34. Su voz en mi cabeza

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NATASHA

- Señorita Adams...- la voz de Lorenzo Bulgari, mi profesor de sistema jurídico me hace volver a la realidad. Sacudo mi cabeza y observo al señor que está parado a dos mesas de mí. La clase está vacía, ni siquiera me di cuenta de cuando se acabó, pues estaba hundida en mis pensamientos.

- Profesor...- me apresuro a levantarme, ya que él tiene una reputación de no dejar pasar cosas iguales y he sido testigo de las suspensiones que les ha dado a varios estudiantes.

- Señorita Adams, ¿Puede explicarme la razón por la cual usted se ha quedado perdida durante toda mi clase?...- se cruza de brazos y me mira molesto, sus ojos color café brillan bajo esas lentes que hacen el momento más serio y frío.

- Yo... Bueno, la verdad...- no sé que decir.

- Una pregunta sencilla para una respuesta clara y sencilla...- replica recordando una de las clases que tuvimos hace poco. - ¿Tiene algo más importante que prestarle atención a este viejo que se levanta a las cuatro de la mañana y se lee su programa diario para dar una clase dinámica y de excelencia?...

- No volverá a pasar...- susurro clavando mis largas uñas en mis palmas, estoy nerviosa, casi se acaba el semestre y no quiero meterme en problemas.

- Eso espero, señorita... Ha trabajado correctamente en ambos semestres, y ha mantenido buenas calificaciones, no eche a perder todo su trabajo en conductas inapropiadas...- se siente como un regaño, pero en el fondo sé que no lo es, solo está tratando de evitar que siga decayendo.

- Lo lamento...- susurro apenada sin poder sostener su mirada.

Le oigo suspirar, me mira por última vez y se aleja negando. Se detiene frente a su escritorio, toma su maletín y se va, dejando la puerta abierta.

- Mierda...- suspiro cubriendo mi rostro. Llevo desde el sábado así, ya van tres días en los que no pienso en nada más que en lo ocurrido, tres días en los que mi miedo a la oscuridad regresa para ser apaciguado por la voz de Christopher, que hasta ahora me resulta irreal debido al contraste con la personalidad que siempre me mostró.

Se siente una tortura, por momentos he querido visitar el club para salir de dudas y ver la verdadera cara del rubio, su sadismo. Quiero dejar de escuchar su voz en mi cabeza como si fuera mi maldito héroe, cuando no lo es.

- Ya basta...- me repito recogiendo mis materiales, no tengo otra clase, por lo que lo más seguro es que me junte con mis amigas o con Mario, a quienes no he visto ni escrito desde el sábado.

Al acabar me arreglo el cabello en una cola de caballo y salgo de la clase. El maravilloso sol que se asoma a esta hora es solo el inicio de lo que pronto será un gran verano. Sonrío dejando que su calidez me abrace, suspiro suavemente para dejar salir toda la presión y me hundo en la paz de la ausencia de ruidos altos, a pesar de estar en la entrada de la uni.

- Date prisa...- escucho de lejos y maldigo al volver a imaginarme la voz de Christopher, ahora parezco una enfermera mental que no sabe que hacer con su loca cabeza. - Será mejor que subas al maldito auto...- vuelvo a escuchar, esta vez con más fuerza, cargada de molestia y furia.

Abro los ojos de golpe, viendo a pocos pasos de mí a tres hombres de espaldas, dos rubios y un castaño, los tres vestidos de negro, el rubio más alto y el castaño en trajes, mientras que el otro iba informal.

- No tengo tu maldito tiempo...- vuelve a salir esa voz. Mis piernas tiemblan de solo oírla y tan cerca, incluso mi corazón se paraliza.

Algo molesto el rubio mayor obliga al menor de un golpe a ingresar al auto, al hacerlo cierra la puerta con fuerza y se voltea, haciendo de mi mañana de mierda aún más mala, ya que no es mi maldita imaginación, es su voz, fría y estremecedora, son sus ojos grises como un día de tormenta, es su rostro inexpresivo.

- Chris...- susurro para mí mientras todo mi cuerpo se paraliza al verlo. ¿Qué mierda hace en mi universidad?.

Sus ojos revisan rápidamente su entorno, no se detiene en nada específico, vaga por el patio principal mientras cruza al lado del piloto, y aunque parece ignorar mi presencia, como lo haría en cualquier desconocida, juro que su mirada se detiene por dos segundos sobre la mía, es un tiempo tan minúsculo que no tengo tiempo de huir y evitar ese contacto. Él tampoco parece mostrarse interesado, después de todo ¿Por qué lo estaría si ni nos conocemos?.

Mi pecho se altera con solo ver cómo se aleja en su deportivo, siento una presión ardiente como si me estuviera reclamando al haber tenido cerca al dueño de la voz que invadió mi cabeza y no haber hecho algo. ¿El qué?, Me río de mi propia estupidez, ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Presentarme a él como la chica del callejón y guardando lo de Jen?. Eso sería involucrar a Christopher en mi vida real y no quería, además, podía creer que pienso amenazarlo o algo, tengo la sensación de que siempre se muestra a la defensiva.

- ¿Qué tanto miras que llevo tiempo llamándote y no respondes?...- me pregunta Monse removiendo mi cuerpo como un saco de patatas. Mis ojos se abren viendo a la alocada de mi amiga reírse de mi expresión.

- Alguien podría creer que estamos peleando...- le digo cansada.

- ¿Y no lo hacen?.- Ruth aparece como siempre envuelta en libros, seguro está terminando su trabajo de grado, yo ni empecé. Debo plantearme una hipótesis y en base a ella levantar una demanda o contrarrestar otra. Todavía no sé de qué irá.

- No, ella me está agrediendo...- la aparto y trato de respirar.

- ¿Y por eso estás roja como un tomate recién sacado de la huerta?...- me observa.

Rápidamente me miro al espejo de uno de los autos aparcados en la calle. Ruth tiene razón, tengo el rostro totalmente rojo, una reacción que muy pocas veces tengo y supongo que ya sé el porqué: maldita sea.

- No exageres...- le digo acariciando mis mejillas coloradas. - Estoy muerta de sueño...

- Será mejor que vayamos a la biblioteca, no hay tiempo de dormir...- dice la pelinegra continuando su camino.

- Vayan ustedes, yo tengo planes con Patric...- comenta Monse arreglándose el escote. Conoció a ese chico en la noche del viernes.

- No preguntaré...- alzo mis brazos acercándome a Ruth, a quien le sonrío. - Yo debo buscar algo que me inspire en mi maldita hipótesis...

- Últimamente solo sueltas palabras muy sucias...- sacude su cabeza en negativa y yo guardo silencio.

Mientras nos alejamos de Monse miro el lugar donde estuvo ese auto y vuelvo a sentir el calor en mis mejillas.

¿Qué me pasa?.

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