entrada son de suelos negros, terminan bajo una enorme puerta de madera de color marrón oscuro. Grandes ventanales se elevan en los tres o cuatro pisos que tienen la mansión. No está bien claro. Cámaras de seguridad cubren cada maldito punto, es un lugar impenetrable, y me aseguro aún mas cuando en la azotea veo a varios hombres armados.

— ¿Con qué clase de persona te has metido?...— susurro incrédula.

Y como si nada de lo visto anteriormente fuera exagerado, se detiene al final de la calzada de piedra, a pocos pasos de una ¿Piscina?. No debería llamarse eso piscina. Una piscina es lo que tengo yo en la casa de mi padre, no este parque artificial. En total son cuatro piscinas rectangulares conectadas por pequeñas cascadas artificiales. Al borde de cada una se encuentran pequeños círculos de agua que a simplemente vista y por sus burbujas deduzco que son los jacuzzi.

— ¿Hacen fiestas todos los días?...— pregunto sin poder asimilar lo que ven mis ojos.

— Nunca...— responde saliendo del auto.

Mario y yo seguimos sus pasos hasta quedar al borde de esta maravilla. Ya no me arrepiento de haber venido.

— ¡Madre mía!...— exclama Monse revisando todo el lugar con sus enormes ojos verdes. — Mario se consiguió a un sugar...— su comentario pone a mi amigo incómodo y la recrimino por eso.

— Pueden cambiarse ahí...— señala unas casas de mármol que están a un costado de la piscina. — Mario y yo iremos por los bebidas...

Él es incapaz de decir nada cuando agarra su muñeca y le arrastra hacia él interior de la mansión, perdiéndose en una de las mil entradas de este lugar.

En poco tiempo lo que parecía una casa silenciosas y algo siniestra por la cantidad de seguridad, se convierte en un caos total. Música invadiendo el enorme jardín, alcohol circulando por todos los rincones, bolsas de polvo blanco, de las que me reuso a consumir, pasean de mano en mano hasta acabar en la nariz de un valiente. Lo que antes era un pequeño grupo de siete, ahora se multiplica por cinco. No es una gran fiesta, pero sí está animada. Las personas bailan en la piscina y en los alrededores, otros, como nosotros estamos en el típico juego de críos: verdad o reto. Sentados en las bancas, Mario está a un lado de su amigo, Monse y Brandon, Ruth en el borde de la piscina y Dexter y yo en otra banca, demasiado pegados. Se vuelve empalagoso a veces.

— Natasha, ¿Verdad o Reto?...— me pregunta Brad rellenando la copa.

No sé que elegir, no puedo decir verdad porque hay cosas que no pueden salir de mi boca. Y si digo reto, no me gustan sus retos.

— Verdad...— respondo finalmente, arrepintiéndome al instante en el que Christian es quien toma mi palabra.

— ¿Cuál es tu secreto más perverso?...— cuestiona. Sus ojos me guían al recuerdo de lo que he tratado de borrar de mi mente.

«Mi secreto más perverso»... Hay tantos que no sé cuál elegir: el haber sido stripper, coger con un criminal, estar a poco de matar a mi hermano ..

No sé cuál es el secreto que destruiría mi vida, ¿Haberme acostado con Morgan?... No tengo idea, por lo que no sé que responder...

— Suelta tus sucios secretos, Natasha...— se ríe Monse ante mi silencio.

— Yo, bueno...— miro la copa, la agarro y bebo de un trago el contenido.

— Eres una aburrida ..

Todos se ríen y no me importa, pues pueden seguir con lo suyo. La botella vuelve a girarse entre risas y le toca a Dexter. Monse aclara su garganta para preguntar. La música se alza aún más, no logro escuchar lo que dice, se escucha un ruido irritante y luego nada, el maldito silencio nos invade.

— A Natasha...— es lo último que escucho hasta de que Christian se levante de su asiento y camine tranquilo ante las quejas por la falta de música.

No puedo evitar sentir una extraña sensación cuando sus ojos se encuentran con los míos, estoy segura de que me recuerdan a alguien y que ese alguien, al igual que él, me transmite un miedo indescriptible. Y no solo son sus ojos, también su cabello igual de rubio, sus expresiones, su rostro... Él es una copia de mi verdugo.

Me lanza una última mirada antes de cruzarnos.  No avanza mucho, nos cruza por unos centímetros cuando una voz grave, clara y demandante, de esas que rompen las olas, erizan la piel y cortan la respiración, se apodera de todo el lugar, con un tono que expresa el enojo e ira, dos sentimientos que siempre persisten en él.

— ¿Qué mierda hace toda esta gente en mi casa?...

«Mierda»


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