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[Dos semanas más tarde]

-Me parece increíble que Kevin haya desaparecido de la faz de la tierra así como así-se quejó Keren por milésima vez en todos esos quince días.
-A mí me parece increíble que lo tanto lo eches de menos si apenas lo conocías-repuso su padre cuando se cansó de sus quejas.

Ella se encogió de hombros y no dijo nada. Le ardían las mejillas.
-Y a mí me parece increíble que hayas perdido tu teléfono, Adam-graznó Gabriel McCall por centésima vez.
-Fue algo que no planee-se defendió Adam-no me di cuenta en qué momento se me cayó.
-Ya no te volveremos a comprar otro-lo reprendió Caroline con frustración.
-Ya no peleen-interpuso Dylan con una radiante sonrisa-¿por qué no nos relajamos y vemos una película?
-Si quieres yo te relajo de un golpe-gruñó Adam, caminando hacia él con una mirada asesina.
-Oigan, oigan-dijo Austin precipitadamente. Jaló a su hijo con él y alzó las manos-esta casa está llena de estrés. Calmense.
-Voy a estar fuera toda la tarde, volveré en la noche-anunció Egon cogiendo su chaqueta del perchero.
-¿A dónde va, señor Peitz?-preguntó Beatrice.
-No soporto estar en un sitio donde muchas personas hablan a la vez. Me asfixio-explicó e hizo una mueca-nos vemos después.
La puerta se abrió y se cerró de un golpe.
-Deberíamos salir un día entero a relajarnos-sugirió Gabriel-antes de que ustedes tres se incorporen en la escuela-miró a Adam, Beth y Keren y estos resoplaron.
-¿Qué planeas? ¿ir de picnic a Central Park?-interrogó Keren con cara de pocos amigos-porque de ser así, prefiero quedarme a ver películas sola en la casa.

Mientras que su familia discutía, Egon Peitz se dirigía al Empire State luego de ver en las noticias que semanas atrás habían ocurrido asesinatos a base de disparos. Le parecía interesante y deseaba indagar el asunto. Era la mejor forma de liberar los malos pensamientos y recuperar su buen humor en algo que era tan familiar para él.
Iba caminando por la acera y percibió la mirada de alguien en él. Alguien que probablemente lo había estado acechando desde que salió de la casa y se mantuvo sereno sin detenerse.
Reconocía esa sensación. No era alguien que quería lastimarlo, solo lo estaba observando. Midiendo sus movimientos.
Anduvo por unas calles más hasta que se detuvo y giró sobre sus talones.
-Sal de donde quieras que estés. Sé que me has estado siguiendo-dijo con voz autoritaria.
El aire de la tarde le despeinó el cabello y gruñó. Esa persona que lo seguía no se atrevió a darle la cara.
-Lo repetiré una vez más antes de perder la paciencia: Sal de dónde quiera que estés-siseó.

Pasaron dos minutos y la calle parecía estar desierta.
Abrumado, Egon reanudó su caminata con los sentidos bien alertas. Pero ya no sintió la sensación de ser perseguido y acechado. Era como si la persona hubiese dejado de acosarlo.
Quince minutos después, ya había olvidado que lo seguían y tomó un taxi hacia al Empire State.
Al llegar hasta ahí, notó que el edificio aun seguía cerrado, por lo que le pagó al taxista y bajó a echar un vistazo a pie.
Ya no habían policías pero si las típicas cintas amarillas con alerta de no pasar. Y como él no recibía órdenes de nadie, cruzó las cintas y entró al lugar de los hechos.
Se encontró con varios charcos de sangre en diferentes lugares.
Echó un vistazo alrededor y percibió huellas de neumáticos de auto que probablemente escapó pero al parecer, los policías y peritos no lo notaron.
Se deslizó al interior del edificio y miró a todas partes, y buscó el interruptor. Encendió las luces y alzó las cejas al ver un desastre. Había más sangre y dibujos de cuerpos con tiza.
Le era imposible imaginarse el caos que sucedió en ese preciso momento.
Jamás hubiese podido librarse tan fácilmente en esa confrontación, pues estaba más que seguro que los sujetos del auto eran personas especializadas y que lograron matar a los tres sujetos de la entrada y... corrección: a los cinco sujetos en total. Cinco contra dos personas del auto.
Y sí, dos personas del auto porque de haber sido más, no les hubiera dado tiempo de abordar el automóvil con facilidad.
Se puso de cuclillas al suelo y examinó la pólvora esparcida por doquier.
¿Por qué no se había enterado antes de aquella masacre? Le hubiese gustado estar presente cuando todo aun estaba fresco.
Dejó de tocar la pólvora con sus dedos y volvió de nuevo a la salida.
Caminó hacia las huellas de los neumáticos y se inclinó a recoger una pequeña roca que estaba cerca de sus pies.
Aspiró profundo y se dio la vuelta rápidamente, lanzando la roca directamente en la cabeza de la persona que había continuado acechandolo desde que salió de la casa de Gabriel.
-¡Auch!-gimió la persona, ocultando su rostro gracias al golpe. Intentó echarse a correr pero Egon se precipitó a él y lo sujetó con fuerza del antebrazo, impidiendo que se marchara.
Forcejaron rudamente hasta que Egon lo tiró al suelo y lo sometió.
Era un muchacho pero no podía verle el rostro porque luchaba por no mostrarselo. Aunque percibió un poco de sangre en su cabello.
-¿Quién eres y por qué has estado siguiendome?-le siseó con crueldad.
El muchacho lo empujó de una patada, lejos de él. 
Egon cayó de espaldas cerca de un montón de basura. La ira le recorrió el cuerpo y se levantó de un salto.
Sin embargo, el sujeto estaba de pie, cerca de la puerta del edificio agarrándose la cabeza con ímpetu.
-¡Oye!-gritó Egon y lo agarró del hombro para mirarle la cara.
Y cuando el muchacho le dio la cara, Egon se quedó estupefacto mirándolo. Sus piernas comenzaron a retroceder mecánicamente.
-Hola, padre.

Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora