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Adam miró estupefacto la escena que estaba ocurriendo frente a sus ojos. Había presenciado un asesinado hecho por su padre justo en ese momento y no sabía que hacer o reaccionar. Estaba maravillado pero a la vez muy nervioso.
Saltó hacia la calle y sus amigos lo esperaban en sus motocicletas con los ojos entornados, esperando la señal.
-¡Váyanse!-les gritó Adam.
-¿Qué hay de ti y de tu padre?-interrogó Hunter, preocupado.
-Solo váyanse. Los veo después-dijo, con la mandíbula apretada.
Carrick y Nathan no lo pensaron dos veces y aceleraron en sus vehículos a toda velocidad. Mitchell vaciló empero al final de cuentas, optó por marcharse también. Solamente quedó Hunter.
-¿Estás seguro que van a estar bien?
-Sí. Ahora vete, no vayas a casa, sino a otro sitio.
-¿Por qué?
Adam abrió la boca para gritarle cuando de pronto su padre saltó del muro con rudeza. Cayó al suelo y rodó con mucha agilidad hasta ponerse de pie.
En sus manos aun sostenía el arma y en sus ojos negros destilaba una locura inexplicable.
Hunter miró a Adam alarmado y se alejó rotundamente de ahí.
-¿Es tuya?-le preguntó Egon, refiriéndose a la motocicleta.
-Sí.
-Entonces vámonos-le indicó y se apresuró a montarse en ella y al ver que su hijo no lo siguió, frunció el ceño-¿no piensas subir?
Adam sufrió un ligero espasmo de adrenalina y se montó detrás de su padre, dejando que conduciera su motocicleta.
Se sostuvo del asiento y cerró los ojos, sintiendo el aire pegarle en la cara. Estaba por fin con su padre. Estaban por fin juntos.
De pronto, abrió los ojos bruscamente y se percató que un coche perteneciente al centro psiquiátrico los seguía a una distancia cercana. Volvió el rostro hacia atrás y sí, no se equivocó. Los iban siguiendo.
-¡Nos están siguiendo!-le gritó a Egon demasiado fuerte.
-¡Entonces agárrate porque los vamos a perder!-le gritó en respuesta y Adam sonrió justo cuando abrazaba a su padre por la espalda.
No supo a que se refería sino hasta que sintió como la velocidad incrementaba y su padre se las ingeniaba para maniobrar entre el tráfico.
A Adam le preocupaba que los del centro psiquiátrico lograsen atraparlos y ponerle fin a todo. Si los atrapaban, estaba seguro de que enviarían a su padre directamente a prisión y eso no lo iba a permitir.
-¡Debemos enfrentarlos!-le gritó a su padre casi en su oreja.
Pero Egon, cerca de detenerse, aceleró aun más con la mandíbula apretada y los nudillos blancos aferrados a los manubrios de la motocicleta.
-¡Si nos detenemos, nos atraparán y no tendremos salida!-le contestó con amargura y continuó a toda velocidad entre el tráfico.
Egon se sentía muy, muy orgulloso de su hijo. Después de todo la locura también corría por sus venas. Aunque tenía que admitir que no pensó que él lo ayudaría a salir. De hecho ya había comenzado a planear su escape el solo.
De repente sintió un extraño estremecimiento. Si continuaba huyendo, los atraparian. Si se detenía, los atraparian.
Pero solo había una salida: detenerse y acabar con ellos, tal y como su hijo había pensado desde un principio. Temía por la seguridad de Adam, más de la suya.
Él no estaba preparado aun para presenciar un asesinato empero era eso o ir directamente a prisión.
Giró en una esquina y atravesó un callejón que se extendía directamente al barrio pobre de Nueva York donde casi nadie iba.
Recordaba con vaguedad esos lugares y sonrió al darse cuenta que después de todo su memoria seguía tan buena como siempre.
Se detuvo de golpe justo en el final del callejón.

-Escondete detrás del contenedor de basura-le ordenó a su hijo, y este, asombrado, se deslizó fuera de la motocicleta y obedeció. Se situó de cuclillas detrás del gran contenedor y con la respiración agitada esperaron.
-¿Y si necesitas ayuda?-le preguntó a su padre, quién seguía montado en la motocicleta con los ojos fijos al frente, en espera del coche con "policías".
-Si necesito ayuda, corre. No intentes ayudarme y huye-siseó, sin mirarlo.
-Jamás haría eso. Es de cobardes.
-No es de cobardes porque esto no te corresponde a ti, Adam-lo miró.
Sus ojos oscuros como la noche estremecieron al chico y asintió.
Al cabo de unos minutos, los faros de luz de aquel coche aparecieron a varios metros de distancia.
Adam se agazapado detrás del contenedor, tragó saliva y mantuvo la mirada fija en el perfil de su padre.
-¡Egon Peitz!-dijo una voz a través de una bocina dentro del coche-¡Detente ahí!
Egon ahogó una risa nasal, valorando aquellas palabras llenas de estupidez.
-No pienso ir a ningún lado-contestó con una sonrisa maliciosa en los labios.
Entonces las cuatro puertas del coche se abrieron y de ahí salieron cuatro sujetos armados con el rostro duro. Egon alcanzó a reconocer al chico, Ronnie, su cuidador entre ellos. Él parecía asustado pero sostenía igualmente un arma y Egon no iba a tener piedad de él por si en caso intentara atacarlo.
-No queremos problemas. Vuelve al coche con nosotros y no pasará nada-agregó la misma voz pero sin bocina. Le pertenecía a alguien que Egon desconocía. Era un anciano de pelo muy blanco y con ojos amenazadores. Él portaba una escopeta y lo fulminaba con la mirada.
-Ya pasé mucho tiempo encerrado en ese lugar-intentó mantener una charla para aburrirlos y atacar desprevenidamente-y no pienso regresar. Ahora sean tan amables de dejarme en paz.
Sus ojos centallaron con el reflejo de los faros del coche.
-Ve por él, chico.
Uno de ellos empujó a Ronnie hasta donde Egon estaba y el chico cayó de bruces al suelo, provocando que el arma se le escapara de las manos y rodara al pie de Egon.
En cuanto el arma dejó de rodar por el suelo, un silencio sepulcral invadió el ambiente. Se quedaron quietos mirándolo y Adam contuvo la respiración.
Buscó a su alrededor algo que pudiera servirle para distractor y así su padre recoger la pistola y hacer lo que sabía hacer. Solo encontró un zapato viejo y sucio a unos centímetros y lo cogió con algo de asco. Aprovechó que nadie movía ningún músculo y silbó al tiempo que lanzaba el zapato en la oscuridad.
Varios hombres ahogaron un grito y Egon aprovechó para encender la motocicleta y echarla andar sin nadie conduciendo.
Los hombres se echaron al suelo y Egon levantó el arma con agilidad.
Ronnie se refugió del otro lado del contenedor con los ojos entornados y la respiración agitada.
Cuando Adam se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, su padre ya había disparado dos veces seguidas y dos aullidos de dolor habían atravesado el aire.
Se levantó titubeante del suelo y echó un vistazo del panorama: Egon Peitz había asesinado gradualmente a dos de esos tipos y estaba cazando a los otros dos que se habían escondido detrás del coche.
Adam se arrastró simultáneamente, rodeando el contendor de basura que olía a rayos y se quedó pálido cuando percibió la silueta de uno de esos tipos acurrucado cerca de él.
Gruñó y le propinó un golpe en la mandíbula, dejándolo aturdido. Le quitó el arma de las manos y se incorporó del suelo, sintiéndose seguro.
-¡Adam, escondete, carajo!-le gritó su padre, mirándolo desde el otro lado del coche. Había bajado la guardia que no vio cuando el otro sujeto le arrebató el arma de las manos dándole una patada en las costillas, tirandolo al suelo.
-¡Papá!-gritó Adam y corrió a él. Sentía unas envenenadas ganas de asesinar a aquel maldito sujeto. Le quitó el seguro al arma y con la mandíbula apretada, empujó al sujeto con el pie y le acarició la frente con la boquilla de la pistola.
-Tú puedes hacerlo, hijo-le instó Egon, levantándose-es solo una persona. No pasará nada si lo haces.
A Adam le comenzó a temblar las manos y se mordió los labios. Siempre había sido un chico rudo y muy problemático pero no pensó que pronto tendría que matar a alguien.
-¡No! ¡Por favor!-suplicó el viejo de pelo blanco con los ojos vidriosos-no manches tus manos solo porque tu padre es un asesino, hijo. Tú no tienes por qué ser como él.

Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora