VERÓNICANo soy igual a mi familia, pero tampoco soy muy diferente, todos tenemos secretos, todos vivimos entre una niebla que no se pierde. Ellos no lo ocultan, dejan salir su lado más cruel ante cualquiera sin pensar en las consecuencias. Yo, en cambio, quiero suponer que soy normal...
Conozco a Christopher desde que éramos unos simples niños, hemos llegado a crecer como hermanos y tanto su familia como la mía se mueven como si estuvieran bajo un solo apellido. Todos, sin excepción, somos personas que están acostumbradas a hacer daño, pero yo evito hacerlo sin motivo, y menos si es a alguien que... No sé, me importa.
El ruido característico de la campanilla suena al abrir la puerta color pastel de esa cafetería. No es un lugar de mi estilo, ni considero que el café sea el mejor del mundo, pero siempre regreso a este aquí atraída por quien menos me conviene. Es solo verla y entender que su inocencia sigue intacta, ¿Acaso debía arrastrarla a mis llamas? No, sé que está mal, pero lo prohibido siempre atrae e hipnotiza.
Son las ocho de la noche, casi ya no queda nadie. La chica que estuvo en la tarde también se ha ido, por lo que está sola. La observo desde la puerta, su cabello largo de recoge en una cola de caballo, dejando un par de mechones negros sueltos sobre su hermoso rostro. Sus enormes ojos avellana están centrados en una libreta que revisa con cautela. Lleva una camisa blanca y entre los pasteles, se puede ver el vaquero corto que deja al desnudo sus piernas. Un delantal de la cafetería, con el nombre en dorado, se ata a su cuello y cintura, completando su vestimenta.
Por lo que sé de ella, se llama Ruth, tiene veinte años y está en su segundo año de psicología. Es de Texas, pero se crío en Florida hasta los catorce, después vivió en los Angeles, se graduó en un instituto de ahí y finalmente, se mudó aquí hace dos años. Lo sé, es enfermo saber tanto de una persona con la que siquiera has pasado de una formalidad profesional. Pero como dije, todos, sin excepción, tenemos cosas que a la gente normal les desagrada.
Suspiro dejando que se cierre la puerta, la vuelvo a observar, está de espaldas etiquetando algunos dulces. A pasos silenciosos avanzo al mostrador, quedando a menos de un paso de la vitrina de selección. Alza los brazos para etiquetar algo en la cuarta estantería, es alta, sin embargo debe alzarse aún más, provocando que su camisa se eleve lo suficiente para desvelar un tatuaje sobre su cintura. Unas letras que no tengo tiempo de leer ya que se voltea y quedamos de frente.
- H-hola...- se atreve a decir. Es la primera vez que se dirige a mí primero. Siempre es tímida, reservada y algo inocente. Su rostro no tarda en arder, su mirada solo resiste la mía por unos segundos, me evita y suspira tratando de moderar su respiración. -¿Q-qué desea?...- juega con el borde de la vitrina calmando su nerviosismo.
- Un café y algo que lo acompañe...- le respondo esperando que no se quede callada y me recomiende algo, para así seguir escuchando su voz.
- Amm...- hace una pausa viéndome de nuevo por dos segundos. - Marina hace una galletas de chocolate muy ricas...- me dice y su voz, el nerviosismo en ella, sus mejillas coloradas, su respiración... Ella es hermosa y una tentación.
- ¿Y tú?...- mis ojos azules viajan a su cuello, a como el ventilador del techo hace que su cabello lo acaricie de la misma manera en la que yo deseo hacerlo.
- ¿Yo?...- susurra evitando de nuevo mi mirada.
- ¿Cuál es tu especialidad?... - ella sonríe tímidamente, su rostro brilla aún más con esa pequeña sonrisa. Aparta un mechón de su rostro y lo esconde detrás de su oreja, un acto tan simple se vuelve sensual solo por ser ella.
- No lo sé...- responde apenada. - No soy buena en repostería ni nada de eso, solo trabajo aquí... Los gastos universitarios...- dice relajada, aunque al darse cuenta de lo mucho que dijo sin trabarse, vuelve el silencio.
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BÁILAME (+18)
Romance- Es lo que llevas deseando...- besa mi nuca e introduce dos dedos a mi interior. Gimo de inmediato contra la puerta, mis piernas tiemblan y siento que si no sostiene mi cintura acabaré desplomándome en el piso. Me embiste con sus dedos provocándome...