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Adam apenas podía salir de su asombro. Su padre y su tía Sonya se habían marchado por cuenta propia, dejándolos ahí en el restaurante sin previo aviso.

Releyó el mensaje una y otra vez, encontrándole algún sentido.

-¿No es obvio? Se gustaron y quisieron conocerse más—opinó Keren con malicia.

-Eso era exactamente lo que debíamos evitar, ¿no?

-Ajá. Lo dice el que se ofreció en traerlo a conocerla, cuando habíamos acordado que mantendríamos en secreto la existencia de ella—siseó su gemela en respuesta.

-¡Fue un accidente! Papá vio unas fotos en mi teléfono, ¿y qué querías que hiciera? ¿Qué le dijera que era un montaje o algo? —ladró Adam.

-Definitivamente eres un idiota—masculló Keren con veneno.

-¡Ya me cansé de esto! Me largo. Te encargas de papá—Adam gruñó y se levantó bruscamente de la silla y encaró a Henry—y tú, encárgate de llevarlos de vuelta a la casa de Roch.

-No. En ese caso, vámonos todos—farfulló Henry, haciendo el ademán de levantarse, pero Keren le indicó que no lo hiciera y volvió a sentarse con aire confuso.

-Quédate con ella—le ordenó Adam—no voy a ir a la casa de Roch.

-¿A dónde irás? —quiso saber su hermano.

-A un lugar donde solamente se puede ir solo—contestó Adam y se encaminó a la salida del restaurante con el semblante inexpresivo.

El día estaba soleado y se le antojaba tomarse un respiro sin nadie a su lado.

No importaba que aquella ciudad fuese desconocida para él, lo que ansiaba era olvidarse nuevamente de sus problemas. Y como tenía sus nuevas tarjetas de crédito y débito que Roch le había tramitado, las podía usar a su antojo; ya que parte de su herencia yacía dentro de aquellos trozos de plástico, así que preguntó a algunas personas a donde debía ir si quería viajar a Nueva York. Le indicaron amablemente que ruta tomar o la dirección para darle al conductor si pensaba ir en taxi.

Por consiguiente, Adam decidió caminar un poco más para librarse de sus pensamientos. Cruzó calles, avenidas y cruceros repletos de coches en distintas direcciones.

Veía el semáforo de vez en cuando y avanzaba con la vista fija en sus pies.

La autonomía que lo guiaba no lo salvó de un buen susto: Adam atravesó una calle desierta con la esperanza y afán de llegar al otro lado, pero no pensó que un coche demasiado elegante para su gusto, se cruzaría en su camino y lo empujaría violentamente hacia lo largo de la calle—sin lastimarlo de gravedad—solo asustándolo por el impacto.

Se levantó poco a poco, dándose cuenta que le sangraba la mejilla y miró hacia el coche que estaba varado a mitad de la calle. Vio descender de él a dos sujetos. Uno más alto, joven y fornido que el otro.

El más alto era rubio y corpulento, y el bajo era un hombre maduro, como su padre.

-¡Serás idiota!—gruñó el joven rubio y se le fue encima para envolverlo en un fuerte abrazo. Adam se quedó petrificado y reaccionó poco después— ¡Casi te mato, imbécil!

-¡Set, maldito bastardo!—exclamó Adam y sonrió. Nunca imaginó que se alegraría algún día de ver a ese rubio idiota y menos después de haberlo arrollado con un coche.

-Hey, tienes ojos de loco—bromeó Set. Se apartó el flequillo de la frente y frunció el ceño—lamento haberte golpeado. Saliste de la nada cuando íbamos a verlos.

Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora