132. Dyn: en mi vida

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CHRISTIAN


- Oye, ten cuidado...- le digo mientras se baja de la cama. Me mira con esos ojos dorados y sonríe con esa inocencia que tanto me enloquece y abruma.

- Si tienes miedo a que me caiga, puedes sostenerme...- me dice y le doy la espalda. - Christian...

- Te espero fuera...- ¿Quién se cree que soy?.

- Oye...- agarra mi mano con fuerza, le miro y me besa. Parece que es su nueva costumbre besarme cuando le apetece.

No le rechazo y correspondo rápidamente a sus labios. Me uno a su beso lento y cuidadoso, transformando el mismo en intenso y desesperado. Mi lengua invade su boca, encuentra la suya y batallan por el control, algo que tengo yo. Pasa su mano por mi nuca, agarra mi cabello y profundiza aún más el momento.

El calor entre nosotros no tarda en surgir y sé que está herido, y que no debe hacer movimientos bruscos, pero puede más el deseo de la razón. Así mis manos toman su cintura y le devuelven a la cama, quedándome entre sus piernas.

- ¡Joder!...- susurra sobre mis labios, toma un poco de aire y regresa a mí.

Sus manos no se contienen esta vez y me tocan descaradamente, pasan por debajo de mi camisa, acarician mi cuerpo y rápidamente se deshacen de mi cinturón.

- ¿Tienes idea de dónde estamos?...- jadeo al sentir su mano en mi miembro. Echo la cabeza hacia atrás sin poder contener mis reacciones y comienzo a gemir cuando empieza moverse.

- En un aburrido cuarto de hospital...- responde entre risas, divertido por la situación.

- Alguien podría entrar...- mi respiración se vuelve caótica.

- No importa...- acelera sus movimientos.

- ¡Joder! ¿Quieres que me venga en tu mano?...- acaricio con fuerza mi rostro y mi cabello. La calidez de su tacto es un infierno.

- ¿Quieres hacerlo en mi boca?...- pregunta y le miro sorprendido. ¿Qué mierda le pasa?... Aunque tras la sorpresa esa idea me prende aún más.

- Para...- no convenzo ni una mierda con estos gemidos que se me escapan.

- No...- muerde su labio divertido por lo que está causando. Le miro un poco molesto, agarro sus mejillas y le beso apasionadamente.

Ambos estamos locos, alguien puede entrar y encontrarnos de esta manera. Ayer tuve suerte de no ser encontrado ya que él niño bueno le mintió a su madre diciendo que Natasha ya estaba en camino, así me quedé toda la noche. Ahora el muy terco quiere marcharse, el doctor ya pasó en la mañana y se arreglaron los papeles, ya deberíamos estar en la oficina y no en plena masturbación.

- Ya basta...- detengo su mano al sentir como mi miembro se tensa dispuesto a liberarse de esta tortura.

Sonríe viendo mi estúpido intento por detenerlo. Su mano libre remueve mi cabello y se enrolla en un mechón sin perder su maliciosa sonrisa.

- ¿Tienes miedo?...

- No, lo que tengo es...

- Mario...- una voz masculina me interrumpe, la puerta se abre y rápidamente me subo los pantalones. No hay que ser un genio para saber que el dueño de esa voz nos ha visto y por la expresión tan relajada del albino sé que se trata de su hermano. - ¿Qué hace él aquí?...- pregunta molesto y dejo de darle la espalda.

- Thomas, ahí tienes mi mochila, puedes llevártela...- habla el albino levantándose. Pierde el equilibrio por unos segundos y me veo obligado a sostenerlo. Si es otro truco le funciona, ya que le agarro con fuerza.

BÁILAME (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora