36. ¿Bailas para mí?

2.3K 136 3
                                    


NATASHA

El rubio está apoyado al marco de la puerta, cubriendo una parte de la misma con su enorme cuerpo. Luce un traje gris, resaltando sus ojos. Su cabello cae desordenadamente sobre su frente, parece algo mojado, se ve en las puntas que acarician sus ojos. Su rostro está serio como siempre, ni una mueca que parezca una sonrisa o algo, y aún peor al verme.

Suelta el humo que retiene y me fijo en el cigarro recién prendido que acaricia los dedos de su mano derecha. Suspiro algo abrumada, me volteo y elevo la mirada para ver el interior del despacho, ignorando su presencia por un tiempo para poder ver a Verónica, quien está sumergida en una fila de folders, igualmente con un cigarro en su mano y una copa de licor sobre el escritorio.

- Venía a ver a Verónica...- respondo tratando de mantener la calma.

Él se recompone, pasa su mano izquierda por su cabello y lo manda hacia atrás, haciendo que al ser liberado vuelva a caer desordenadamente. Esa maldita imagen se siente como un comercial de champú para el cuidado del cabello.

- Has estado parada aquí más tiempo, pero no has tocado la puerta...- me mira de arriba a abajo y luego mira a su amiga o lo que sea.

- Acabo de llegar y...

- Esos tacones...- me interrumpe y avanza hacia mí a pasos lentos, pero imponentes, obligándome a retroceder. Vuelve a dar otra calada y suelta el humo por esa boca que por más que solo diga groserías, me tienta al soltar esa nube de humo. - hacen mucho ruido ¿Sabes?...- se detiene a menos de un paso de mí. Estando tan cerca debo alzar la cabeza para verlo mejor, ya que aunque no sea de una estatura baja, a su lado sí lo soy.

Sus ojos grises caen sobre los míos, contrastando con la imagen inexpresiva que mantiene, pues ese gris vuelve a brillar en ese color perverso y siniestro, como si fuera el verdadero «los ojos son la puerta del alma». Ya que la suya era oscura.

- N-no estaba escuchando su conversación...- digo y él vuelve a avanzar. La imagen que tenía del hombre del callejón se va perdiendo con el tono amenazante e intimidante que me muestra. Acorta la distancia tanto que nuestros cuerpos se rozan. Un simple roce de esos altera sin querer mi corazón.

- ¿Entonces qué hacías aquí parada?...- me susurra tan cerca que su aliento a cigarro acaricia mi piel, haciéndome estremecer. Quiero hablar y no me salen las palabras, me quiero apartar y mis piernas no reaccionan, me siento mal, había esperado estar cerca de él y ahora no podía ni sostenerle la mirada.

- No lo sé...- respondo y por un segundo una pequeña sonrisa aparece en su rostro, no es de esas siniestras, es como si le divierte la situación. Eso me altera tanto que me enoja, pues no entiendo mi reacción.

No soy ciega, Christopher es un hombre atractivo, con un cuerpo que toda mujer desea, unos ojos intensos y unas manos de esas que te agarran la cintura y te pegan a su pecho sin que puedas hacer nada. Es perfecto y mis ojos lo ven, mi feminidad lo siente, pero mi mente sabe que cada vez que abre la boca o se me acerca, todo lo bueno que es físicamente cae por su personalidad de mierda.

- ¿De verdad, Jen?...- me susurra al oído. De la nada le tengo así de cerca, escucho su respiración, está agitado y eso perturba la calma que trato de mantener. La manera en la que dice el nombre, esa voz tan ronca, provoca una corriente que viaja por todo mi cuerpo.

- Debo ver a Verónica...- respondo dando un paso hacia atrás para luego avanzar hacia el despacho.

Le vuelvo a ver sonreír, me observa y mis pies se detienen. Por un segundo pienso en si está haciendo memoria o algo, pues todavía no estoy convencida de que él no sepa absolutamente nada de mí, todavía tengo la duda de su visita a mi universidad, de la noche del callejón, de la manera en la que le demandó a ese hombre que me soltase, el hecho de que dijera que él sí da las órdenes... Estaba muy confundida y su cambio repentino no ayudaba.

- ¿Tienes transtorno de personalidad múltiple?...- pregunto sin pensar. Para cuando quiero morderme la lengua y obligarme a callar, ya lo he dicho. Pero para mi sorpresa, él no se enfada, incluso los músculos de su rostro se relajan.

- No, Jen...- me dice calmada y volviendo a inspeccionar mi cuerpo sin ningún reparo en ocultar el deseo en sus ojos. - Y si lo tuviera, tendrías que descubrirlo por tí misma...- me sonríe y mi corazón se detiene. Nunca me había detenido a ver los puntos adictivos que él tenía, ahora, se les sumaba su sonrisa, sencilla e hipnotizadora.

- ¿Por qué querría descubrirlo por mí misma?...- pregunto arrugando el ceño. Christopher da otra calada y crea una nueva nube de humo.

- Por la misma razón por la que hiciste la pregunta...- me mira fijamente y luego parece mirar a Verónica, quien parece que lleva tiempo observándonos desde su despacho. - ¿Quieres saber quién soy, Jen?...- ese tono es juguetón y me sorprende, es como si de verdad se deshace por momentos de su personalidad de mierda.

- No...- respondo con firmeza.

- Haré otra pregunta...- da otra calada y esta vez mira a Verónica. - ¿Te importaría bailar para mí está noche?...- pregunta y vuelve a mí. Esa petición me toma por sorpresa y al mismo tiempo me crea una duda interna, pues ni muerta quiero volver a estar encerrada en un cuarto con Christopher.

Miro a Verónica y ella parece esperar mi respuesta, pues no se acerca ni interviene, solo mantiene las distancias, revisando sus papeles y mirándonos de vez en cuando.

- No volveré a lastimarte, pequeña...- dice y siento la oscuridad en esa promesa, pues de nuevo su rostro se vuelve inexpresivo y esos ojos me arrastran a un abismo.

Quiero negarme, necesito hacerlo, debo hacerlo, pero también, quiero acabar con la película que se repite en mi cabeza.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora