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-Por favor, Set, no digas eso-le suplicó, sintiendo unas repentinas ganas de llorar.
-Deseo estar contigo y sé que también tú lo deseas. Quieres estar conmigo.
-Por supuesto que quiero estar contigo pero me meteré en problemas si me escapo a tu lado. Además estás prófugo y si te atrapan, a mí me meterían a prisión por ser cómplice y jamás seríamos felices.
-En la vida siempre hay riesgos que correr, Keren. Yo estoy corriendo el riesgo por ti.
-No puedo abandonar a mi familia, Set-se rehusó y le partió el alma la mirada de decepción que él le brindó.
-No me amas lo suficiente-afirmó Set.
-Te equivocas-le contradijo-te amo lo suficiente como para darme cuenta que escapar contigo es una mala idea. Tenemos muchos problemas ya, como para meternos en más.
-¿Y entonces que hago? No te vayas a Nueva York, quédate aquí.
-Mañana en la tarde nos iremos-confesó, sin mirarlo.
-¿Qué?-preguntó contrariado-no puedes marcharte así como así, Keren.
-Es la decisión de mi familia y yo quiero irme también. Fue lindo coincidir en esta vida contigo, Set; pero lo nuestro no tiene futuro.
-¿Estás segura de lo que estás diciendo?
-Escucha, yo...

Y entonces un ruido similar a pisadas los hizo cerrar la boca y quedarse inmóviles.
-Vete, Set-y se apresuró a sacar el reloj que había guardado en su bolsillo-y llévate esto.
Él lo miró rápidamente y se lo puso precipitadamente.
-Me iré solo si me prometes una cosa-susurró.
-¿Qué?-inquirió ella, mirando a todas partes.
-Prometeme que mañana antes de irte, me darás un último beso de despedida. No pido más.

A Keren se le detuvo por un momento el corazón.
¿Eso quería decir que él renunciaba a ella, así sin más?
-¿Quién anda ahí?
La voz de su padre la hizo reaccionar. Egon se encontraba a nada de descubrirlos y si eso sucedía, estarían en graves problemas.
-¿A qué hora te vas mañana?-le preguntó en un siseo.
-A las 7 ya debo estar en el aeropuerto.
-Correcto. Entonces a eso de las 3 de la tarde vendré a verte.

Keren parpadeó, con ganas de decirle que era una locura pero entonces Set la agarró sorpresivamente de los hombros y la besó antes de echarse a correr lejos de ella en la oscuridad.
Las pisadas se fueron acercando hasta que Keren divisó a su padre en la esquina de la pared con una linterna y un martillo en la mano. Y viéndolo desde ese ángulo, se miraba aterrador.
Ver a un hombre alto, fornido, de buen cuerpo y para nada feo, pero con un martillo en sus manos; era para salir corriendo.
Pero se trataba de Egon Peitz, su papá.
-¿Keren? ¡Por un demonio!-gruñó, enfadado-¿Qué carajos haces aquí afuera? Son la una de la mañana.
-No podía dormir. Y me estaba despidiendo de esta casa, es muy linda-improvisó con lo primero que se le vino a la mente. Disfrazó su nerviosismo con un bostezo.

Pero Egon estrechó los ojos y extendió una mano hacia ella.
-Entra a la casa, ahora-le ordenó con voz autoritaria.
Asintiendo, Keren agachó la cabeza y se deslizó a la casa con su padre pisandole los talones. Oyó el sonido del martillo al ser depositado en el suelo con fuerza y después la respiración de Egon con frustración.
-Espero que nunca más vuelvas a salir en la madrugada de la casa, ¿okey?-le advirtió-a estas horas hay todo tipo de personas Merodeando las calles y tú eres una niña. Así que...
-Discúlpame, papá. No volverá a pasar-dijo ella, abrazandolo.

Todo el enojo de Egon se redujo a nada y se relajó. Abrazó con calidez a su hija y la condujo hasta la habitación que compartía con Beatrice.
-Ahora sí, duerme. En menos de 12 horas nos iremos a Nueva York y tienes que descansar.

Egon le besó la frente y no se movió hasta que la vio cerrar la puerta del dormitorio. Y cuando se cercioró de que su hija ya no saldría, entró a la habitación que compartía con Gabriel y se asomó a la ventana.
Estrechando los ojos, alcanzó a ver un coche arrancar a toda velocidad frente a la casa, el cual le pareció sospechoso.
Horas después, la casa se convirtió en un lugar lleno de bullicio.
Austin y Thomas, quiénes no habían arreglado su maleta, estaban totalmente estresados y estresaban a los demás que estaban tranquilos.
Trenton se encargó a preparar el desayuno para todos con ayuda de Egon y Gabriel.
Los tres hombres hicieron el peor desayuno de la historia, y nadie quiso comerlo, solo Keren, y hasta eso fue por compromiso. Y comer aquello, le provocó problemas intestinales que la llevó a no abandonar el sanitario en casi todo el día.

Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora