11.

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De vuelta a casa, Adam no dejó de gruñir o de fulminar con los ojos a Beatrice.

Era un asunto que iba a tener que lidiar todos los días si quería sobrevivir un año entero viviendo e interactuando con esa chica de cabello casi rojizo y de ojos verdes encendidos que ocultaban muchos secretos.

-¿En serio voy a tener que traerte conmigo todos los días?-preguntó él por quinta vez. Ni si quiera se habían alejado seis metros de la universidad.

-Sí. Hoy me dejaste en casa y con ayuda de Keren logré venir-contestó, abrazando su mochila y mirando por la ventana.

-Fabuloso-añadió con sarcasmo- ¿y por qué no elegiste otra universidad?

-Porque es la que elegí desde siempre-agregó, todavía mirando a la ventana con mucho interés.

A él le inquietaba esa clase de persona que ignoraba a las demás poniendo de excusa la ventana.

Continuaron el trayecto a casa sumidos en un gran silencio escalofriante en el que ninguno de los dos se atrevió a mirarse si quiera, ni por el rabillo del ojo ni directamente. Adam apretaba el volante de vez en cuando, cada que se detenía en el semáforo y se relajaba cuando avanzaba. Todos sus movimientos fueron escrutados por Beatrice con bastante disimulo.

Al llegar a la casa, él bajó de inmediato y la miró con una ceja levantada al ver que ella no tenía la menor intención de salir del coche rápidamente.

-Voy a ponerle seguro y me valdrá un carajo si quedas dentro-le advirtió con voz tajante.

Sintiéndose agobiada, la chica optó a salir bruscamente del asiento y lo empujó con el hombro al momento de pasar junto a él.

Se dirigió a la puerta de la casa, abrió y le cerró la puerta en la cara, haciéndolo sonreír.

-Estás jugando con fuego, panterita y te vas a quemar-susurró y entró seguidamente a la casa.

Al instante que puso un pie adentro, se encontró con total caos.

Su tía Caroline iba de un lado a otro con prendas en sus manos y objetos personales de su esposo.

Su tío Gabriel hablaba por teléfono dando recorridos mezquinos por toda la casa y cuando reparó en él, puso los ojos en blanco y continuó hablando.

Allen lloraba en uno de los escalones con su oso de peluche en sus piernas y Adam tuvo que dejar su mochila en el suelo para ir a verlo. Se puso de rodillas frente a él y le limpió las lágrimas con los pulgares.

-Campeón, ¿por qué lloras?-le preguntó al niño.

-Es que también papá se va-balbuceó entre sollozos.

Frunciendo el ceño, miró hacia su tío y de nuevo regresó la mirada a su primo.

-¿A qué te refieres con que también se va?

-Va a irse de viaje-gimoteó-y no regresará más.

-Oye, oye-lo sujetó de los hombros-si se va de viaje, por supuesto que volverá.

-¿Cómo sabes? ¿Y si me deja? ¿Y si me abandona?-rompió a llorar con más intensidad y Adam se mordió los labios.

-Primero que nada debes tranquilizarte. Voy a hablar con él, ¿okey? Pero promete que vas a estar calmado.

-No... no...-chilló, sacando su lado tierno de bebé que siempre solía hacer cuando estaba verdaderamente triste. Aferró el oso en su pecho y después le echó los brazos encima a Adam y él lo cargó como un koala, dejando que el pequeño derramara más lágrimas en su hombro.

Darker Beauty. Libro 2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora