15. Mi negocio, mis reglas

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NATASHA

Con el corazón latiendo a mil salgo de ese cuarto, mi cuerpo está temblando y siento que en algún momento me voy a desvanecer. Ese infeliz solo me observa salir, su asquerosa mirada sigue clavada en mí, no me detengo, paso por los guardias, quienes me miran fijamente.

— ¿Se encuentra bien?...— escucho de forma distorsionada, pero lo ignoro y sigo mi camino.

Cruzo a duras penas el pasillo privado, para dar con las escaleras que dan a la planta baja. Con la vista algo borrosa voy bajando los escalones, me resbalo un par de veces, pero me sujeto al respaldo y llego bien al final de la misma. Respiro un par de veces, me siento sofocada por el ruido del club, las luces y la música alta. Rápidamente me adentro al pasillo que da al despacho de Verónica. Hay varios hombres custodiando la puerta, pero me olvido de ellos y entro sin golpear.

— ¿Por qué entras sin llamar?...— me grita Verónica nada más entrar.

En el interior del despacho están tres hombres más, todos tomando asiento al rededor del escritorio, que está repleto de un polvo blanco, armas y un maletín lleno de dinero. Ruth tenía razón al decir que acudir a estas personas no era buena idea. ¿En qué maldito lío me metí?.

— Yo...— trato de hablar, pero no me salen las palabras, la mirada de Verónica me inspecciona con frialdad, quedándose en mi cuello.

— ¿Qué mierda te pasó en el cuello?...— la veo levantarse, dejar el arma que tiene en la mano y avanzar hacia mí, se ve molesta y lo confirmo cuando la tengo cerca y de la nada me quita el collarín. — ¿Por qué tienes estás marcas?...

No había caído en cuanto daño me ha causado el collarín hasta que mi cuello muestra su desnudez y deja ver claramente las líneas rojas que lo cubren, parece que me estrangularon con una cuerda.

— Te hice una pregunta...— insiste dejando caer el collarín. — ¿Qué te ha pasado?...

— No tengo toda la noche Verónica...— grita uno de los tipos. La mujer le mira por el hombro y éste vuelve a guardar silencio, su mirada es aterradora, incluso yo siento la oscuridad que desprende.

— No quiero volver a ese cuarto...— susurro abrazándome a mí misma.

Ella suspira pesadamente, acaricia su cabello y me da la espalda. Camina hacia el escritorio, agarra un sobre blanco y se acerca de nuevo a mí.

— Ve a casa, descansa y regresa mañana...— dice clavando su mirada en la mí. — Mañana Christopher ya no estará aquí...— la seguridad con la que lo dice me da mal sabor de boca, pero solo quiero salir de este lugar, por lo que no digo nada y salgo igual de agitada.

Entro a los vestidores, me quito ese ridículo traje, me pongo mi ropa y salgo disparada. Mi mayor deseo en este momento es llegar a mi casa, cerrar la maldita puerta y desear no haberme involucrado con estas personas.

CHRISTOPHER

Sé que me he pasado, he cruzado una línea que no debo, pero no puedo controlar el deseo indomable que crece en mi interior. Normalmente siempre en consensuado, nunca las obligo a ser mías, pero ella, ella despierta en mí las ganas de hacer todo lo que me caracteriza como un monstruo, quiero verla llorar y suplicar como ninguna otra, sus malditos ojos aterrados me roban la respiración, siento mi sangre hervir y la adrenalina se apodera de mi ser. No me atrae, no me importa que sea bella, su belleza no tiene ningún sentido si no se muestra entre dolor y lágrimas.

La veo salir corriendo y se siente como un perro escapando de su amo. Arreglo mi traje, agarro mi celular y reviso una notificación de mi madre, quiere que llegue a casa a cenar como lo hacen las malditas familias normales, eso me resulta gracioso, apago mi celular y me destino a abandonar el cuarto. No alcanzo a dar ni tres pasos cuando veo Verónica llegar con una bolsa en la mano, la echa a mis pies y me mira como si me quiere matar.

— Ahí tienes tu droga...— escupe con asco. Miro la bolsa, un simple kilo. — El resto se está transportando al almacén en este momento... Ya no tenemos ningún negocio en marcha, ya cumplí mi parte, por lo tanto ya no tienes nada que hacer aquí, toma tu maldita droga y abandona mi club...

— ¿Así tratas a todos tus clientes?...— cuestiono sin tomar importancia a la bolsa que está a mis pies.

— Mis clientes no intentan ahorcar a mis chicas...

— ¿Todo esto por una desconocida?...— pregunto sin entender su comportamiento. — ¿Te enfrentas a mí por alguien que acabas de conocer?...— aparto la bolsa con mi pie y avanzo lentamente hacia ella. Su mirada no vacila ni un segundo y solo se distrae cuando toma su arma y la interpone entre nosotros.

— Mi negocio, mis reglas...— ley de familia. Alzo las manos en señal de paz y la observo. — No vuelvas a no ser que sea por nuestros negocios, tú te ganas la vida matando, saqueando, traficando y haciendo un montón de cosas más, yo solo manejo este negocio y no me puedo permitir tener mala reputación, no puedo ir perdiendo chicas por un psicópata como tú...

— Eres de la familia...— sigo avanzando hacia ella. — Vas a aparentar no ser una de nosotros, pero en realidad...— me detengo a su costado y me acerco a su oído. — Las muertes también pesan sobre tus hombros, la obsesión te nace sobre cosas prohibidas y eres capaz de hacer de todo por conseguir lo que quieres... ¿Qué te hace diferente a mí? Tú también eres una dominante...

— Por lo menos ellas viven para intentar contarlo...— se defiende.

— Hay cosas que hacemos que nadie debe saber, por eso para nosotros es mejor enterrar lo que puede salir a la luz...

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Dyn 🖤

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