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Keren miraba a través de la puerta principal la calle, en espera de Set. Le preocupaba ver que él aun no regresaba y ya tenía alrededor de seis horas de haberse marchado.

Pero lo que más la tenía tensa y nerviosa era el estado en el que el señor Rex se hallaba. Se levantaba entre sueños y se volvía a dormir susurrando el nombre de su esposa. Y ella no podía hacer nada, solo vigilarlo hasta que su hijo volviera.

-Lola... Lola, ¿Dónde estás, cariño?—alcanzó a oír la voz de Trenton y volteó a verlo justo al tiempo en el que él se levantaba del sofá con los ojos entre abiertos y se aproximaba a la escalera, dando traspiés a su paso.

Asustada, corrió a interceptarlo antes de que comenzara a subir. Lo agarró del antebrazo y lo llevó de vuelta al sofá.

-No se mueva, señor Rex. Set pronto regresará—le dijo con tranquilidad.

Pero Trenton negó con la cabeza.

-Quiero de vuelta a Lola—susurró, agobiado. Sus ojos azules estaban sin brillo y se notaban lágrimas que atrapadas en ellos, que querían desbordarse a través de sus lagrimales sin miramientos.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que él consiguiera romper en llanto una vez más en el día.

Desolada, se limitó a consolarlo en silencio. El señor Rex era lo más parecido a un niño en esos momentos: sollozaba, gemía y balbuceaba. Su dolor era inmenso. Parecía como si su corazón se hubiese roto en miles de fragmentos y el viento se los hubiera arrebatado sin preguntarle.

Le lloraba a su esposa muerta. Le lloraba a la persona que juró cuidar con su vida. Le lloraba a la única mujer que logró darle sentido a su vida y que ahora ya no estaba.

Verlo en ese estado le provocó ganas de llorar a ella también.

Y se preguntó si su padre estuvo igual que ese hombre al momento de saber la muerte de su madre. Le era imposible recrear una escena en la que su padre estuviera llorando amargamente. Para Keren, su padre, Egon Peitz, era un hombre fuerte e inquebrantable, donde el dolor no era parte de su vida ni de su vocabulario.

Más tarde, cuando intentaba darle de comer al señor Rex, escuchó el motor del coche estacionarse fuera de la casa. Y una leve sonrisa de alivio apareció en sus labios.

Set había regresado.

Se levantó deseosa de verlo, pero no sin antes echarle un vistazo al señor Rex, quien miraba absorto a la nada con los cubiertos aferrados a sus manos empuñadas sobre la mesa.

Al momento en el que Keren abrió la puerta, la sonrisa de alivio se borró casi al instante. Sus ojos se abrieron como platos ante semejante escena: Set bañado en sangre de pies a cabeza. Notó que sus ojos tenían un brillo infernal y una sonrisa demoniaca en sus labios. En sus manos portaba un cuchillo carnicero y la miraba con desdén desde el otro lado del porche.

-Dios mío Set, ¿Qué te pasó?—titubeó, debatiéndose en salir a agarrarlo a quedarse estática en la puerta. Optó por la segunda opción y agarró la perilla de la puerta con fuerza.

-Necesito una ducha—replicó él con vaguedad y comenzó a avanzar a ella.

No obstante, Keren le impidió el paso, sujetándolo del pecho y haciéndolo retroceder lentamente.

-No. Primero dime de quién es esa sangre y de dónde vienes—repuso.

-¿Acaso importa?—inquirió él, alzando las cejas, las cuales estaban salpicadas de sangre seca.

-Sí. Importa mucho.

-Te lo diré si me dejas entrar a mi casa—gruñó, haciendo énfasis en la última palabra.

Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora