NATASHAAyer ha sido un día largo, tan largo como desesperante. Pasé un buen tiempo con mis amigas, nos reímos, nos divertimos, nos relajamos y vimos una película aburrida en un cine, lo bueno fue la calefacción. No me di cuenta de que el día se estaba yendo hasta que llegó la noche y me encontré sola en mi piso, con el teléfono en la mano y ningún mensaje o llamada de Morgan. Algo en mi pecho se sentía extraño, conocía ese sentimiento y no me gustaba nada. Traté de convencerme de que estaba ocupado, siempre lo estaba, seguramente se extendió con las notas y las reuniones con el decano. Cualquier excusa me servía, aunque, también estaba el hecho de que no me estaba preocupando como lo haría en otras ocasiones, estaba muy relajada.
Hoy es domingo, odio los domingos desde que ya no asisto a la iglesia con mi padre. Recuerdo como estaba obligada a estar presentable y en primera fila para la homilía. Odiaba esos vestidos de católica, tener el cabello recogido y esos zapatos incómodos, pero aún con todo eso, me agradaba la sensación de sostener a mi padre del brazo, que él paseara conmigo hasta nuestros asientos, que me sonriese a cada segundo, que después de la misa hablase con sus amigos de mí, pintando a su princesa de oro. Él sabía todo lo que hacía de lunes a sábado, pero aún así el domingo me veía orgulloso.
Anhelo ver el orgullo en sus ojos. La última vez que vi sus ojos estaban llenos de decepción, bañados en lágrimas y en una pena que hasta a mí me dolió, incluso más que haber sabido que le estaban engañando, más que haber sido yo quien se lo dijo, más que su silencio...
Doy otra vuelta sobre el sofá, acomodándome en un costado, suspiro y reviso el celular. No tengo llamadas ni mensajes y ya son las dos de la tarde.
— ¿Vas a seguir fingiendo que está ocupado?...— me regaño a mí misma apretando el teléfono contra mi pecho. No puedo seguir con esta incertidumbre.
Me levanto muerta de la pereza. Me observo con algo de gracia, ni siquiera estoy vestida, solo llevo las bragas y un sujetador negro. Mi cabello cae desordenado por todas partes y mi piel está palida por haber estado tanto tiempo bajo calefacción.
«¿Qué planeo hacer?» me pregunto mientras avanzo al cuarto de baño.
Me termino de desnudar e ingreso a la ducha, el agua fría es tan dulce y refrescante, relaja cada musculo de mi cuerpo y me hace suspirar. Mis dedos se enredan en mi cabello, lo acarician con suavidad y bajan por mi cuello, hombros, brazos y abdomen. Mi piel es tan suave.
«Abre la boca solo para gemir, pequeña» su maldita voz me invade en el peor momento. Sacudo la cabeza, Pero ya es tarde, el recuerdo de sus manos en mi piel ha colonizado mi mente, el sabor de sus dulces labios, la furia en cada caricia y embestida. Mi pecho arde, duele y me siento estúpida.
«Me abriste las piernas como una buena perra...» su maldita voz, su maldita mirada y la promesa de nunca más volver.
Elijo mi ropa meticulosamente, una faldita negra que me llega más arriba de las rodillas, un top blanco sin tiras, con un escote marcado. Unas sandalias negras acompañan al conjunto y me veo hermosa. Sin nada de maquillaje y el cabello peinado en una cola del medio. El olor a cacao de mi champú acaricia suavemente el aire, mezclando con las flores de mi perfume.
«Me quiero» le susurro al espejo viendo mi reflejo. Estoy bellísima.
Salgo del edificio a las tres de la tarde, paro un taxi que me lleve a la zona residencial en la que vive Morgan. Su casa está en el tercer piso y esos enormes ventanales me confirman que se encuentra en casa.
Me bajo del auto, arreglo mi falda, me doy un último vistazo y le sonrío a mi reflejo en la ventana de un auto. Organizo mejor mi cola, me pinto algo de brillo en los labios y me guiño un ojo.
— Bien...— la voz de Morgan me sobresalta. Me volteo para buscarlo y ahí está, frente a la salida de su edificio.
Lo primero que llama mi atención es su cabello castaño ligeramente mojado y más desaliñado de lo normal. Su rostro tranquilo, con una pequeña sonrisa envuelta por esa barba de unos días. Va vestido tan informal que no parece él, con una camisa blanca de dibujos animados, creo que reconozco la figura de una caricatura de los Avengers, sé que no son unos dibujos, pero ahí sí. Un chándal negro acompaña la camisa, es raro verle con ropa deportiva, pero aún más verme y darme cuenta que vamos vestidos igual: blanco y negro, día y noche, Sol y Luna.
«María Becerra — Doble vida»
Una sonrisa se dibuja en mis labios, mi corazón late como la de una niña de preparatoria, doy un paso decida y estoy por llamar su atención, cuando alguien le abraza por la espalda, una mujer de cabellera roja, alta y tan sexy como esas modelos de las revistas de moda. Él no parece incomodarte por eso, incluso su sonrisa se agranda, agarra las manos de la pelirroja y se voltea a verla. Rápidamente comparten un beso y no sé si soy yo o es la tierra bajo mis pies, pero algo tiembla y me asusta. Mi pecho se oprime observando esa escena, viendo como esa boca que recorrió mi cuerpo ahora estaba besando a otra con la misma pasión o más, con un deseo y cariño que me lastiman como nada nunca lo hizo.
«Estoy soñando »
Se separan sonriendo como unos recién casados, sus manos se entrelazan, él alza la suya y besa sus dedos, sobre una joya dorada que reconozco al instante. Algo se crispa en mi interior y suelto el aire que estaba reteniendo.
«E–Está... E–está...» no soy capaz de decirlo. Tal vez solo sea otra chica, no su...
— ¡Papá!...— una pequeña de unos ocho años sale corriendo hacia ellos. Su cabello castaño se sacude en hondas perfectas al ritmo en que baila su vestido de princesa.
«No...» me niego a creer que estoy despierta. Mi pecho ya no resiste, me tiemblan las piernas y me sujeto al auto de antes.
«Él no tiene familia » me repito mentalmente.
«No está casado, nunca llevó un anillo, en su casa no había fotografías de otras personas más que las suyas», insisto sin saber que sentir, cómo sentirlo. ¿Hay un dolor más intenso?.
Me agarro el pecho al ver llegar a otro niño, éste es pelirrojo, agarra la mano de Morgan con fuerza. Él le sonríe, agarra a la pelirroja, que a su vez sostiene a la niña y como si nada se van en dirección contraria. Como una familia feliz.
«¿Cómo puedes estar con una mujer casada?... Eres un ser despreciable » mis propias palabras regresan a mí y me golpean con fuerza.
«Te metiste con un hombre casado, eres la amante, una rompe hogares »...
Siento la pesadez de una lágrima resbalar por mi mejilla, otras las siguen tratando de apagar el infierno en mi pecho, pero ni con todas las lágrimas del mundo podré hacerlo. Él me engañó, me utilizó y yo me dejé hipnotizar por la imagen de hombre noble, atento y especial.
— No aprendes...
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BÁILAME (+18)
Romansa- Es lo que llevas deseando...- besa mi nuca e introduce dos dedos a mi interior. Gimo de inmediato contra la puerta, mis piernas tiemblan y siento que si no sostiene mi cintura acabaré desplomándome en el piso. Me embiste con sus dedos provocándome...